El presidente Santos dice que con la entrega de armas de las FARC, ésta dejará de existir como grupo guerrillero tras medio siglo de conflicto en Colombia.
Dos preguntas. Primera, ¿realmente desparecen las FARC o más bien se recicla en partido, cambiando las metralletas por el escaño en el parlamento? Segunda, ¿convierte ese cambio de piel de la mayor banda de narco a Santos en un nuevo Chávez?
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraPorque el jolgorio de estos días en el Gobierno de Juan Manuel Santos tiene poca justificación si se repara en que el presidente ha entregado el estado de Derecho a los Timochenko y otros ‘killers’ con piel de oveja, al dejar impunes los asesinatos y negocios sucios de las FARC, otorgar privilegios a los terroristas y blanquearlos como políticos.
Al propio tiempo, una serie de rasgos hacen temer que Santos, flamante Nobel de la Paz, saque máximo jugo al proceso para acumular poder y pisotear la democracia en Colombia, convirtiéndose en un nuevo Chávez. Son éstos:
1.- Deja impunes 150.000 asesinatos y “unta” a las FARC con 3.5000 millones de pesos
La entrega de armas supone dejar impunes más de 150.000 asesinatos y blanquear, a golpe de talonario, a la guerrilla que se reconvertirá en partido político.
Una vez cortadas las garras, el FARC-partido contará con presupuesto garantizado por el Estado, es decir de dinero público, de 3.565 millones de pesos según el proyecto de ley de Santos.
Sobre Timochenko, artífice de la paz y uno de los líderes del futuro partido, pesan 117 órdenes de captura y acusaciones, entre otros asesinatos, de monseñor Duarte
La formación participará en las elecciones legislativas de 2022, con uno de sus líderes, Rodrigo Londoño, alias Timochenko, que ha sido el principal artífice de la negociación entre La Habana de los Castro y el Gobierno de Santos.
Timochenko tiene, por cierto, un historial de lo menos pacífico.
Se le acusa –entre otros delitos- del asesinato a monseñor Isaías Duarte Cancino, el secuestro de una ex congresista en 2001, un atentado en 1998 contra una base militar de la Región Orinoquía, y tráfico de drogas, y pesan sobre él 117 órdenes de captura, condenas por parte de la Justicia equivalentes a 178 años de cárcel, una “circular roja” de la Interpol y una recompensa de cinco millones de dólares del Departamento de Estado de EEUU por su captura.
Las FARC recibirán el 7% anual de sus aproximadamente 11.000 millones de pesos que destina el Estado colombiano al funcionamiento de partidos y movimientos políticos.
Además, tienen garantizada su representación en la Cámara de Representantes con cinco legisladores y con igual número de senadores en la Cámara Alta hasta el 2026, aun cuando no obtengan la votación suficiente para ello.
Naturalmente, sus diputados tendrán inmunidad parlamentaria…
2.- Reforma agraria, made in Chávez
Lo primero que hacen los dictadores –sobre todo si son marxistas o filomarxistas- es una reforma agraria. Lo hizo Fidel Castro en Cuba, y Hugo Chávez en Venezuela.
Y ya la ha aprobado Santos en Colombia, valiéndose de las facultades extraordinarias que el Congreso le dio para aplicar el acuerdo de paz con las FARC.
Castro expropió tierras en Cuba, Chávez hizo lo propio en Venezuela, y Santos ídem de ídem en Colombia, si no cumplen un interés social o ecológico. Los paralelismos resultan inquietantes.
Una columnista de The Wall Street Journal, Mary O’Grady, subrayaba “reforma agraria al estilo Chávez». Más claro, agua.
3.- Libertad de expresión excepto para criticar a las FARC
¿Se imaginan que en una democracia no se pueda criticar –e incluso ridiculizar- a un partido político? ¿Que en España, por ejemplo no se puede ironizar sobre la raíz comunista de Izquierda Unida? ¿o sobre la matriz bolivariana de Podemos?
Pues en la Colombia de Santos, la libertad de expresión tiene una excepción: nadie puede meterse con las FARC, ni mucho menos recordar su pasado (recientísimo pasado) sangriento.
«Dejar la violencia verbal, comenzar a desescalar el lenguaje, por ejemplo en lugar de decirles ‘estos bandidos, narcotraficantes o terroristas’, decirles las Farc», señala el propio Santos.
La guerrilla usó la violencia real para acabar con más de 150.000 personas, pero con la guerrilla mejor “dejar la violencia verbal”
Es decir, las FARC ha usado violencia real (metralletas, bombas lapas, minas, tiros a bocajarro en la nuca, secuestros…) con más de 150.000 personas a lo largo de medio siglo, pero con las FARC mejor “dejar la violencia verbal”.
Es más, parece que el “desescalamiento” fue una de las condiciones que pusieron los guerrilleros para acelererar el proceso de alto el fuego.
Si este es el precio que debe pagar la democracia colombiana por el Nobel de la Paz para el señor Santos… resulta muy caro.
Como otras guerrillas del subcontinente, las FARC encajaba en el diseño de la Guerra Fría como instrumento de Moscú y sus satélites europeos en su intento de reeditar el éxito de Fidel Castro en Cuba.
Durante medio siglo, la guerrilla colombiana ha sido el West Point que ha formado a numerosos grupos terroristas de toda la región
Y también el gran banco que los ha financiado, a través del dinero procedente del narcotráfico –no en vano, las FARC era la banda de narco más grande del mundo-.
Y eso le ha permitido vivir del cuento, desafiando a los gobiernos democráticos de Bogotá, incluso a pesar de los reveses que ha sufrido a manos de los Ejecutivos de Pastrana y Uribe.
Durante años la Colombia controlada por las FARC era, junto con Venezuela, la cabeza de puente de la Cuba castrista en el continente. Tenía armas, tenía dinero que salía del petróleo blanco –la droga-, controlaba la materia prima y el tráfico.
Ahora ha dejado las armas (en teoría) pero –gracias a Juan Manuel Santos- tiene a sus pies el Estado de derecho. ¿Qué es lo que ha cambiado?
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