Comparado con las expectativas, el resultado ha sido bastante bueno para Donald Trump y los republicanos. No sólo han mantenido el Senado, algo que se daba casi por seguro, sino que han ampliado su ventaja. Los republicanos han recuperado para su partido sendos senadores en Florida, Indiana, Missouri y Dakota del Norte, y los demócratas sólo han conquistado la plaza republicana de Nevada. Y aún quedan dos elecciones a senador cuyos resultados son aún inciertos: uno en Arizona y el otro en Mississippi.
Los demócratas se han hecho con la mayoría en la Cámara de Representantes; han ganado 32 asientos, los mismos que han perdido los republicanos, y el partido azul tiene ya 227 escaños en la Cámara Baja, a falta de que sepamos los resultados de otras 10 elecciones. La mayoría está en los 118 representantes.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraLa media de escaños perdidos por el partido del presidente desde 1914 es de 30 representantes, por lo que la pérdida de los republicanos este año está dentro de lo que puede considerarse normal. Nada que ver con los 63 escaños que perdieron los demócratas con Obama, o los 55 y 54 con Truman y Clinton, respectivamente. Ahora, sólo en cinco de estas 26 elecciones ha perdido la mayoría el partido del presidente, y esta sería la sexta.
La estrategia de los demócratas va a ser la de la confrontación. Ya han anunciado que utilizarán la capacidad de la Casa de Representantes de investigar para pegarse a los posibles escándalos de Trump
De modo que Trump se enfrenta a un Congreso dividido, y con la Cámara de representantes en contra. ¿Qué implicaciones tiene para su presidencia? La primera de ellas es que tendrá que negociar con los demócratas en la Cámara Baja. No lo tiene fácil, al menos por dos motivos. El primero de ellos, el principal, es que los votantes demócratas aborrecen a Donald Trump y verían como una traición llegar a un pacto con él, si no logran venderlo muy bien. El segundo es que la estrategia de los demócratas va a ser la de la confrontación. Ya han anunciado que utilizarán la capacidad de la Casa de Representantes de investigar para pegarse a los posibles escándalos de Trump.
Pero han de hacerlo muy bien, porque su actitud inefable intentando destruir al candidato de Trump para el Tribunal Supremo, Brett Kavanaugh, les ha costado ampliar la distancia que tienen con los republicanos en el Senado.
Pero como incluso los nostálgicos miramos principalmente al futuro, todos miran, miramos, a 2020. Trump, que no iba a cumplir un año de mandato, va ya por dos y tiene la perspectiva no sólo de presentarse a la reelección, sino incluso de obtener una victoria, aunque todo lo que tiene de posible lo tenga también de improbable (dejo al lector a solas con las paradojas de esta afirmación).
Si subimos la mirada de la ciénaga de los políticos a la ciudadanía, ambos partidos tienen mucho que reflexionar
En casa, Trump tiene que mirar a dos potentes candidatos que le pueden arrebatar la candidatura republicana para la década de los años 20’: Ted Cruz y Mitt Romney. Los dos han ganado las elecciones a senador. El primero contra un candidato demócrata prefabricado, Beto O’Rourke, con el apoyo de casi todos los medios de comunicación y con una campaña con más dinero que ninguna otra en la historia del Senado. El segundo está espectacularmente joven a sus 71 años. Y los dos tienen credenciales anti trumpianas.
Fuera queda la incógnita de a quién se enfrentará Donald Trump. Aunque ha sugerido que quiere presentarse, no es probable que los demócratas opten por la corruptísima Hillary Clinton. Joe Biden es otro maduro que desafía las marcas de la vejez, pero quizás sean muchos 78 años para optar a ser presidente de los Estados Unidos. Bernie Sanders sería el candidato del Kremlin antes de la Caída del Muro y es aún mayor que Biden; sería un rival ideal para la reelección de Trump. Entre los jóvenes destacan el derrotado O’Rourke, y el Congresista Joe Kennedy III (nieto de Bobby Kennedy). Elisabeth Warren Mark Warner, Tim Kaine o Michael Bloomberg son otros posibles candidatos.
Y si subimos la mirada de la ciénaga de los políticos a la ciudadanía, ambos partidos tienen mucho que reflexionar. La diferencia en el sentido del voto entre hombres y mujeres es la más pronunciada desde 1958: entre las mujeres los demócratas han ganado por 19 puntos. Con Obama, esa diferencia fue de 13 y 11 puntos en 2008 y 2012, y Hillary de 13 puntos de nuevo. El senador republicano Lindsey Graham ha reconocido, por otro lado, que su partido tiene un problema con las mujeres en los suburbios.
Los demócratas tienen que plantearse por qué no han hecho apenas progresos entre los hispanos: dos puntos de diferencia sobre 2016, por lo que éstos han optado por los demócratas frente a los republicanos con una diferencia de 40 puntos. Y Florida, uno de esos Estados que ponen y quitan presidentes, parece decantarse del lado republicano.
Quienes votan en las mid term son algo más mayores y más blancos que los que votan en las presidenciales. Si estos son los resultados, con 7 puntos de diferencia en voto para los demócratas, ¿qué ocurrirá en las elecciones presidenciales de 2020? Aunque quizás el hecho de que hayan sido las elecciones de mitad de mandato más concurridas en 52 años reste importancia a esta consideración. Los mayores de 65 años tienden a votar más republicano que demócrata, pero en estas elecciones los votos se han igualado. Por otro lado, los republicanos prometieron acabar con el impopular Obamacare, pero no han ofrecido nada alternativo y quien está preocupado por la sanidad, que es casi todo el mundo, ve en ella un motivo de peso para votar demócrata.
En definitiva, no se ha producido la “ola azul”, es decir, demócrata, que iba a barrer a Trump y a los republicanos. Trump sale bastante bien parado y, si actúa con inteligencia (lo que no es descartable), puede revalidar su cargo, como hicieron en posiciones muy parecidas Lyndon Johnson y Ronald Reagan.