El año que viene se cumplirán cien años de la Revolución Rusa. En este período de tiempo se han verificado dos hechos fundamentales. Que el comunismo, allí donde se implantó, sólo trajo miseria y pérdida de libertades. Y que la combinación de capitalismo y democracia liberal representativa, a pesar de sus imperfecciones, es el sistema que más ha reducido la pobreza de toda la historia, al tiempo que ha sabido garantizar altos niveles de libertad.
No obstante, desde que Pablo Iglesias anunció, hace sólo dos años, su candidatura para las elecciones al parlamento europeo, una parte considerable de nuestros compatriotas parece dispuesta a someterse (y someternos a los demás) al enésimo experimento neocomunista. Pedro Sánchez, como otros tontos útiles de la historia, sólo precipitaría los acontecimientos.
La pregunta cae por sí sola: ¿qué ha ocurrido? O para formularla con más precisión: ¿qué ha hecho Podemos para obtener casi el doble de votos que Izquierda Unida hace veinte años, cuando, de la mano de Julio Anguita, cosechó sus máximos resultados históricos?
Sin duda, las condiciones de 2016 son distintas de las de 1996, aunque también existen elementos de similitud. Pero cometeríamos un error si ignoráramos el papel de las individualidades en la historia. Sin Pablo Iglesias, Podemos no habría crecido de manera tan fulgurante; probablemente, ni siquiera hubiera llegado a existir.
A fin de responder a esas cuestiones, resulta imperativo recordar algunos datos de la prehistoria de Podemos, centrándonos en la biografía de su líder. Distinguiré dos etapas.
Etapa embrionaria: del 13 de marzo de 2004 a noviembre de 2010. La característica principal de este período es que Pablo Iglesias aún no ha roto el cascarón del mundillo ultraizquierdista: fuera de este, no lo conoce nadie.
Sus padres le llamaran Pablo en homenaje al político marxista y fundador del PSOE
Cuando Pablo Iglesias participó en las movilizaciones del 13-M contra el Partido Popular, era ya una joven promesa de la ultraizquierda académica, incubada en la Universidad Complutense. No fue casual que sus padres le llamaran Pablo, en homenaje al político marxista y fundador del PSOE. La madre era abogada de CC.OO. y el padre había sido miembro del FRAP. Parece hasta natural que el hijo militara desde la adolescencia en las Juventudes Comunistas. Pero el 13-M es decisivo porque Iglesias no sólo estaba entre los manifestantes, sino que muy poco después teorizó sobre aquello, extrayendo conclusiones harto significativas[1].
Para Iglesias, el 13-M no fue una mera protesta contra el PP, sino un cuestionamiento de la democracia representativa. Pero sobre todo fue una revelación del potencial de las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) en la práctica política antisistema. Iglesias reproduce una cita del filósofo marxista y activista Franco Berardi, que resume admirablemente la idea: “Por primera vez en la historia humana, hay una generación que ha aprendido más palabras y ha oído más historias de la televisión que de su madre.”
El otro elemento fundamental de la etapa embrionaria es la colaboración que inicia Iglesias con la Fundacion CEPS, un think tank anticapitalista que, según la información publicada por El País, cobró cerca de cuatro millones de euros del régimen chavista, entre 2002 y 2012. Durante esta etapa, al igual que otros fundadores de Podemos como Íñigo Errejon y Juan Carlos Monedero, Iglesias adquirió una experiencia crucial en la implantación de regímenes populistas hispanoamericanos, que vio aplicable en España.
Etapa larvaria: del 18 de noviembre de 2010 a enero de 2014. Esta fase se inicia con el primer programa de La Tuerka, presentado por Iglesias, en el canal local de línea izquierdista Tele K. Para que se hagan una idea, el inicio de las emisiones en TDT, unos meses antes, estuvo apadrinado por Willy Toledo, Leo Bassi, Pilar Manjón, Wyoming y el Dr. Sedaciones, Luis Montes.
La Tuerka llegó a tener un relativo éxito gracias a su difusión por internet, y como ha reconocido el propio líder de Podemos, sin él no se hubiera forjado Pablo Iglesias como fenómeno televisivo. El primer programa trató la visita a España de Benedicto XVI, y sirvió para que los tertulianos pusieran a caer de un burro al pontífice. Para abrir boca, Iglesias dio paso a un vídeo groseramente anticatólico, producido por el colectivo de lesbianas gallego MariBolheras Precárias (sic), donde entre otras lindezas se decía: “La Iglesia mata, apostata”.
La Tuerka, con el pretexto de la efeméride de la muerte de Franco, se dedicó a fustigar a la monarquía y a la Transición
El segundo programa, con el pretexto de la efeméride de la muerte de Franco, se dedicó a fustigar a la monarquía y a la Transición. Este era el estilo inconfundible de La Tuerka. Sectarismo en vena contra la Iglesia y el régimen constitucional, además de contra el capitalismo y el “imperialismo”. Pero hasta la primavera de 2013, y pese a una fugaz aparición en Tele 5, Iglesias continuó siendo un perfecto desconocido para la inmensa mayoría de españoles.
El 25 de abril de 2013 Pablo Iglesias fue invitado al programa de Intereconomía TV, “El gato al agua”, para debatir sobre el asedio al Congreso que pretendían varios grupos antisistema. Aquella intervención marcó un antes y un después. A partir de entonces, cadenas de mucha mayor audiencia como Cuatro o La Sexta empezaron a invitar a Iglesias a sus programas, convirtiéndolo en cuestión de semanas en uno de los tertulianos televisivos más conocidos.
