Siempre me ha fascinado la magia, el ilusionismo. Quizá sea porque conservo, a pesar de mis años, alma de niña; quizá, simplemente, porque soy facilona para la ilusión óptica, vulnerable al engaño de los sentidos.
Este martes hemos asistido todos a un prodigioso acto de prestidigitación retransmitido ‘urbi et orbi’ desde el Parlament de Cataluña, protagonizado por el, para asombro de muchos, aún presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
Suscríbete a Actuall y así no caerás nunca en la tentación.
Suscríbete ahora¿Ven esto, lo ven bien? Es una declaración de independencia de Cataluña. La proclamo. Aquí está, el Nou Estat d’Europa. Y ahora -no pierdan detalle-, ¡voilà!, ha desaparecido. Nada por aquí, nada por allá.
Bravísimo.
Los medios hace mucho que convirtieron en humo y espejos la realidad, que han hecho del mundo una gigantesca sucesión de espectáculos de ilusionismo. Pero aquí juegan con la palabra, están en mi terreno, y no cuela.
Al mago se le vio la carta asomando torpemente por la manga, aunque esa parte del público que siempre está secretamente conchabada con el ‘showman’ -en nuestro caso, la CUP- fingiese haberse tragado el truco.
No hay tal: la declaración está firmada, y la ‘suspensión’ -¿de nuestra credulidad?- está pedida, pero sin prisas.
¿Lo han probado con Montoro? Usted deja de pagar impuestos, y cuando le llegue la multa responde con un «Parlem?»
Mientras, en Madrid, lo que hace el Gobierno se parece más al malabarismo. Con una mano insiste en que se trata de «hechos gravísimos» mientras la otra la extiende para negociar. Si ustedes deponen su actitud, les dice Rajoy a los secesionistas, aquí paz y después gloria, hablamos de lo que sea.
¿Lo han probado con Montoro? No sé, por aquello de la igualdad ante la ley. Usted deja de pagar impuestos, y cuando le llegue la multa responde con un «Parlem?». Porque la doctrina parece ser ahora que para no pagar por «actos muy graves» basta con hacer una pausa en la actividad delictiva.
Mueve Mariano, y se reúne con Sánchez para tratar de la reforma de la Constitución -es decir, Puigdemont ha ganado-, pero también amaga con activar el celebérrimo Artículo 155, que por lo que se oye por ahí cualquier diría que consiste en bombardear Barcelona.
Pero, para asegurarse bien, Mariano le pregunta a Puigdemont que si de verdad de la buena ha declarado la independencia, que él no habla catalán ni en la intimidad y de la tele solo ve los partidos.
Pero, bueno, la gente no deja de pedir el 155 porque suena mucho, y ni se para a pensar en todos los goles que nos han colado mientras tanto.
Para empezar, hablar del 155, incluso solicitarlo oficialmente, es un medio estupendo para no tener que mandar una pareja de la Benemérita al Palau y detener a Carles y sus compinches por rebelión, que llevan fuera de la ley con luz y taquígrafos bastante más tiempo del que consentiría cualquier nación civilizada.
El 155 no es un castigo, es un instrumento para reestablecer el orden y el derecho en una comunidad autónoma. Y lo que ha hecho esta gente merece un castigo, o mejor deja el Gobierno de hablar de «hechos gravísimos» y de «situarse fuera de la ley», que soplar y sorber, no puede ser.
Así que el 155 le va a servir al Gobierno para distraer nuestra atención de esa flagrante dejación de funciones.
Y, ay, tampoco puede Rajoy ‘aplicar’ sin más ni más el dichoso artículo, sino que tiene que pedir permiso al Parlamento. Y ya la tenemos liada.
El PSOE no quiere que se le asocie con lo que suspender la autonomía catalana probablemente suponga, en forma de protestas, rebeldías, resistencias y quién sabe si algún muerto, Dios no lo quiera.
Así que muy probablemente vote en contra, y el PP se quede solo con Ciudadanos, porque Podemos, más que un partido con aspiraciones de gobierno, es una caterva de petardistas de los que solo quieren ver el mundo arder.
En el mejor de los casos, es gastar tiempo, son discursos de unos y de otros, y la parte afectada no se va a estar quieta mientras. El mon ens mira, que decía Puigdemont, y no le falta razón al hombre.
Toda esperanza de que no nos lleven de nuevo al huerto, de no nos cuelen la independencia por la puerta de atrás está, como en el Dos de Mayo, en las masas
Pero lo que acaba de convencerme de que el Gobierno está en el ajo es eso de la anunciada reforma constitucional a pachas con el PSOE. Si no les suena a rendición, vayan al otorrino.
A Cataluña llevamos buscándole ‘encaje’ desde que tenemos democracia, y no hay manera, porque cuanto más ancho es su lado del embudo, más ancho lo quieren.
Toda esperanza de que no nos lleven de nuevo al huerto, de que no nos cuelen la independencia de Cataluña por la puerta de atrás y consagren un grupo de españoles de primera, con dos nacionalidades, y otro de segunda, todos los demás -que se nos está poniendo cara de imbéciles- está, como en el 2 de mayo, en las masas.
En que a los españoles no se les haya ido el gas y sigan dispuestos a gritar y patear las calles, e incluso a que los independentistas de pro insistan para que la independencia se haga con todos los honores y sin disimulos.
Mientras tanto, no esperen otra cosa que truco tras truco saliendo de la chistera del prestidigitador.