
En el día de ayer, el nuevo Gobierno andaluz tomaba posesión, y el presidente popular y sus once consejeros, juraban o prometían sus cargos. Entre otras, juraba el suyo Rocío Ruiz, nueva consejera de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación de la Junta de Andalucía, del supuesto y radicalmente centrista Ciudadanos.
Por cosas del destino, o de las negociaciones, a esta señora le han dado la cartera más ideológica de todas. Y a la vista de la tensa calma del tripartito que ha hecho posible el cambio, se pensaría que, justo para ese puesto, se pondría a una persona de perfil suave, sin ganas de meterse en demasiados charcos y evitar que la fragilidad del pacto se resquebraje antes incluso de empezar a andar.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraNada más lejos de la realidad. La ciudadana Ruiz, publicaba un artículo en un diario local de Huelva, titulado “Las monedas de Judas”. Más allá del pastiche de ideas y la manifiesta incapacidad de hilar un texto coherente (deficiencia que espero que alguien le supla durante el tiempo que le dure el mando de la Consejería, si es que pretenden que el cuento del cambio sea real), lo alarmante está en el contenido.
Para esta señora, los católicos cofrades siguen “rezumando odio por los cuatro costados”, personas a las que les “basta con encender a Dios una vela en Semana Santa y cien al diablo en los restantes días del año”. Porque para la consejera del Gobierno de Moreno Bonilla, “las procesiones de Semana Santa son desfiles de vanidad y rancio populismo cultural, rescatadas de la historia medieval como espectáculo incluso tenebroso”. Lo califica de “entretenimiento de la plebe”, y a sus participantes los trata como aquello que “cuando lleguen a su casa y se despojen de sus exquisitas vestiduras, volverán al lado oscuro”, porque son esos que “van por el mundo sumando ofensas, en guerra fría y sucia con los otros (…) inseguros, insatisfechos, acaparadores, iracundos, celosos y maltratadores”. Todo eso, así.
Roicío Ruiz “para sobrevivir a cada semana fantástica de la virtud y la doble moral”, marcha esos días a países musulmanes “para no olvidar (…) que fuimos, afortunadamente, parte de esa espléndida, avanzada y culta civilización árabe”
Tan coherente como el resto del espectro progre al que pertenece, dice que los católicos cofrades están “en crispación permanente. La culpa siempre es del otro. Mejor la venganza que la reconciliación o el perdón”, para luego argumentar que “la paz de cada día la construimos cada uno, descubriendo todo lo que nos uno a los demás por encima de lo que nos separa, respetando todas las vidas y la dignidad sin prejuicios”. Pero, ¿cómo, señora Ruiz? ¿Descubriendo en los demás lo mismo que usted descubre en los católicos cofrades, y con la misma falta de prejuicios con la que usted se acerca a ellos? ¿Está usted buscando lo que le une a ellos por encima de lo que los separa, o es que no se merecen sus esfuerzos, señora consejera?
Como digo, el artículo es tan lamentable como zafio, pero tengo que reconocer que tenía un punto para llamar a la ovación. Dice la buena señora -pero pobre escritora-, que rechaza cuando le “intentan imponer un dios público, único y verdadero”, y que por eso, “para sobrevivir a cada semana fantástica de la virtud y la doble moral”, marcha esos días a países musulmanes “para no olvidar (…) que fuimos, afortunadamente, parte de esa espléndida, avanzada y culta civilización árabe”. Ahí es cuando se me desencaja la mandíbula de la risa. Es decir: que como todos sabemos, Alá es un dios que no se impone, ni lo han intentado imponer en toda la Historia; que el Islam, no pretende extender sus ideas y creencias a la esfera pública, ni a las leyes, de forma única e indiscutible.
Ya que lo pasa tan mal la señora consejera de la Junta de Andalucía en Semana Santa, yo la invitaría a pasar esos días que tanto le escuecen en Irak o en Irán. O quizás prefiera unos diitas en Afganistán, disfrutando de una cultura espléndida y avanzada.
Este, dicen, es el gobierno del cambio. A pesar de muchos, del cambio exclusivo de caras. Porque este artículo no es una raya en el agua, sino una declaración de intenciones. En la misma dirección en la que se pronunciaba ayer mismo Juan Marín, cabeza de Ciudadanos, que aseguraba que no se va a retroceder en los “derechos conquistados en los últimos años”.
Los sorayos consejeros peperos van a hacer seguidismo de todos sus despropósitos, porque tampoco tienen una dirección nacional que los llame al orden, a tenor de los resultados de la última Convención popular celebrada en Madrid
Ciudadanos se vende como el centro. Pero entre la decencia y la indecencia, el centro es la semi-indecencia. Entre el vicio y la virtud, el centro es el medio-vicio. Entre el respeto y el desprecio, el centro es el cuasi-desprecio encubierto.
Ciudadanos en general, y Marín y Ruiz en particular, respiran por las mismas branquias que sus antecesores socialistas. O por unas peores. Porque en su demagogia infinita, los de la rosa nadaban y guardaban la ropa al mismo tiempo, con una facilidad espeluznante. Estos, ni lo intentan, ya sea por inexpertos, ya sea por mera torpeza o, simplemente, por pura maldad.
Saben, además, que los sorayos consejeros peperos van a hacer seguidismo de todos sus despropósitos, porque tampoco tienen una dirección nacional que los llame al orden, a tenor de los resultados de la última Convención popular celebrada en Madrid.
Quiero pensar que Pablo Casado tenía mejores intenciones para el futuro de su partido en Andalucía, pero las carambolas del destino han dado al traste con la renovación que no sólo necesitaba la Junta, sino el propio Partido Popular en esta región.
El nuevo gobierno apenas lleva unas horas desde que tomó posesión y ya está tensando la cuerda con quienes los sostienen en el poder. Salta a la vista que Ciudadanos tiene más interés en distanciarse de VOX, que de llevar a cabo las reformas que esta tierra reclama con urgencia y que, al menos en lo social, tienen pinta de ser un calco de las que Susana Díaz imprimió a fuego a golpe de subvención.
En sus discursos, hablaron de una legislatura de cuatro años. De ellos, y sólo de ellos, dependerá agotarla. Y si el comienzo, señores de Ciudadanos, es mantener vivo al PSOE andaluz cambiando el rojo por el naranja, nada augura que vaya a ser así.