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Cruda realidad /¿Por qué Pablo la llama verdad cuando quiere decir propaganda?

García Ferreras y Pablo Iglesias en Al Rojo Vivo

García Ferreras y Pablo Iglesias en Al Rojo Vivo/ YouTube

Pablo Iglesias ha arremetido contra la prensa. Bueno, no exactamente:Pablo Iglesias lleva arremetiendo contra cualquiera que no le baile el aguadesde que saltó a la palestra pública. Pero esta vez ha traicionado la confidencia de un periodista y ha puesto de uñas a la profesión. Pablo no es tonto, pero la arrogancia nos acaba haciendo estúpidos a todos.

El caso es que los profesionales de la información, salvo los adictos, esos que esperan dirigir la prensa del Movimiento en un futuro régimen morado, se han plantado y han dicho «hasta aquí».

La formación radical ha reaccionado a las críticas como suele: llamando ‘casta’ a todo el mundo y, en general, haciendo un círculo con las caravanas y disparando a todo lo que se mueve, como en el Salvaje Oeste.

Carolina Bescansa, esa chica de familia bien de Santiago que se llevó a su hijo recién nacido al Congreso para hacerse la foto y dejarlo en brazos de la ‘nurse’ en cuanto empezó a dar el rollo, ha reclamado «abrir un debate sobre cómo funcionan los medios por dentro».

Dice la secretaria de Análisis Político y Social de Podemos que «la gente sabe que no se trata a Podemos [en los medios] de la misma manera que al resto de las fuerzas políticas».

Ningún grupo recién nacido ha tenido más profesionales de primer nivel -Ferreras, Évole, Cintora- poniéndoselas como se las ponían a Fernando VII

Y hay que reconocer que la número tres de Podemos tiene más razón que un santo: ningún grupo recién nacido ha tenido semejante exposición mediática por parte de las televisiones como el partido de Pablo Iglesias, ninguno ha tenido entrevistadores más obsequiosos, más presencia en tertulias cuando aún no tenía un solo voto, más profesionales de primer nivel -Ferreras, Évole, Cintora- poniéndoselas como se las ponían a Fernando Podemos es el único partido, que recordemos, que ha tenido tratamiento de alfombra roja en las televisiones -la mención especial a La Sexta, la cadena salvada in extremis por el Gobierno Rajoy, es obligada- antes incluso de existir. Pablo Iglesias ha sido en las teles una presencia más constante y omnipresente que muchos de los locutores.

Sí, doña Carolina, tiene usted razón: no se trata a Podemos de la misma manera que al resto de las fuerzas políticas. Cualquier otro grupo naciente hubiera dado un brazo por una cobertura la cuarta parte de extensa y la décima parte de halagüeña.

Estos inflamados amores de la profesión pueden extrañar a quien ignore que nuestro gremio es, de media, el más disparatadamente izquierdista, cortesía de las facultades de Periodismo.

Y no es cosa de aquí: en Estados Unidos, solo el 7% de los periodistas vota al Partido Republicano, el PP de allá. Imagínense, una profesión izquierdista en un 93%. Pueden esperar una gran pluralidad.

Pero, aun así, no deja de resultar extraño. La Sexta es, después de todo, una empresa privada, fundada por un catalán, Jaume Roures, que aunque ideológicamente maoísta, no deja de ser un empresario de caricatura comunista, de los de chistera y puro, a la hora de despedir gente mandándola al Fogasa o repartir sus ganancias en cientos de paraísos fiscales.

Es una empresa privada de medios, y ese es un modelo que a los de Podemos no les gusta. Pablo es partidario de una prensa estatal, alegando que es el modo de conseguir ‘pluralidad y veracidad’, porque, si no, la información queda en manos «de un puñado de millonarios».

No es una opinión personal, sino línea del partido. En su primer programa electoral, para las Europeas de 2014, Podemos exigía «una legislación destinada a impedir la formación de monopolios u oligopolios en el ámbito de la comunicación». Naturalmente, cualquiera con dos dedos de frente y ojos en la cara sabe el grado de ‘pluralidad’ o ‘veracidad’ que alcanzan los órganos oficiales del Estado que acaban siendo, por fuerza, del gobierno de turno.

¿Pravda (la de Brezhnev)? ¿Granma? Queda un poco extraño que una periodista base su argumentación contra una corriente ideológica sobre el dogma del pecado original, así que lo diré de esta otra manera: la izquierda se equivoca por muchas cosas, pero sobre todo por su profunda ignorancia de lo que es el ser humano.

Sí, claro que los dueños de los grandes medios tienen sus intereses y su visión del mundo y naturalmente que van a publicar lo que consideren oportuno, para eso pagan. Por eso el periodista honesto tiene que buscar -al menos, si lo suyo es la opinión o el análisis- un medio que, grosso modo, coincida con lo que piensa. Sería infantil que protestara porque La Marea -fundada por los más radicales ex redactores de Público- se niega a publicar una defensa mía de la monarquía.

Pablo Iglesias tiene razón cuando dice que la veracidad corre peligro cuando quien paga tiene un interés concreto y un sesgo definido. Pero poner todos los medios al servicio del poder es asegurarse de que desaparece del todo, sustituida por la propaganda.

El mercado informativo privado es bueno porque es plural y la verdad que uno quiera ocultar la revelará el otro

No: el mercado informativo libre y privado no es bueno para enterarse de lo que pasa porque los periodistas seamos mártires de la verdad a los que no nos importe comer caliente con tal de decirla, ni porque los dueños de los medios sean necesariamente ‘caballeros sin espada’, comprometidos solo con la verdad, pese a quien pese.

El mercado informativo libre y privado es bueno porque es plural, porque hay’millonarios’ (¿no ha oído hablar de las sociedades anónimas, del crowdfunding, de Internet o de las cooperativas?) de un lado y del contrario y del de más allá, y la verdad que uno quiera ocultar la revelará el otro, y la mentira que trate de vender este la desenmascara aquel.

Se llama libertad, Pablo, y nos ha funcionado muy bien. Se llama libertad, Pablo, y tú ni la hueles.

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