Cruda realidad / Asistan a la muerte, en riguroso directo, de la libertad de expresión

    Sin la posibilidad de expresar libremente lo que pensamos, sin miedo a represalias ni castigos, cualquier democracia es una farsa.

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    Manifestantes a favor de la libertad de expresión con un cartel que reza 'Tu censura me ofende'.

    «Si alguien hace algo que no constituye un delito tipificado pero lo víctima, o cualquier otro, cree que ha sido motivado por prejuicio u odio, lo clasificaremos como un ‘incidente de odio’. Aunque lo que el perpetrador haya hecho pueda no ser ilegal, sus razones para hacerlo lo son. Eso significa que sería posible acusarle de un delito».

    El párrafo anterior no está extraído de una novela de anticipación, un remedo de 1984 o Un mundo feliz describiendo una futura distopía; tampoco es un comentario satírico o una parodia de nuestro tiempo colgada en las redes sociales por un crítico de nuestra época. Puede consultarse en la página web de la Policía Metropolitana británica bajo el epígrafe ‘delito de odio’.

    Algunas personas creen que La Sexta da información.

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    Acaban ustedes de leer el epitafio a siglos de libertad de expresión, en la que presume de ser la cuna de estas libertades, Gran Bretaña. Porque si el delito depende de que la ‘víctima’ decida que lo es, obviamente cualquier cosa puede serlo y, como dicen en las películas, «cualquier cosa que diga podrá ser usada en su contra ante un tribunal». Literalmente, cualquier cosa.

    En Actuall y en HazteOir tienen cierta indeseada experiencia en esta paulatina pero visible desaparición de un derecho que siempre se ha considerado central en cualquier democracia, imprescindible para su desarrollo, por encima incluso de la mecánica del voto. Sin la posibilidad de expresar libremente lo que pensamos, sin miedo a represalias ni castigos, cualquier democracia es una farsa.

    La semana que termina, por primera vez en siglos, la policía impidió a un individuo dirigirse a la gente que paseaba por Hyde Park desde su famosísimo Speaker’s Corner o ‘Rincón del Orador’, y le ordenó incluso que abandonase el parque.

    «O la libertad de expresión defiende el derecho a expresar ideas que a otros -incluso a la abrumadora mayoría- resulten abominables o no existe en absoluto»

    El individuo en cuestión era Tommy Robinson, exlíder de la Liga para la Defensa Inglesa y activista contra la islamización de Gran Bretaña. Usted puede considerar sus ideas aborrecibles, yo puedo considerarle un individuo odioso. Eso es absolutamente irrelevante: o la libertad de expresión defiende el derecho a expresar ideas que a otros -incluso a la abrumadora mayoría- resulten abominables o no existe en absoluto. La libertad para repetir lo que el Poder defiende existe en las más feroces tiranías.

    Prohibir los mensajes ofensivos es prohibir la libre opinión, porque «sentirse ofendido» es algo tan imposible de probar, tan subjetivo y frágil que puede darse en cualquier mensaje y con cualquier persona. Personalmente, todo lo que dicen los líderes de Podemos desde el momento en que abren la boca me resulta ofensivo, pero no se me ocurriría jamás la peregrina idea de que lo que me parezca a mí, menos en cuestión de ‘sentimientos’, puede determinar lo que es o no legal.

    «No hay régimen más tiránico que aquel en el que las leyes se aplican de forma diferente según el grupo al que pertenezca el perpetrador, lo que merece el nombre de ‘casta'»

    Nos resistimos a llamar a lo que se está instalando en los países de nuestro entorno ‘tiranía’, sencillamente porque somos intelectualmente rehenes de las formas y las imágenes, porque hay urnas y no hay soldados marcando el paso de la oca.

    Pero no se engañen: es una tiranía, y de la peor clase. Porque no hay régimen más tiránico que aquel en el que las leyes se aplican de forma diferente según el grupo al que pertenezca el perpetrador, lo que merece el nombre de ‘casta’. En el medievo japonés, por ejemplo, los samurais no podían ser juzgados por lo que hiciera a un plebeyo. Recuerdo haber leído que existe en ese idioma una palabra que significa «probar en un transeúnte ocasional el filo de la espada».

    Un ejemplo. Si han contemplado los numerosos vídeos que corren por ahí de los disturbios de Lavapiés, quizá hayan visto a revoltosos perfectamente identificables, a cara descubierta, arrojando sillas y hasta mesas contra la policía.

    ¿Es legal tirar sillas a la policía? Sería bueno saberlo, aunque apuesto mis ingresos de un año que si se me ocurre hacer algo así por las buenas me detendrían y pasaría a disposición judicial. Salvo, probablemente, que lo hiciera en el curso de una manifestación feminista.
    En el momento en que un grupo, cualquiera, puede cometer impunemente lo que para cualquier otro sería delito, se está en una tiranía, y de la peor clase.

    Quizá debimos darnos cuenta cuando decir que los niños son niños y las niñas, niñas, se convirtió en ‘delito de odio’.

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