La Diputación de Valladolid ha financiado un estudio para valorar el impacto que tendría arraigar en el sector rural a miles de refugiados sirios y migrantes subsaharianos.
Y el responsable de Economía de Ciudadanos, Luis Garicano, ha comentado en su cuenta de Twitter: «Buena, novedosa iniciativa que, bien ejecutada, podría resolver dos difíciles problemas». Es cierto, pues, que los dioses ciegan a quienes quieren perder.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraNuestra maldición, lo que nos va a perder, no es tanto esta o aquella ideología como LA ideología, esa nefasta plantilla diseñada en un despacho para sustituir la experiencia, el sentido común y el pensamiento libre.
Veamos: sí, es cierto que los campos españoles sufren una despoblación alarmante; también que España se ha comprometido con Bruselas a acoger cierto número de refugiados, en este juego en el que Alemania invita y los demás tenemos que poner también la casa.
Pero llevar a estos tipos, abrumadoramente varones jóvenes, llegados de culturas lejanas con valores y concepciones de la vida absolutamente ajenos a pueblecitos castellanos sin apenas pobladores no es solucionar dos problemas, sino crear un tercero mucho más peligroso.
«La idea de que puede llevarse a cabo una repoblación así sin conflicto y destrucción de comunidades centenarias es el epítome del pensamiento desiderativo»
La idea de la que parte la iniciativa, la misma que anima a Garicano y que, en general, es dogma incontestable de nuestro tiempo, es que los seres humanos venimos a ser como piezas de Lego, perfectamente intercambiables. Y, bueno, no.
Otra idea que subyace, esta no reconocida abiertamente sino asumida de forma tácita en todas estas ‘soluciones’, es que nuestra concepción del mundo, el hombre y la sociedad, la que rige hoy en Occidente desde hace nada y que nunca antes habían sido sostenida por ninguna cultura en la historia de la humanidad, es en todos sus detalles tan evidentemente cierta y buena que, en contacto con ella, cualquier afgano o eritreo que ha pensado toda su vida cosas muy distintas se convertirá pronto y con entusiasmo a nuestra religión laica.
No se me ocurre conclusión más supremacista, arrogante, descerebrada y contraria a toda experiencia.
Puede argumentarse, por ejemplo, que las sociedades subsaharianas tienen los conceptos que tienen por puro atraso, por falta de desarrollo.
Pero difícilmente puede decirse lo mismo de culturas como la china o la india, que tenían ya un desarrollo civilizacional considerable cuando Europa era un puñado de tribus cazadoras. Ahora vaya e intente convencer a un chino de que China sería básicamente la misma con una mayoría procedente de otro país. Nos íbamos a reír un rato.
Para empezar, ¿tiene esta gente alguna experiencia de lo que es un pueblo pequeño, especialmente un pueblo de la Castilla profunda? Un tipo de Valladolid ciudad es un ser exótico, un forastero; uno de Siria o Eritrea es directamente de Marte.
La idea de que puede llevarse a cabo una repoblación así sin conflicto y destrucción de comunidades centenarias es el epítome del pensamiento desiderativo.
Una gran ciudad es otra cosa. Mucho antes de la globalización, las grandes ciudades, aquellas poblaciones en las que la gente no se saluda por la calle, ya eran núcleos cosmopolitas en algún grado. En Madrid o Barcelona un Omar o un Addisu pueden perderse o, incluso, integrarse (aunque, llegados en masa, es más probable que constituyan guetos); en Villavieja del Matojo, no.

No estaría de más que esta panda de alegres inconscientes abrieran un manual de historia y le echaran un vistazo a la Rebelión de las Alpujarras
Ignoro si se llevará a cabo este tremendo disparate, que en Francia está ya provocando trágicos enfrentamientos y la destrucción de poblaciones rurales.
Pero de llevarse a cabo solo puede acabar en fracaso -con los refugiados escapando hacia las ciudades; ¿quién se lo puede impedir en un país libre?– o en la toma de territorio por parte de poblaciones hostiles a nuestras ideas y valores.
No estaría de más que esta panda de alegres inconscientes abrieran un manual de historia y le echaran un rápido vistazo a la Rebelión de las Alpujarras. A lo mejor aprendían algo.
Por supuesto, se hará o se dejará de hacer sin que los paisanos puedan decir nada. Los chicos de la ciudad saben más.
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