«Soy la madre superiora de la Congregación». Con estas palabras iniciaba, tras el preceptivo saludo -«Reverendo Mosén»-, Marta Ferrusola, la matriarca del clan Pujol, las instrucciones a su gestor de fondos para que moviera parte del capital que mantenía en cuentas ocultas.
«Desearía traspasar dos misales de mi biblioteca a la biblioteca del capellán», instruía en referencia a la cuenta de su hijo Jordi Pujol Ferrusola. «Él le dirá dónde los debe colocar», terminaba.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraLa nota, que ha circulado ampliamente por medios y redes sociales, proporciona casi un alivio cómico al penúltimo y deprimente capítulo de esta nueva serie de casos de corrupción que inundan nuestras portadas en las últimas semanas.
Se supone que es una clave, pero no entiendo qué tiene de disimulado dirigirse a un gestor de fondos llamándole ‘Mosén’, la verdad.
Los casos de la última hornada afectan al PP -caso Lezo- y a esta peculiar familia que de modo directo o indirecto ha controlado los destinos de Cataluña -y, sobre todo, del nacionalismo catalán- durante décadas.
Pero si el Partido Popular ya está pagando las fechorías de González en la intención de voto del personal, la gran obra de los Pujol, la secesión catalana, no es probable que sufra mucho ni poco con el escándalo.
En realidad, la corrupción, en sentido amplio, es inseparable de la naturaleza humana y siempre la tendremos con nosotros, y en sentido político parece estar en función, más que de unas siglas u otras, del tiempo que se lleve gobernando una misma circunscripción y del presupuesto que se maneje.
El caso de los Pujol es bastante más serio que otros ‘affaires’ porque la gran coartada de este jugoso negocio ha sido el espejismo de la independencia de Cataluña
De hecho, estas noticias que tanto nos deprimen deberían llenarnos de orgullo: que se investiguen, juzguen y castiguen a miembros del partido en el poder por meter la mano en la caja indica que el sistema, renqueante o no, aún funciona, que la justicia no está corrupta y que no vivimos, en fin, en una república bananera.
Pero el caso de los Pujol es bastante más serio, y no solo porque la cosa viene de muy largo y los tribunales parecen moverse con desesperante lentitud -lo que ha permitido, por ejemplo, a uno de los hijos seguir sacando millones durante la propia investigación-, sino porque la gran coartada de este jugoso negocio ha sido el espejismo de la independencia de Cataluña.
Amenazar la unidad de uno de los Estados nación más antiguos que existen en el mundo ya parecería bastante grave en cualquier tierra de garbanzos, pero resulta especialmente repulsivo servirse de esa misma amenaza para cubrir el propio afán de medro por medios ilegales.
En el libro de autoayuda ‘101 Métodos para hacerse Millonario’ debería figurar en un lugar de honor el capítulo: ‘Monte su propio movimiento independentista’.
La idea es brillante, si bien bastante irresponsable, porque uno consigue -programa- una gigantesca guardia de corps, compuesta por millones de entusiastas de la causa, dispuestos a defenderte ante cualquier acusación, por flagrantes que sean las pruebas, denunciándola como una ‘maniobra contra Cataluña’.
Por otro lado, el Gobierno central, tan a menudo necesitado de apoyos parlamentarios para gobernar, vacila antes de enfurecer a sus aliados potenciales mandándoles a los guardias, con lo que ya tenemos otro mecanismo de seguridad para evitar fisgones.
Pero que el Gobierno y sus adláteres hayan podido hacer la vista gorda ante actividades de las que se viene hablando a media voz desde hace décadas es mil veces menos grave que la tradicional bajada de pantalones de administraciones centrales, no importa que fueran del PSOE o del PP, con el constante adoctrinamiento de una poblacion en el odio a todo lo español y la continua burla y el desafío incesante hacia la legalidad que nos obliga a todos.
Entre que se lleven millones o me arrebaten ese trozo de España que es Cataluña, yo no tengo la menor duda de lo que prefiero
La triste verdad es que quienes se escandalizan de los millones que los Pujol -et al., que en la política catalana no están ni mucho menos solos- se han echado a la butxaca y se quedan más o menos fríos con las mil y una afrentas a la ley que rutinariamente protagonizan sus discípulos están colando el mosquito y tragándose el camello.
Sinceramente, entre que se lleven millones o me arrebaten ese trozo de España que es Cataluña, yo no tengo la menor duda de lo que prefiero, ni qué considero un crimen mayor.