Una diría que el asesinato de un policía en pleno París con un Kalashnikov debería ser noticia de primera, lo que no ocurre en la mayoría de nuestra prensa nacional.
Sobre todo, debería ser noticia por sí mismo, más cuando hemos vivido en Europa cinco atentados en cuatro semanas por parte de individuos que coinciden en profesar la misma religión, aún minoritaria en Occidente.
Por eso resulta especialmente repugnante que el sesgo que se está dando mayoritariamente al atentado de París sea que «da votos a Le Pen».
¿Cuándo perdimos la sensibilidad, el alma? El muerto se llamaba Xavier, tenía 37 años. No era un símbolo, era una persona, con familia, con sus ideas, con sus sueños y ambiciones. Dice el canalla podemita Miguel Urbán: «Le Pen ya está utilizando el atentado para fomentar el miedo y el odio». ¿Cómo se consigue ser tan miserable? ¿Hay que entrenar o algo?
¿Da este atentado voto a Le Pen en las presidenciales del domingo? Bueno, sería lógico. ¿Dice eso algo malo de Le Pen? No, en absoluto.
Si un candidato basa su campaña en, digamos, alertar contra la inflación y durante la campaña cae drásticamente el valor de la moneda, es probable que esa confirmación le favorezca, pero no porque los «utilice para fomentar el miedo y el odio», sino porque le da la razón.
Decía, creo, Orwell que ver lo que tenemos delante de los ojos requiere un esfuerzo permanente, y el esfuerzo de nuestras élites parece estar volcado en que neguemos lo que tenemos delante
Ahora, yo entiendo al globalista que me viene y me dice: «La globalización es imparable; querer luchar contra ella es querer ponerle puertas al campo. Las fronteras nacionales están obsoletas y el nacionalismo es una fuente de división y conflicto que ha provocado demasiadas guerras. Sí, será incómodo, tendrá riesgos, habrá que acostumbrarse a corto plazo a cosas desagradables. Pero, a la larga, compensa y, en cualquier caso, es inevitable».
Pero no es eso lo que estamos viendo. Estamos viendo una maniobra de desinformación y manipulación que, estoy segura, se estudiará en las universidades a finales de siglo.
Decía, creo, George Orwell que ver lo que tenemos delante de los ojos requiere un esfuerzo permanente, y el esfuerzo de nuestras élites parece estar volcado, precisamente, en que neguemos lo que tenemos delante de nosotros.
En España, el diario online de Roures, Público, sugiere que podría tratarse de un intento de robo. Contra la policía y con un AK-47. ¿Por qué hacen eso? ¿De verdad creen a sus lectores tan idiotas? ¿somos tan idiotas, o estamos ya tan idiotizados?
Otra tontería al uso para echar balones fuera es llamarles ‘lobos solitarios’. No hay nada que temer, son individuos aislados, no forman parte de organización alguna.
El problema de negar el problema
¿Y eso es lo que no hay que temer? A mí me parece exactamente lo contrario: una organización se puede desactivar, arrestar a su cúpula. Precisamente por eso el IS aconseja a sus ‘fieles’ que actúen exactamente como lobos solitarios, por su cuenta. Eso lo hace aterrador, la verdad.
Mi teoría es esta, por si alguien quiere recogerla: ¿tienen miedo a Le Pen, al populismo, a la extrema derecha? Enhorabuena, porque lo tienen muy fácil: basta que, como Le Pen, reconozcan el problema. Sin tapujos, sin malentendidos, sin disimulos. Dándole, si quieren, una solución muy distinta.
Pero, trágicamente, no es eso lo que están haciendo. Dedican mucho más esfuerzo a negar el problema o, peor, a considerarlo inevitable, como ha declarado tras el atentado el candidato Emmanuel Macron o hizo en su día el primer ministro, Manuel Valls.
A mayor poblacion musulmana, más atentado. Ódienme, si gustan, pero es perfectamente comprobable
¿Por qué es inevitable algo que hace menos de una década nos parecería increíblemente grave? Polonia y Hungría no tienen que preocuparse en absoluto. Ni siquiera nuestro país, desde el 11-M, ha tenido que lamentar muertos por atentados islamistas, porque la correlación más evidente -y más ocultada- es que, a mayor poblacion musulmana, más atentados. Ódienme, si gustan, pero es perfectamente comprobable.
Le Pen es una reacción, un producto inevitable de un estamento político (y cultural, y académico, y financiero, y mediático) que no es que tenga una solución alternativa al problema, sino que se niega a ver el problema y pretende que nadie lo vea. El reconocimiento de patrones, que es parte de lo que nos ha elevado sobre los animales, es hoy un delito de odio, y esa será la perdición de nuestra cultura.
Sí, es probable que este atentado dé votos a Le Pen. Pero eso se debe a que ningún partido del consenso quiere abrir los ojos, o dejar que los abramos.
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