Entenderán que no pueda entrar en detalles, pero en lo que importa de la experiencia quería que fueran ustedes los primeros en conocerla. La Máquina del Tiempo existe, y he viajado en ella. Es solo un prototipo, y he hecho un poco de conejillo de Indias, por eso sus inventores han querido ser prudente con los tiempos, tanto el que podía permanecer en el pasado como el relativo a los años que nos hemos podido retroceder. En concreto, me han mandado a noviembre de 1989, recién inaugurado el tercer mandato del socialista Felipe González, con José María Aznar de candidato del Partido Popular.
Solo tendría unas pocas horas, y era crucial que no me viera con ningún personaje relevante que al conocer por mí el futuro cambiara sus decisiones, o con mi yo del pasado, provocando una de esas paradojas espaciotemporales que tanto asustan a los físicos experimentales. De hecho, invertí casi todo el tiempo de que disponía en demostrar a Jenaro, el tipo con el que acabé contactando, que realmente procedía de finales de 2018.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraJenaro, 46 años, casado y con dos hijos, es (¿era?) funcionario, votante del PSOE, vive en Madrid, en el barrio de Tetuán, y aun no sé si accedió a creerme viendo mi desesperación o si fue sincero. El caso es que tuvo al menos la cortesía de preguntarme cómo estaban las cosas en España en 2018, así que, sabiendo que apenas me quedaba tiempo, fui al grano.
– Peligrosas. Casi todos los medios de comunicación alertan de la llegada de la extrema derecha. En los últimos días antes de emprender este viaje apenas hablaban de otra cosa.
– ¿Los… militares? ¿Otro Tejero?
– No, no, nada de eso. Es un partido nuevo, se llama Vox.
– Ya veo. ¿Y cómo ha podido llegar al poder?
Me di cuenta entonces de que quizá había dado una impresión equivocada.
– Bueno, en realidad no ha llegado al poder… Todavía.
– Vaya, como ese Hitler… ¿Cuántos escaños tiene en el Congreso, la mitad?
– ¿En el Congreso? Ninguno. No, no. Es en Andalucía, en las autonómicas.
– ¿En Andalucía, ha ganado en Andalucía?
– En realidad, tampoco. La cosa es que ha sido el quinto partido más votado allí, doce escaños y…
Me empecé a sentir un poco estúpida y bastante incómoda.
– Ah, me había asustado. ¿Y por qué hablan tanto de él, entonces? ¿De dónde salen, de Falange, de Fuerza Nueva?
– Salir, salir… Hay de todo. Su líder era antes del Partido Popular, si eso le sirve de algo, será mejor que no le diga su nombre.
Noté que todo aquello parecía muy raro, así que traté de comunicarle la urgencia y gravedad de la situación.
– El caso es que ya ha entrado en política, como si dijéramos, y parece que tiene opciones. ¿Por qué, si no, iba a alertar la prensa? Lo alarmante es su extremismo. Extrema derecha, lo dicen todos.
De género. Ya sabe, si un hombre dice que es una mujer (o al revés), pues es una mujer y todo el mundo tiene que aceptar que lo es a todos los efectos, sin necesidad de que cambie nada ni se opere ni opine ningún médico o experto
– Pero, bueno, sea más concreta, señora: ¿qué quiere, acabar con la democracia?
– Sí. Digo, no. Es decir, no está en su programa ni nada de eso. Pero sí defiende medidas que a todos los demás grupos les parecen muy extremas. Incluso la ministra de Justicia -socialista- ha advertido que no son constitucionalistas. Y da miedo oírles hablar de cómo quieren contrarrestar el ‘procés’ catalán…
– ¿El ‘procés’?
– Sí, bueno, es que el 1 de octubre del año pasado el presidente de la Generalitat declaró la República Catalana y luego se escapó a Bélgica.
– ¿Que hizo qué? Y mandaron al ejército y suspendieron la autonomía, supongo…
– En realidad, no. Aplicaron el Artículo 155 de la Constitución para quitar al gobierno y convocaron nuevas elecciones allá.
– Y ahora ya hay un president leal que habrá condenado todo eso, no me diga más…
– No, no exactamente. Para serle sincera, el president que hay ahora fue seleccionado a dedo por el president que huyó a Bélgica, y acaba de decir (ya me entiende, desde mi punto de vista) que siguen construyendo la república y anima a seguir la ‘vía eslovena’, es decir, separarse de España por las bravas.
– ¡Qué me está diciendo! Y el presidente del Gobierno le habrá mandado detener… ¿Por qué pone esa cara? ¿No le ha detenido?
– Es… complicado. El presidente del Gobierno solo tiene 84 escaños en el Congreso, y gobierna gracias a los votos de ese señor. Pero no se quede en eso, caramba, que le estaba hablando del extremismo de Vox. También quiere cambiar la Ley de Violencia de Género.
– ¿…?
– Una ley nueva. Si una mujer dice que su pareja le ha agredido física o psicológicamente, le detienen bajo su palabra.
– Y al revés, supongo.
– Eeeeeh… No, al revés, no. Por otra parte, ella no tiene que probarlo, basta su palabra. Pero, vamos, que también parece que Vox quiere desmantelar las leyes de género.
– ¿Las leyes de qué?
– De género. Ya sabe, si un hombre dice que es una mujer (o al revés), pues es una mujer y todo el mundo tiene que aceptar que lo es a todos los efectos, sin necesidad de que cambie nada ni se opere ni opine ningún médico o experto.
– ¿Me esta tomando el pelo? Imagino que el PP habrá montado una buena en el Congreso…
– En realidad, una de las leyes más extremas en este sentido la aprobó el PP para la Comunidad de Madrid. Pero creo que no lo está usted entendiendo. ¡Vox se opone a la inmigración!
– Ah, pues eso está muy mal, ¿ve? Lo otro de lo que hablaba, la verdad, no lo entiendo. Pero cerrar España para que no entre nadie…
A esas alturas ya estaba arrepintiéndome de todo el experimento: aquel tipo no entendía nada.
– No, hombre, si Vox no dice nada la inmigración legal. Está en contra de los que llegan en pateras sin papeles o asaltan la valla de Melilla.
– ¿Perdón? ¿Me he perdido algo? ¿Quiere decir que en su tiempo hay gente que entra en España por las buenas y que echarles es extremista?
– Bueno, pues ya me dirá qué quiere que hagamos con ellos, pues darles prestaciones sociales, claro, no somos salvajes. Además, la ONU…
Me interrumpió.
– Oiga, ¿y son muchos?
– ¡Qué va! España está todavía a años luz de Gran Bretaña y Francia, con sus ‘no go zones’ y sus barrios en los que se aplica la sharía. Para que se haga una idea, en lo que va de 2018 solo han entrado así como le cuento 21.000…
– ¡21.000! ¡»Solo»! Mire, señora, yo no sé si viene usted del futuro o está como una cabra hasta de papeles, pero prefiero pensar lo segundo a creer que mis paisanos se han vuelto todos imbéciles (no dijo «imbéciles», pero eso es irrelevante) y consideran «extrema derecha» oponerse a todas esas locuras que me está contando. ¡A ver si todavía está llamando «extrema derecha» a Felipe González, porque aquí y ahora no tenemos nada de eso!