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Cruda realidad / Francia se rinde ante el burkini

Manifestación a favor del burkini

Jóvenes francesas y musulmanas británicas se manifiestan a favor del burkini ante la embajada de Francia en Londres / EFE

Si al menos no fueran tan cursis, tan histriónicos… Si no lo han visto, les animo a que soporten al menos uno o dos minutos del vídeo en el que decenas de mujeres musulmanas y no musulmanas, convocadas por las redes sociales, transformaron el pasado jueves la embajada francesa de Londres en una playa para protestar por el veto al burkini, el traje de baño islámico que cubre desde la cabeza hasta los tobillos.

Una estaría por perdonarles sus quejas continuas, sus maullidos de eternos adolescentes enfurruñados, su odio al sentido común o su desprecio a los hechos si no se sintieran impelidos a montar estos numeritos de alipori, estos teatrillos callejeros, estos espectáculos pueriles.

Sinceramente, estoy dispuesta a conceder que todos sus argumentos son válidos, que el Estado no debe decirle a una mujer cómo debe vestir -en la playa o en la calle-, que es ridículo decretar que todas las mujeres que llevan el burkini lo hacen obligadas coactivamente por los varones de su familia, que en un Estado de libertades… Bueno, continúen ustedes, seguro que les sale de un tirón.

Solo hay un problema, una menudencia, un detalle: que no es verdad. Quiero decir, que no son sus verdaderos argumentos, que no los creen ni por un segundo, que no expresan las verdaderas razones que les animan. Es un alivio que todavía no sea obligatorio creerles.

Y no es verdad porque esos mismos argumentos los aborrecen en casos que no les complacen. Nadie diría, ¿verdad?, que la progresía que podemos ver en este vídeo es amante incondicional de la libertad personal, más bien al contrario.

Suele ser la que va detrás de una como una Stasi amateur diciéndote:

Es decir, que oírles esgrimir argumentos liberales para defender el uso ‘libre’ del burkini es como escuchar a Hitler citando el Talmud en defensa del nacionalsocialismo.

Y, en realidad, este es el objetivo de toda esta farsa que nos ha ocupado medio agosto con el nombre de ‘debate sobre el burkini’.

No hace falta pensar que el burkini es una imposición machista para entender que su introducción en las playas europeas es llana y lisamente una provocación 

No es una ‘prenda tradicional musulmana’, es un invento de ayer por la tarde, como quien dice, y se ha usado exactamente para producir lo que ha sucedido: que las autoridades occidentales hagan el ridículo. Y lo han hecho, pero a base de bien.

¿Han visto ustedes las fotos de la mujer ‘obligada por la policía a despojarse del burkini’ en una playa de Francia? Es muy probable. Bien, pues si se fijan un poco advertirán que todo estaba preparado. Nadie va a la playa y se tumba sola como esa mujer sin una bolsa, ni un libro ni bronceador ni nada de nada. Estaba allí como una actriz esperando a sus comparsas. Y la cámara estaba lista para cuando llegaran.

Famosa imagen de la Policía frente a una mujer musulmana

No hace falta pensar que el burkini es una imposición machista para entender que su introducción en las playas y piscinas europeas es llana y lisamente una provocación, que se buscaba la prohibición puntual que las convirtiera en víctimas y, finalmente, la victoria final que ha llegado con la decisión del Consejo de Estado francés de prohibir que se prohíba.

La comunidad musulmana inmigrante, que carece de nuestros estúpidos complejos, ganará siempre y se ríe de nuestros balbuceos

El problema de fondo es que Occidente nunca quiere hablar del problema de fondo. Muchos en Occidente reaccionan contra el burkini o el burka y desean que desaparezcan, pero cuando tienen que expresar su opinión en público casi siempre dicen algo distinto a lo que de verdad piensan y sienten, usan el lenguaje de derechos y libertades, discriminación y feminismo y toda la insulsa verborrea que les han enseñado que es la única aceptable.

Por eso la comunidad musulmana inmigrante, que carece de nuestros estúpidos complejos, ganará siempre y se ríe de nuestros balbuceos usando contra nosotros nuestra jerga ideológica inane.

El burkini no sería un problema si nuestros líderes mostraran un compromiso serio y firme con nuestros valores y nuestras raíces, si estuvieran dispuestos -como gustan tanto de decir- de reconocer ‘al otro’, advertir que tienen delante una civilización rival, distinta de la suya y no soluble, como pretenden. Si al final quienes nos gobiernan se atrevieran a decir algo tan sencillo, Europa estaría salvada. Pero, es cierto, todo su tenderete de décadas se vendría abajo.

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