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Cruda realidad / Putin y Trump, conjunción planetaria

Vladimir Putin y Donald Trump conversan en la cumbre del G-20 en Hamburgo / EFE-Sputinik -Kremlin Pool

Vladimir Putin y Donald Trump conversan en la cumbre del G-20 en Hamburgo / EFE-Sputinik -Kremlin Pool

El mundo estaba expectante, y los periodistas, que llevan desde noviembre dando la matraca con el conchabeo culpable de los dos líderes, han repasado las fotos y vídeos del encuentro hasta la saciedad, deconstruyendo cada mirada y haciendo sesudas exégesis de cada gesto, ángulo y movimiento, como comentaristas deportivos revisando la moviola de una falta.

Es curioso este hermanamiento forzoso, porque la fría geopolítica les enfrente e incluso en lo personal no es menos lo que les separa que lo que les asemeja.

Desde la Guerra Fría, nunca habían estado las dos potencias más cerca del conflicto ‘caliente’

Pese a las fantasías mediáticas de una ‘trama rusa’ por la que se habrían puesto de acuerdo para que Putin echara una mano ilícita a Trump para ganar las elecciones, lo cierto es que la victoria del republicano no ha traído más que quebraderos de cabeza al Kremlin.

Lejos de levantar las sanciones contra Moscú, Washington amenaza con aumentarlas, en el Báltico los yanquis sacan pecho a tiro de piedra de Rusia y en Siria el enfrentamiento directo está cada día más cercano. Desde la Guerra Fría, nunca habían estado las dos potencias más cerca del conflicto ‘caliente’.

En lo personal, el uno es tan frío como caliente el otro, calculador e inexpresivo el ruso e impulsivo y gestual el americano. Putin tiene la seriedad implacable de lo que es, un ex agente del temible KGB; Trump, la grandilocuencia histriónica de un magnate yanqui con hambre de publicidad y un narcisismo mediático estridente y… Bueno, muy americano.

Y, sin embargo, tienen en común lo más señalado: les odian los mismos, y por parecido motivo. Aun enfrentados, se entienden, porque enfrente tienen a la élite mediática -que no es más que el altavoz de quienes les pagan- que les odian y les emparejan como dos enormes obstáculos en la construcción del Mundo Feliz que ven ya al alcance de la mano.

Al ruso se le llama constantemente autocrático, siendo el líder con mayor apoyo popular en su pueblo entre los grandes y habiendo ganado cada vez unas elecciones que nadie, hasta la fecha, se ha atrevido a impugnar en serio.

Al americano se le moteja poco menos que de nazi, siendo así que ha ganado limpiamente, y contra el viento de los intereses y la marea de la prensa unánime, unas elecciones en un país que solo ha conocido la democracia.

Ambos hablan de Dios y de fe, que para los líderes occidentales es como mentar la bicha

Pero ambos cometen errores garrafales para nuestro tiempo que les convierten en los Enemigos Públicos Número Uno y Dos. Ambos hablan de Dios y de fe, que para los líderes occidentales es como mentar la bicha. Ambos apelan al patriotismo, ambos subrayan la importancia crucial de la familia, ambos advierten contra la destrucción de los valores que trae, inevitablemente, la decadencia de nuestra civilización.

Se han visto al fin, mientras todo el mundo les mira. Y de esa reunión pueden o no salir acuerdos importantes, quizá se avance, como dicen, en la lucha contra el IS; tal vez, como alegan, esté más cerca un entendimiento en Siria y quién sabe si un arreglo en Ucrania.

Pero eso, con ser importante, es menos significativo que la propia foto, que ese apretón de manos entre dos hombres solos, dos líderes mundiales que tienen en contra a la cúpula de Occidente.

Si uno quiere saber hacia dónde pretenden llevarnos nuestros líderes, basta fijarse en los gestos que en ellos más irritan a la prensa, que son mensajes que hace no muchos años se considerarían prácticamente obligados y rutinarios en cualquier gobernante occidental y que hoy, como en una diabólica inversión, se han convertido en los nuevos tabúes.

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