Cruda realidad / ¿Ya nadie se acuerda del Holocausto Nuclear?

    Y si llega una bomba y todo salta por los aires: el yihadismo, los semáforos gays de Carmena, la corrupción de los partidos… porque  quizá estemos más cerca de un “big boom” que en la propia Guerra Fría, que se ha reeditado sin que exista ningún pretexto de rivalidad ideológica.

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    Fotograma de la película cómica '¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú' estrenada en 1964.
    Fotograma de la película cómica '¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú' estrenada en 1964.

    Enterrada entre otras noticias más acuciantes, interesantes o polémicas, a mediados de la semana que termina me topé con una noticia que me recordó lo rápido que pueden ‘solucionarse’ todas nuestras crisis y cómo pueden terminarse de un plumazo nuestras diarias polémicas ideológicas: un caza ruso Su-27 había interceptado un bombardero estratégico estadounidense B-52 que sobrevolaba el espacio aéreo ruso en el mar Báltico.

    Olvide los tecnicismos y, si quiere, álcese de hombros ante lo que es una anécdota menor en el interminable ‘tira y afloja’ de la geopolítica global.

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    Pero el incidente me sirvió para darme cuenta de lo poco que nos cuesta olvidar todo aquello sobre lo que los medios no se centran obsesivos y lo fácil que sigue siendo que todos volemos por los aires antes casi de darnos cuenta.

    Cuando yo era pequeña, el Holocausto Nuclear era el gran temor del momento, el Apocalipsis del momento al que los medios dedicaban grandes y abracadabrantes reportajes.

    La construcción de refugios nucleares era un negocio boyante en Estados Unidos y los escolares allí aprendían qué debían hacer en caso de estallar la guerra.

    Dos grandes bloques enfrentados por ideologías opuestas e incompatibles y armados hasta los dientes con cabezas atómicas se disputaban cada milímetro del Planeta y sus líderes parecían no tener nunca lejos el maletín nuclear y estar siempre a punto de apretar el terrible botón rojo.

    Acabó la guerra fría, nos olvidamos del apocalipsis de entonces y nos centramos en otros nuevos: cambio climático, yihadismo, etc.

    Y, de repente, el muro de Berlín se vino abajo a golpe de pico y la Unión Soviética desapareció… y Moscú y sus aliados renunciaron al comunismo y de la noche a la mañana nos encontramos en otros mundo, tras la victoria sin disparar un solo tiro de una guerra que nunca llegó a declararse.

    Y, naturalmente, nos olvidamos del apocalipsis de entonces y nos centramos en otros nuevos: el Cambio Climático, el envejecimiento demográfico, las grandes migraciones, el yihadismo internacional… Elija usted mismo su miedo. Pero del botón rojo nunca más se supo.

    Y no deja de ser curioso, porque el mundo no se ha alejado un milímetro de esa posibilidad, ni el gigantesco arsenal nuclear se ha volatilizado ni el mundo es exactamente una balsa de aceite.

    El presidente de Rusia, Vladimir Putin / Wikimedia
    El presidente de Rusia, Vladimir Putin / Wikimedia

    De hecho, quizá estemos más cerca que en la propia Guerra Fría, que se ha reeditado sin que exista ya ningún pretexto de rivalidad ideológica.

    El año pasado asistimos a una campaña electoral en Estados Unidos en la que uno de los dos partidos, el demócrata, no paró de lanzar acusaciones gravísimas contra Moscú y se respiraba una atmósfera prebélica, de «Rusia es culpable», absolutamente enloquecida.

    El propio senador John McCain, republicano y ex candidato a la presidencia frente a Barak Obama, llegó a declarar que la supuesta ‘injerencia’ rusa en las elecciones era un ‘casus belli’, una razón legítima para declararle la guerra a Rusia.

    Me resultaba terrorífica la frivolidad con la que se hablaba de enfrentarse a Rusia, como si se tratase de alguna de esas guerritas remotas a las que se ha entregado últimamente Estados Unidos, que no alteran en lo mínimo la vida normal de los norteamericanos, la mayoría de los cuales no sabría encontrar en el mapa el país que están bombardeando.

    Pero Rusia no es un país de chicha y nabo, ni la guerra con Moscú podría ser un espectáculo que ver solo por televisión a la hora de las noticias.

    En una guerra con Rusia sólo habría perdedores y muy probablemente la extinción de nuestra especie

    Rusia es la segunda potencia nuclear mundial y su respuesta convertiría un conflicto con este país en una guerra en la que solo habría perdedores.

    Y, muy probablemente -como advertía el propio Putin en una reciente entrevista-, la extinción de nuestra especie.

    Moscú y Washington siguen chocando en Siria, en Ucrania. El aislamiento de Qatar, como recordábamos aquí, se debe a su acercamiento a Rusia.

    Irán, perpetuamente en el punto de mira de los misiles americanos, también sería un escenario perfectamente capaz de desencadenar el infierno atómico.

    Sería curioso, ¿verdad?, que ese fuese el brusco fin de las leyes de ideología de género, de los semáforos gays de Carmena, de la corrupción de los grandes partidos, de los atentados yihadistas, de las payasadas bolivarianas de Podemos, de la escamante venta del Banco Popular, de las polémicas en torno a Trump, del envejecimiento demográfico…

    Y no tendríamos tiempo para enterarnos de nada.

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