En Estados Unidos es cada vez más común -especialmente en las universidades, último reducto de la izquierda radical- que se formen grupos y lo que llaman ‘espacios seguros’ que excluyen a los blancos o, en determinadas ocasiones, a los varones o a los heterosexuales. Por supuesto, todo intento de formar algo similar solo para blancas está absolutamente prohibido.
En Seattle -y lo cuento porque es el último caso del que he oído hablar, no porque sea el único- un popular gimnasio prohíbe a los blancos apuntarse a las clases de yoga. Para un blanco, hacer yoga, que pertenece a la ancestral cultura hindú, equivale a «apropiación cultural».
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraApuesto diez contra uno, querido lector, a que usted está convencido de no tener un solo hueso racista en todo su cuerpo. Pero eso quizá se deba a que anda muy atrasado de noticias y se ha quedado con el viejo concepto de racismo, la creencia de que un grupo racial -casi siempre, aquel al que pertenece el racista- es superior al resto, o la tendencia a discriminar en perjuicio de las personas de otras razas. Pero eso es paleolítico y está superadísimo.
Por ejemplo, usted pensará que los ejemplos de arriba, que discriminan por razón de raza, son casos clamorosos de racismo. Craso error, blanquito. El racismo -postulan los modernos pensadores antirracistas- es una relación de poder, con lo que la raza oprimida no puede ser racista en ningún caso, y la raza opresora no puede dejar de serlo.
Naturalmente, olvídense de los millones de esclavos capturados y vendidos por los árabes o por una tribu africana sobre otra rival: la raza opresora, la única y universal raza opresora, es la blanca.
¿Qué puede hacer el blanco para liberarse del pecado original de su racismo innato? Penitencia, naturalmente
Entonces, ¿qué puede hacer el blanco de buena fe para liberarse del pecado original de su racismo innato? Penitencia, naturalmente.
En las marchas del grupo Black Lives Matter, creado tras los disturbios raciales en Ferguson y, a su vez, organizador de otras revueltas, se exige a los blancos que quieran participar que ocupen las últimas filas y que no hablen a menos que un negro se lo pida. No es, palabra, un caso aislado.
Los blancos pueden redimirse individualmente aplicando cuotas raciales e incluso -y esto es una novedad nacida con Internet y la proliferación del crowdfunding- transfiriendo parte de su renta a una persona de otra raza.
¿Se acuerdan cuando jugaban de pequeños a la carta más alta? Pues esto es algo parecido, y si las buscan podrán encontrar ‘tablas de privilegios’ en los que se informa al lector de los puntos que se deben restar según los ‘privilegios’ tengan. Gana el que tiene menos, naturalmente.
Una mujer negra gana a una blanca, pero es menos que una negra lesbiana, y mucho menos que una transexual negra
Por ejemplo, si es usted negro está siempre por delante de un blanco (en la escala de victimización), pero ser varón penaliza, aunque no tanto como la raza. Una mujer negra gana a una blanca o a un negro, pero es menos que una negra lesbiana, y mucho menos que una transexual negra. Si, además, le afecta algún tipo de minusvalía, está en la cúspide de la pirámide.
Naturalmente, se trata solo de la última locura ideológica de un Occidente enfermo de masoquismo, pero el problema es que esto tiene un efecto en la vida de la gente corriente, en las leyes tanto como en la vida social o -lo más peligroso- las decisiones empresariales y de empleo.
Un mendigo sano, en este esquema disparatado, si es blanco, es automáticamente un doble opresor de, digamos, Oprah Winfrey, la personalidad televisiva más rica del mundo.