Cruda realidad / John Carlin: de abroncar al futbolista James a indignarse con el pueblo de EEUU

    El periodista Carlin dio lecciones al jugador advirtiéndole que tenía que votar sí a la falsa paz de Colombia y la guerrilla, y ahora echa un rapapolvo al votante americano por apoyar a Trump. Y es que sabe mejor que todos nosotros lo que nos conviene.

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    El periodista John Carlin, James Rodríguez y Donald Trump
    El periodista John Carlin, James Rodríguez y Donald Trump

    Tengo una confesión que hacer: no soy una buena persona. Mea maxima culpa. No, no soy buena, y admito haber caído últimamente en el placer culpable y pecaminoso del regodeo. Estoy disfrutando como una loca con la rabia y la frustración de tantos colegas que han metido la pata hasta atornillarla a sus errores en estas pasadas elecciones. Es un goce similar al que experimenté con el ‘Brexit’, pero mucho mayor.

    Por eso les diré que he leído la tribuna de John Carlin en El País, ‘Declaración de guerra a la estupidez’, con una sonrisa de oreja a oreja.

    Algunas personas creen que La Sexta da información.

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    John Carlin es un escaparate fascinante de lo más elitista de nuestra profesión, sin duda el más honesto de esa caterva de periodistas que habla a la gente desde su olímpica superioridad infalible y que hoy echan espuma por la boca con una victoria de Donald Trump que desdeñaban con una burla suficiente.

    John Carlin es como cualquiera de ellos, como todos ellos, como esos miles de periodistas de todo el mundo que tienen que hacer un esfuerzo sobre humano para no arrugar el rostro en un gesto de desdén y repugancia cuando tratan con el vulgo, con la ventaja para Carlin de que él no hace el esfuerzo.

    Es, en definitiva, como cualquier de ellos si no reprimieran su primer impulso de escribir con el primer cabreo que les producen las nuestras reacciones, la de nosotros, los deplorables plebeyos.

    Porque Carlin siempre escribe enfadado o rugiendo con la siniestra jocosidad de la revancha. O, al menos, siempre que lo he leído me lo ha parecido así.

    Carlin, quizá recuerden, le advirtió en su día al futbolista James que tenía que votar «sí» en el reciente referéndum colombiano para premiar a la guerrilla de las FARC y anunciarlo o sería un cobarde.

    Porque es característico de Carlin, de todos los Carlin que disimulan algo mejor su arrogancia, saber mejor que todos nosotros lo que nos conviene. Y Carlin, claro, hace de la victoria de Donald Trump en las pasadas elecciones presidenciales la lectura habitual de nuestras élites, solo que sin disimular lo mínimo, lo que es de agradecer.

    Carlin, sobre los votantes de Trump: «Son gente que elige sus verdades no en función de los hechos sino de sus creencias o prejuicios»

    Lean, hablando sobre el ‘tipo’ de gente que, en opinión de Carlin, ha votado a Trump: «Son gente de simple fe, ajena a la ironía; gente que elige sus verdades no en función de los hechos sino de sus creencias o prejuicios; gente que vive lejos de los océanos y del resto de planeta Tierra, al que le tiene miedo».

    Nadie pensaría por un segundo que se está refiriendo a unas sesenta millones de personas de la primera potencia económica y militar mundial, uno de los dos únicos países que solo ha sido democracia en toda su historia. Una cree estar leyendo el informe dirigido a Su Graciosa Majestad de un enviado especialmente petulante sobre una tribu indígena recién incorporada al imperio.

    Porque Carlin no elige sus verdades en función de creencias o prejuicios, sino de hechos… Es broma. Carlin es el último evangelista de la fe progresista, una de las más refractaria a los hechos que jamás haya existido sobre este bendito planeta.

    Carlin llega a la muy sesuda conclusión de que todo es estupidez. Estupidez y su correlato de términos tapabocas acabados en -fobo que ya salen siempre en tropel de la boca de cualquier progresista. No es una conclusión muy sutil o trabajada, pero sí sincera.

    Nos cuenta, por ejemplo, que «el ingreso medio de los votantes de Trump fue superior al de los de Hillary Clinton; que la mitad de los que votaron por Trump ganan más de 100.000 dólares al año». Élite pura, ¿no lo están viendo?

    Oh, bueno, Carlin no acierta a aclarar, porque ni siquiera se molesta en citarlo de pasada, cómo esta ‘élite’ de ciudadanos bien alimentados pudo hacer oídos sordos a los cantos de sirenas de todos -repito: TODOS- los chiringuitos financieros internacionales como Goldman Sachs, de todas las grandes multinacionales como Google, Apple, Microsoft, Facebook o Twitter, de todos los medios como Wall Street Journal, New York Times, Washington Post, CNN, ABC o CNBC.

    Minucias, supongo.

    También nos cuenta que el repudio a la señora Clinton «se debió en gran parte al horror a la idea de una mujer al mando del país».

    No sé cómo respondería Carlin -corrijo: sí lo sé- si alguien atribuyera su rechazo a Margaret Thatcher -salvo en la cuestión de las Malvinas- a su «horror a la idea de una mujer al mando del país». Pero él sabe más.

    Margaret Thatcher
    Margaret Thatcher / Wikimedia

    Habla Carlin, aún con este tema del repudio a Clinton, de «un rechazo visceral». Porque, naturalmente, no puede haber nada racional en desconfiar de una mujer investigada por el FBI, cuya fundación es un patio de Monipodio, que puso en peligro la seguridad nacional -y, siendo Estados Unidos, la de todos- según el propio director del FBI, que no había una guerrita remota que no le gustara y que, en fin, no tiene logro incuestionable que mostrar como trofeo, salvo en de poseer el mismo doble cromosoma X que yo o que la mitad de la poblacion mundial.

    Pero no sean duros con él. Su tiempo ha pasado, y sospecho que lo sospecha.

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