Y es de justicia reconocer que Alá debió de favorecer grandemente a Erdogan, que se encuentra ahora sin oposición a su plan de islamización del país y que lleva detenidos a más de 60.000, estudia reestablecer la pena de muerte, ha destituido de un plumazo a 2.700 jueces, a un tercio del ejército y a buena parte de la Policía.
Sí, ha sido un regalo, tan inesperado y prodigioso que cada vez son más los que dudan que lo que ha pasado sea lo que oficialmente ha pasado. Hay tres opciones, examinémoslas:
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahora1. Es lo que dicen que es, un golpe de Estado fallido, sin más
A favor de esta tesis está el hecho de haber sido oficialmente aceptada por todos los gobiernos extranjeros y, para qué negarlo, la mala fama que tienen las teorías de la conspiración. Pese a que abundan en la historia y que a cualquier se le ocurre que son un procedimiento bastante útil para avanzar según qué fines, señalar que tal o cual fenómeno es o podría ser el resultado de una conspiración afecta casi siempre negativamente sobre el prestigio de quien lo declara.
Por lo demás, dar golpes de Estado es casi una disciplina olímpica en Turquía, que ha vivido más de media docena -el último antes que este, en 1997- desde el primero que dio nacimiento a la república en 1920 de la mano de los Jóvenes Turcos y su líder, Mustafá Kemal, Atatürk.
Turquía, un enorme imperio que había tomado el relevo del Califato de manos de los árabes, llevaba ya siglos de retraso y decandencia cuando este oficial de Salónica quitó al sultán, eliminó el Califato y decretó que el único modo de modernizar Turquía era occidentalizarla.
Atatyrk cambió el alfabeto, del árabe al latino, impuso los modos occidentales, prohibió el velo y el fez y, sobre todo, la más estricta separación de religión y política. Para ello encomendó constitucionalmente al ejército la protección de la laicidad del Estado.
Tendría, pues, sentido, que el Ejército, ante un Erdogan que no hacía más que reintroducir subrepticiamente el Islam en la política, diera su enésimo golpe y, por una vez, fallara.
Por otra parte, el malo malísimo que se supone que está detrás, Fetulá Gülen, viven en Pensilvania y tiene viejos lazos con los Clinton. Turquía forma parte de la OTAN y no sería disparatado que los Estados Unidos, temiendo un resurgir islamista en el país que diera alas a los yihadistas del IS, hubiera dado el visto bueno a la operación.
Quizá tampoco sea casual que el golpe se produjera después del acercamiento de Ankara a Moscú.
EN CONTRA DE LA TESIS: LOS PRINCIPALES MANDOS MILITARES NO ESTABAN IMPLICADOS EN EL GOLPE, NI LA POLICÍA, NI LOS SERVICIOS SECRETOS NI LOS PARTIDOS OPUESTOS A ERDOGAN
En contra de esta tesis hay muchas ‘pruebas circunstanciales’. Los principales mandos militares no estaban implicados en el golpe, ni la policía, ni los servicios secretos ni siquiera -casi más sorprendente- ninguno de los partidos opuestos a Erdogan.
¿A quién se le ocurre dar un golpe en estas condiciones contra un presidente especialmente popular? Tampoco se cortaron las comunicaciones ni la electricidad de las mezquitas, a las que faltó tiempo para convocar a los fieles a que pararan el golpe.
Además, Gülen no solo ha negado toda implicación, sino que ha insinuado que se trata de un autogolpe, una farsa. Este Gülen es un personaje de lo más interesante, teólogo musulmán y hasta hace relativamente poco aliado de Erdogán. Se convirtieron en acerbos enemigos cuando Gülen destapó una red de corrupción en el entorno del presidente.
Lo curioso de Gülen es que, a diferencia de los enemigos clásicos de Erdogan, no es laicista, aunque su estrategia religiosa, más que una vuelta al islamismo primitivo, consiste en basar en los preceptos islámicos una forma de modernización turca. Que viva en Pensilvania le convierte, por lo demás, en un perfecto Goldstein, ese ‘enemigo público número uno’ a quien el régimen totalitario de ‘1984’, de Orwell, atribuía cualquier cosa que fuera mal en el imperio.
