A los ninos suecos en su más tierna infancia, con la mente como la cera, a partir del próximo curso van a «enseñarles» a «reconocer» las «noticias falsas» en el cole.
¿Adivinan ustedes cuáles considera el Gobierno sueco, ese mismo que da instrucciones a la prensa para que no informe sobre delitos perpetrados por inmigrantes, qué son «noticias falsas?». Sí, veo que ha pensado usted lo mismo que yo.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraMientras, leo aquí mismo, en ACTUALL, que «el Gobierno alemán presentó este martes un proyecto de ley que incluye multas de hasta 50 millones de euros contra las redes sociales que no borren noticias falsas de la campaña hacia las elecciones de otoño».
No es probable que vayan a multar a los diarios alemanes que informaron el antepasado 1 de enero en Colonia que «la noche había transcurrido sin incidentes» tras el centenar largo de asaltos sexuales
No, no es probable que vayan a multar a los diarios alemanes que informaron el antepasado 1 de enero en Colonia que «la noche había transcurrido sin incidentes» tras el centenar largo de asaltos sexuales.
Eso es mera responsabilidad, prudencia elemental. A los ciudadanos, como a los ninos, no se les puede contar todo lo que pasa, que son muy suyos.
Oh, vaya, al final ha llegado por el lugar por donde nadie lo esperaba. El fascismo, digo, ese que está siempre a la vuelta de la esquina.
Nosotros en nuestra atalaya, ojo avizor, esperando verlos aparecer a nuestra derecha, los flamantes uniformes, los himnos guerreros, el tremolar de banderas de guerra, y no veíamos otra cosa que un hatajo de niñatos con ganas de pegarse los sábados por la noche y de escandalizar a la abuelita, con tantas posibilidades de asaltar el Estado como yo de presidir la Liga Antialcohólica.
Pero he aquí que mientras permanecíamos atentos al menor rumor de pasos de la oca, en casa, nuestros amados, amantes y cariñosos líderes del consenso estaban preparándonos un fascismo tierno, maternal y cursi, de expertos maniáticos y bondadosos tiranos que nos alivian de la pesada carga de pensar por nuestra cuenta y decidir a nuestro arbitrio.
Es como si a Mary Poppins le hubieran dado el poder de Pol Pot.
Después de todo, ¿qué podría salir mal porque los gobiernos se ocupen de decidir qué noticias son falsas y cuáles no?
No es como si tuvieran un interés personal en mantenerse en el poder; ellos solo están ahí para hacérnoslo todo más fácil.
Ya sabemos lo que pasa cuando el Gobierno no controla cuidadosamente qué llega a nuestras mentes viriginales: podemos llegar a creer que no hemos estado siempre en guerra con Eurasia.
O, lo que es lo mismo, alimentar nociones disparatadas, como que existen solo dos sexos que, lejos de ser ‘constructos culturales’, son realidades biológicas inmutables.
O, no sé, que quizá anegar los países europeos de jovenes varones sin pareja procedentes de culturas distintas y distantes puede producir algunas esporádicas situaciones incómodas en lugar de convertirlos en otras tantas Disneylandias. Y nadie querría eso, ¿verdad?
Sugiero, para que la identificación sea más sencilla para los ninos y menos arriesgada para las redes sociales, someter previamente al ministerio correspondiente -¿Ministerio de la Verdad?- cada información, así se trate de la boda de Paquirrín, y no publicar nada que no vaya con su ‘nihil obstat’ e ‘imprimatur’. ¿Qué puede haber más democrático?
Tendría, además, la ventaja añadida de parar en seco la pavorosa crisis de los medios convencionales. Porque no es, en absoluto, probable que los gobiernos fueran a ponerle un pero a, no sé, al New York Times. Después de todo, los gobiernos y la ‘Dama Gris’ cantan la misma canción en un bien acompasado coro junto al ‘mundo de la cultura’, el de la enseñanza y -haciendo los bajos- los discretos chicos de la banca y las multinacionales.
Recordar a estas alturas que Walter Duranty, su corresponsal en Moscú, ganó el Pulitzer informando de lo opíparamente que comían los soviéticos mientras se producía una de las peores hambrunas de la historia, el Holodomor, es mezquino y muy, muy populista. Cuidadín.
Sólo Actuall merecería un negociado completo, con secretaria y coche oficial
Eso, por no hablar del efecto que tendría sobre el paro. No se puede esperar que un alto funcionario estatal se lea todo lo que sale en Twitter o en Facebook o en los cientos de miles de blogs que pululan por la red, aunque solo sea porque tienen cosas más importantes que hacer como, no sé, cobrar comisiones o convertir en ley la última teoría de un profesor sonado pero muy progresista.
No: harían falta miles, decenas de miles de funcionarios con la mentalidad correcta espigando la red en busca de herejías -queremos decir, ‘falsedades’- y crímenes de pensamiento. Solo ACTUALL merecería, como poco, un negociado completo, con secretaria y coche oficial.