Cruda realidad / El ‘brexit’ o cómo decidir cuándo el pueblo sabe lo que quiere

    Todos sabemos que este argumento del "no ha valido, ahora seguro que han escarmentado" solo se usa en una dirección, la que nos apetece. Todos sabemos, en fin, que lo que quieren nuestras élites es que les demos la razón, y que solo entonces ha sido nuestra decisión realmente democrática.

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    Theresa May, primera ministra británica. /EFE
    Theresa May, primera ministra británica. /EFE

    Podría haberse pronosticado con facilidad desde el minuto uno: la negativa del Parlamento británico a aprobar el nefasto plan de desconexión firmado por la primera ministra británica Theresa May acerca la posibilidad de un segundo referéndum sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea, y hay fiestas y regocijo general en el ‘komentariat’ europeo, incluido en de nuestro país.

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    Es casi de primero de Alerta Antifascista recitar el poema del pastor luterano Martin Niemöller, ese que empieza «Primero vinieron por los socialistas, y yo no dije nada, porque yo no era socialista…», aunque en nueve de cada diez caso se atribuya a Bertolt Brecht, que molaba más porque era rojo.

    No diré que lo curioso es que quienes lo citan jamás se sienten interpelados por el poema, jamás piensan que entre esos perseguidos cuya persecución deja culpablemente indiferentes puedan hallarse precisamente grupos que el citador aborrece, no; lo más curioso es que pocos parezcan entender su alcance, su significado profundo.

    Por ir a lo personal, a mí me encantaría un mundo sin socialistas, no porque desapareciera nadie en absoluto, sino porque los que hoy defienden el socialismo se convencieran de su carácter invariablemente nocivo. Y podría seguir con una lista muchísimo más larga de grupos que, como tales grupo, sin merma alguna para los individuos que los forman, celebraría con champagne del caro que desaparecieran.

    Pero no es solo que sería inmoral que me alegrara de que ‘fueran a por ellos’, por mucho que incordien y amenacen la civilización; es que estaría alegrándome estúpidamente de algo que no solo puede usarse en el futuro contra mí y lo mío, y que con toda probabilidad lo sería.

    Veo a gente que me merece un enorme respeto intelectual, gente a la que no llego a la altura del tacón en sabiduría e inteligencia, planteando la necesidad de un segundo referéndum como la mejor solución. El ‘brexit’ es un desastre sin paliativos, y si los británicos votaron «no» en su día fue porque fueron sometidos a una campaña de mentiras, pero ahora que han visto las verdaderas consecuencias de su decisión, pueden hacer una elección más libre por mejor informada. No es como proponer un ‘ordeno y mando’, ¿no? La gente tiene derecho a cambiar, ahora ya saben, y seguirían siendo ellos, el pueblo, quienes toman la decisión, no solo tan democrática como la anterior sino todavía más. Un plan sin fisuras, ¿no?

    Si un pueblo es lo bastante tonto como para dejarse engañar, eso es un argumento general contra la democracia, no contra este referéndum en concreto

    A ver cuántas trampas encontramos en este argumento. Empecemos por la ‘campaña de mentiras’. Seamos un poco serios, ¿vale?, y respondamos a esta pregunta de mero sentido común: si todo un gobierno con mayoría parlamentaria convoca un referéndum para ganarlo y tiene en su mano la formidable maquinaria del poder público, más la alianza de los intereses más poderosos y de prácticamente todo el mundo de la cultura -los verdaderos ‘maîtres à penser’ de nuestro estúpido tiempo-, ¿tiene sentido concluir que el otro bando es el que ha partido de una ventaja injusta?

    Oh, pero es que mintieron. No me diga. Les invito a que repasen lo que se dijo desde instancias tan serias como el Banco de Inglaterra de lo que sucedería el mismo día después del referéndum si ganaba el «no». La debacle. El hundimiento. El apocalipsis financiero y empresarial y un montón de plagas automáticas que, hey, no se produjeron.

    Así que, sí, los ‘brexiteers’ probablemente mintieron. Sus rivales lo hicieron con seguridad. Y si alguna vez puede impugnarse el voto porque los candidatos dijeron lo que luego no cumplieron, no íbamos a parar. Todas las elecciones serían inválidas, al menos todas las que yo he vivido. Se entiende, un pueblo maduro y con experiencia en urnas entiende, que los políticos en una consulta van a exagerar, por decirlo de un modo suave, las consecuencias de no votar como ellos dicen. Y el Reino Unido tiene sobrada experiencia en democracia, creo. Por lo demás, si un pueblo es lo bastante tonto como para dejarse engañar, eso es un argumento general contra la democracia, no contra este referéndum en concreto.

    Qué demonios, si es inválido que se salgan de la UE porque les engañaron para salir, entonces lo es mucho más que entraran porque, esto sí que es más que comprobable, les engañaron para ingresar. Eso sí que es un hobbie entretenido, escuchar lo que dijo el gobierno británico de entonces en el referéndum para ingresar en el entonces Mercado Común: que podrían salirse fácilmente cuando quisieran, que no perderían un ápice de soberanía y muchas cosas igualmente divertidas.

    Más trampas: los británicos ya saben que el ‘Bréxit’ es un desastre. No, miren, por ahora lo que saben es que Bruselas está decidida a castigarles por intento de fuga, que poner a negociar la salida a una persona que no quería la salida en primer lugar es un disparate y que toda la élite global está determinada a que no recuperen su soberanía sin sangrar. El ‘Brexit’ todavía no ha llegado y, en cualquier caso, sus perjuicios o beneficios reales solo podrán verse a largo plazo. Ni siquiera los defensores entusiastas de la UE pueden estar seguros de lo que vaya a ser del club europeo en cinco o diez años, mucho menos en veinte o treinta.

    Si un gobierno convoca motu proprio un referéndum y se pasa la campaña advirtiendo solemnemente que se hará lo que salga con toda seguridad, y lo repite al cabo cuando no sale lo que quiere, votar es un fraude

    Pero vamos a la trampa gorda, la que justifica meditar despacio sobre el poema de Niemöller: si hay que repetir las consultas democráticas hasta que salga lo que quiera el poder, la democracia es una filfa.

    Más despacio: si un gobierno convoca motu proprio un referéndum y se pasa la campaña advirtiendo solemnemente que se hará lo que salga con toda seguridad, y lo repite al cabo cuando no sale lo que quiere, votar es un fraude.

    Atención: no estoy diciendo en absoluto que el Reino Unido haya tomado la decisión correcta. Me vale exactamente igual si es una catástrofe sin paliativos, como da igual en el poema de Niemöller si los socialistas son una plaga infecta. Porque lo que dejaríamos pasar con tal de que salga el resultado que queremos es demasiado importante, y buena o mala la permanencia en la Unión, la credibilidad de las urnas quedaría herida de muerte.

    Todos sabemos que este argumento del «no ha valido, ahora seguro que han escarmentado» solo se usa en una dirección, la que nos apetece; todos sabemos que los nacionalistas de Quebec se empeñaron en repetir su referéndum de independencia cuando salió que la provincia prefería -por estrecho margen- permanecer en Canadá, y que no lo hubieran repetido por nada del mundo si sale lo contrario.

    Todos sabemos, en fin, que lo que quieren nuestras élites es que les demos la razón, y que solo entonces ha sido nuestra decisión realmente democrática. Pero si admitimos esa excepción una vez, ya podemos olvidarnos de la democracia real para siempre.

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