Cruda realidad / Feas por elección

    ¿Iba a sufrir mucho la revolución si Anna Gabriel renuncia a ese casco capilar que parece idea de su peor enemiga?, ¿Es mucho pedir que además de dejar de romper fotos del Rey estas señoras no parezca que se han vestido a oscuras en el ropero de la parroquia?

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    Imagen de televisión de varias diputadas de la CUP en el Parlament que rompen fotografías del Rey
    Imagen de televisión de varias diputadas de la CUP en el Parlament que rompen fotografías del Rey / EFE

    La fealdad física no es un mal moral, y por lo general los feos no tienen culpa alguna de su aspecto. Pero sí es un mal, y un mal síntoma de nuestro tiempo, despreciarla y, como sucede con lo que hoy pasa por arte, preferir la fealdad.

    Esa preferencia por lo cutre, lo desagradable, lo desaseado es desprecio por los demás y, en más ocasiones de las que la caridad nos permite señalarlo, reflejo de un alma mezquina y ruin.

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    Pensaba en todo eso viendo a las ‘nekanes’ de la CUP rompiendo solemnes la foto del Rey que, por contraste, lucía en la imagen sus mejores galas, no porque al hombre le apetezca lucir modelitos militares, sino porque es consciente de que representa la más alta magistratura del Estado y hasta en la estética debe estar a la altura.

    Las crónicas del evento se han fijado, naturalmente, en el gesto en sí y el desafío que conlleva. Renuncio a ello, y creo que mis colegas deberían privar a estos histriones de la nueva política de su caramelo favorito, de su principal fuente de satisfacción personal, que no es otro que escandalizarnos.

    Anna Gabriel, con una de sus tradicionales camisetas repletas de ideología
    Anna Gabriel, con una de sus tradicionales camisetas repletas de ideología

    Dejémosles que rompan fotos, luzcan camisetas con letreros e imágenes más o menos ridículos, salgan y entren del Congreso en fila india a voluntad, se ausenten de actos y demás gestos de ese kabuki que parece resumir toda su acción política sin un comentario, como si lloviera.

    Al cabo de una semana mi hija ya no tenía piercing… ¿para qué llevar algo tan espantoso, si tus padres no se escandalizan?

    En serio, una madre, más si tiene hijos adolescentes, sabe reconocer al vuelo ese comportamiento. Hace algún tiempo, mi hija mayor, que estaba pasando una adolescencia enloquecedora, apareció en casa con un ‘piercing’, uno de esos que se ponen en la nariz entre las dos fosas nasales, algo horrendo.

    Se sentó a la mesa y se pasó la comida lanzándonos miradas interrogantes a su padre y a mí. Ninguno de los dos hizo el menor comentario, y la comida transcurrió como la de cualquier otro día. Pero al cabo de la semana mi hija ya no tenía el ‘piercing’. ¿Para qué llevar algo tan espantoso, si tus padres no se escandalizan?

    Los políticos de la nueva hornada son adolescentes que patalean para llamar la atención de sus mayores, solo que, al ser, de hecho, adultos, tienen bastante más peligro y con sus gracias pueden desgraciarnos la convivencia. Voto para que les ignoremos en todo lo que no sea su labor institucional seria.

    Por otra parte, en esto son doblemente ninos en un perpetuo pataleo, como izquierda radical y como independentistas. Estos últimos llevan ya años entregados a hacerle pedorretas a Madrid y mandarle mensajitos ultrajantes en una insoportable escalada pasivo-agresiva mientras se deteriora la sanidad, acumulan deuda y las farmacias no cobran.

    Nekane Txapartegi
    Nekane Txapartegi

    Por lo demás, lo de romper una foto, como lo de quemar banderas o libros, revela una superstición subconsciente, la creencia incoada en la ‘magia simpática’, tan común en los pueblos civilizados, por la que lo que se le haga a la imagen de la cosa le sucederá a la cosa en sí.

    No sorprenderá a nadie que individuos -y, especialmente, individuas- que quieren retrotraernos al neolítico con sus esponjas marinas para la menstruación y lo de tener hijos en la tribu denuncien un pensamiento salvaje en otros aspectos.

    Cualquiera de ellas podría mejorar muchísimo sin esa fatal atracción por la fealdad, que es atracción igualmente por lo malo y lo falso

    Y, hablando de aspectos, vuelvo al asunto de la fealdad buscada. De acuerdo, ninguna ganaría un concurso, pero cualquiera de ellas podría mejorar muchísimo sin esa fatal atracción por la fealdad, que es atracción igualmente por lo malo y lo falso.

    En serio, ¿iba a sufrir mucho la revolución si Anna Gabriel renuncia a ese casco capilar que parece idea de su peor enemiga? ¿Se retrasará el alba de los pueblos si pasan de vez en cuando por la peluquería? ¿Sería traicionar la sagrada causa del proletariado poner un levísimo interés en que combine lo que llevas puestos, poner una nota de color o que no parezca que te has vestido a oscuras en el ropero de la parroquia?

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