Los ingredientes del “fenómeno mediático Iglesias” ya se manifestaron en su aparición en Intereconomía. El futuro líder de Podemos se presentó a sí mismo como un intruso tras “las líneas enemigas”, midiéndose con desparpajo con primeros espadas como Federico Jiménez Losantos o Alejo Vidal-Quadras. Relativizó la violencia de la izquierda antisistema, comparándola con la “violencia” de los recortes sociales, los desahucios y el paro. No dejó de recordar su condición de profesor universitario y de mileurista. Y por supuesto no mencionó sus jugosos ingresos procedentes de la Fundacion CEPS, ni de La Tuerka; ni de Hispan TV, el canal iraní en el que dirigía desde enero el programa Fort Apache.
Su intención en la televisión nunca fue convencer con argumentos racionales a sus contertulios, sino influir en la opinión pública, es decir, hacer política
Iglesias quiso dar una imagen de una persona preparada pero de condición humilde y ajena a la clase política, de un David frente a Goliat, más allá de la vieja división izquierda/derecha. Esta es la clave fundamental del éxito del futuro líder de Podemos: el camuflaje perfectamente estudiado de su ideología y sus objetivos comunistas. Por si pudiera existir la menor duda al respecto, él mismo lo explicó con meridiana claridad en la IV Universidad de Verano de Izquierda Anticapitalista (agosto de 2013), donde defendió frente a sus correligionarios la necesidad de “traducir” el lenguaje marxista a un lenguaje popular que entienda todo el mundo, hasta “tu abuela”. Su intención en la televisión, confiesa, nunca fue convencer con argumentos racionales a sus contertulios (“no es un honesto debate entre intelectuales”), sino influir en la opinión pública, es decir, hacer política, en el sentido más puramente maquiavélico.
Esta fue una ventaja no pequeña de Iglesias: que nadie pudo sospechar, en aquellos meses de 2013, su inminente salto a la política. Su credibilidad se fundaba en aparecer como un modesto profesor, es decir, una persona formada y desinteresada. (Es de justicia recordar una excepción. Fernando Sánchez Drago, en un breve rifirrafe radiofónico en Onda Cero, pocas semanas después de su aparición en Intereconomía, le espetó con clarividencia: “Hablas como un político.”)
A finales de 2013, los acontecimientos se precipitan. Dirigentes del partido Izquierda Anticapitalista (hoy disuelto en el seno de Podemos), en conversaciones con Iglesias y otros, diseñan la “Operación Coleta”, como la denominaron. En una reunión del 30 de noviembre, que conocemos por un boletín interno de la organización filtrado poco después, se trazaron los objetivos y los pasos inmediatos a seguir. Se pretendía aprovechar la “proyección mediática” de Pablo Iglesias (aunque no lo nombraran) para “conectar con sectores de la poblacion de izquierdas insatisfechos con las organizaciones tradicionales”. Pero sobre todo, se trataba de “interactuar con sectores de la poblacion con los que no trabajamos habitualmente”. En definitiva, la teoría pablista de la “traducción”.
En aquella reunión aparecen ya las expresiones “Sí se puede” y “Podemos”, y se redacta un primer borrador del manifiesto que luego se tituló “Mover ficha: convertir la indignación en cambio político”, hecho público el 14 de enero de 2014. Ese mismo día, en Las Mañanas de Cuatro, Pablo Iglesias anunció su intención de encabezar una candidatura a las elecciones europeas de mayo y, con la inestimable colaboración del presentador Jesús Cintora, dio su primer mitin, en horario de gran audiencia. Entre sus propuestas, derogar el artículo 135 (que limita el déficit estatal), incrementar el gasto, nacionalizar empresas de energía y blindar el “derecho” al aborto, “porque no puede ser que haya un lobby de obispos que dicte la política al gobierno…” (Inevitable recordar el primer programa de La Tuerka, tres años atrás.)
Monedero: “El régimen del 78 está muerto, ya es hora de enterrarlo”
En el manifiesto se incluía además el derecho de autodeterminación y el “proceso constituyente”, es decir, la voladura de la Constitución de 1978. La presentación oficial de Podemos, el viernes 17 de enero, fue un ejemplo de la concienzuda estrategia neocomunista: acabar con el sistema democrático entre frases cursis y en nombre de la democracia, adulterándola con formas asamblearias mucho más controlables y engañosas que el parlamentarismo. “El régimen del 78 está muerto, ya es hora de enterrarlo”, dijo Monedero.
El éxito innegable de Podemos ha consistido en presentar un programa comunista, que ataca al mercado libre y la democracia parlamentaria, conectándolo hábilmente con los sentimientos de la “gente normal”. Como dijo Pablo Iglesias en la presentación, “los que estamos aquí somos de izquierdas, pero lo que estamos diciendo va más allá de las ideologías”. La ideología queda como una doctrina esotérica para una minoría de iniciados que ostenta el poder, en la mejor tradición totalitaria.
[1] Pablo Iglesias, “Un nuevo poder en las calles”, Política y Sociedad, 2005, vol. 42, Núm. 2: 63-69.
Comentarios
Comentarios