2. Es una farsa montada por el propio Erdogan para reforzar su poder y eliminar a sus enemigos
En este escenario, agentes de Erdogan se habrían acercado al general de la Fuerza Aérea Öztürk -el que va a pagar el pato, conocido gülenista- y le habría transmitido órdenes de Pensilvania de dar el golpe, con las garantías sobre seguimiento al uso en estos casos.
A favor de esta explicación está el hecho de que, como hemos visto al principio y ha dicho el propio Erdogan, esto ha sido un verdadero regalo. «A quién favorece el crimen» sigue siendo una buena regla, muy especialmente en política internacional.
Además está el hecho de sus rápidas purgas, con fuentes declarando que las listas de personajes a apartar y/o detener estaban redactadas antes del supuestamente inesperado golpe.
Hay otros detalles de los que es pronto para sacar conclusiones, como el hecho, ya citado, de permitir que Erdogán se dirigiera al país por Internet y hubiera docenas de cámaras transmitiendo al mundo -y al resto de los turcos- lo que estaba sucediendo. No hubo arrestos apenas, por último.
EN CONTRA DE LA TESIS: CUALQUIER SERVICIO SECRETO PODRÍA DESCUBRIR LOS ENTRESIJOS DEL AUTOGOLPE Y ERDOGAN ACABARÍA SINO EXILIADO, AHORCADO
En contra, la estrategia es muy arriesgada. No sería inverosímil que el golpe ‘de mentirijillas’ acabara encontrando eco y, mucho más, que se descubriera el pastel y Erdogan quedara como responsable del centenar de muertes de esa noche.
Cualquier servicio secreto podría descubrir los entresijos del autogolpe y Erdogan acabaría muy probablemente, sino exiliado, ahorcado y toda su obra definitivamente deshecha.
Después de todo, Erdogan no estaba exactamente en una posición de extrema debilidad, y si el golpe fallido le ha beneficiado enormemente, no puede decirse que lo necesitara tanto como para arriesgarse.
3. El golpe fue real, pero Erdogan lo conocía y se aseguró de que fracasara
Que los militares le tenían ganas a Erdogan y que éste llevaba años tratando de meter mano en el ejército es sobradamente sabido. También se discutía en estas fechas una nueva constitución, que podría poner fin a la herencia kemalista y permitir una paulatina islamización de Turquía.
Imaginemos que el ejército, como temía Erdogan y dispone la constitución, planea parar los pies a Erdogan mediante un golpe, el procedimiento estándar por estos lares. Pero no está unido como antaño, porque el presidente ha introducido en él tantos cambios a su favor como le ha sido posible. Hay erdoganistas en sus filas, y no pocos.
El servicio de inteligencia se entera, lo comunica a Erdogan y este, en vez de pararlo, decide utilizarlo, asegurándose al mismo tiempo de que fracasa.
A favor de esta tesis está el hecho de que explica todo lo que explicaría el autogolpe sin ninguno de sus riesgos. Explica la rápida reacción de Erdogan y su ‘contragolpe’, explica las listas negras ya preparadas, explica los fallos de los golpistas, que se habrían encontrado a sus enemigos preparados.
SEA EL GOLPE REAL O FICTICIO, EL FUTURO PINTA OSCURO PARA QUIENES SOÑABAN CON UNA TURQUÍA LAICA E INTEGRADA EN EUROPA
En contra, y aparte del enorme riesgo de permitir que siga adelante un golpe real, por muy controlada que se crea tener la respuesta, es que quizá sea demasiado bonito para ser cierto. Y. naturalmente, que no puedo aportar prueba alguna.
En cualquier caso, este golpe, real o ficticio, lo cambia todo. Puede decirse que aquella noche murió la Turquía diseñada por Atatürk y que nada volverá a ser como antes.
Turquía lleva tiempo coqueteando con el IS, de cuyo petróleo, según quiere el rumor, se beneficia el régimen, y sueña con volver a ser cabeza del Islam suní universal.
El futuro, en fin, pinta oscuro para quienes soñaban con una Turquía laica y moderna integrada finalmente en Europa.