
Lo han dicho multitud de respetables comentaristas políticos: Donald Trump se acaba de convertir estos días en presidente de Estados Unidos, al módico precio de lanzar 59 misiles Tomahawk sobre una base aérea siria y la bomba no nuclear más potente del mundo, la MOAB, en medio del desierto afgano.
El presentador de la CNN, presentando el vídeo del ataque sobre Siria, alabó la «belleza» de las imágenes tres veces en menos de cinco minutos.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraUna pensaría que son las urnas, la voluntad de los americanos, lo que hace presidente a un candidato, pero hace tiempo que nadie puede sostener seriamente una opinión tan ingenua. Al parecer, se necesita el ‘nihil obstat’ de los mandarines mediáticos y del ‘consenso’ de Washington, que apenas hay guerra que no les guste siempre que
- esté suficientemente lejos
- ni ellos ni sus hijos tengan que jugarse la vida en ella.
No deja de ser profundamente irónico que Donald Trump haya sido para los grandes medios ‘literalmente Hitler’ justo hasta el momento en que se ha puesto a bombardear todo lo que se mueve.
Quizá nuestros lejanos descendientes se sorprendan al saber que, en nuestra extraña era, un presidente norteamericano se consideraba un loco peligroso cuando decía que América debía ocuparse de sus asuntos y no de los del resto del planeta, y se empezaba a «moderar» cuando buscaba en el mapa lugares remotos donde romperlo todo.
Mientras, los trumpistas de pro, los que más han hecho por llevarle a la Casa Blanca agitando las redes, no salen de su asombro. Gente como Ann Coulter, Pat Buchanan, Mike Cernovic, Joseph Paul Watson y un larguísimo etcétera han entonado un desconcertado «¡no es esto, no es esto!» ante un cambio tan radical en el presidente de sus amores.
El muro tendrá que esperar (…). Las guerritas inganables son siempre lo primero, al menos desde Vietnam
Parece que el muro tendrá que esperar y, en general, ocuparse a fondo de las cosas del país. Las guerritas inganables son siempre lo primero, al menos desde Vietnam.
La pregunta obvia es: ¿qué demonios ha pasado? Todo está al revés.
Más paradojas. El hombre que señaló como enemigos a la financiera internacional Goldman Sachs ha llenado su gabinete de ex directivos de Goldman Sachs; el candidato que denunciaba vociferante los amagos de Obama por entrar en Siria ha bombardeado Siria; el tipo que se burlaba del mesianismo internacionalista de los neoconservadores ha bombardeado Afganistan, acusado a Rusia, avisado a China y amenazado a Corea del Norte; quien ofendió en campaña a todo el mundo musulmán anunciando una moratoria a la inmigración de países islámicos ha aceptado ya a más somalíes que el propio Obama.
Mientras, el votante del montón agita la banderita de las barras y estrellas como hace siempre, porque las guerras imperiales son siempre populares cuando no hay servicio militar, no se pueden perder -aunque no se ganen- y el enemigo se ha pintado convenientemente con los colores del Hitler del Mes. A todo el mundo le gusta un ganador, y al americano medio aún más que a nadie.
También hay un grupito de irreductibles que asegura que nada es lo que parece, que Trump es un genio como no ha existido igual en los anales de la historia, y que estas aparentes contradicciones con todo lo que constituyó su programa son meras añagazas para burlar a sus enemigos, pero que ni está enemistado con su amigo Vladimir ni tiene intención de invadir país alguno.
Es como todos… ansía gustar necesita la palmadita colectiva en la espalda. Pueden respirar tranquilos quienes temían el ‘aislacionismo’ de Trump
Por mi parte, creo que hemos sobrevalorado al hombre, que es un excelente vendedor pero no mucho más. Sus enemigos han dado con su punto débil, la vanidad, y le han bombardeado con el arma más eficaz: el halago.
Cuando Trump chuleaba al New York Times y a la CNN, cuando decía que no podía importarle lo que dijeran de él los medios de prestigio y lo que opinaran de sus políticas los popes del establishment, mentía con toda la boca.
Ansía gustar; necesita la palmadita colectiva en la espalda y se derrite cuando alaban su ‘coraje’ (porque en el extraño léxico político, el ‘coraje’ del gobernante consiste en mandar a los hijos de otros al frente para combatir a un enemigo que no puede devolver los golpes).
Pueden respirar quienes temían el ‘aislacionismo’ de Trump. Ya es un presidente como todos los presidentes, tragado por esa ‘ciénaga’ que se vanagloriaba de ir a drenar. Ahora ya es uno de ellos.