El callejero de Madrid es un libro de historia al aire libre, de la no escrita en los rigurosos manuales. Como casi todas las ciudades y pueblos de España tiene su calle Mayor. En la de la capital ha quedado todo lo bueno y malo de los aconteceres de este mundo. Todo se sucedía o se reproducía en los mentideros, verdad y mentira, la vida en la calle, compartida y contada, mientras se aplaudía el festejo del día o se rezaba a un santo popular, sin importar mucho lo que se celebraba o lo que se pedía, cualquier pretexto era bueno.
Lo mismo se bailaba en la Plaza Mayor que se atentaba contra sus Reyes.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraLo mismo tocan a gloria las campanas de San Andrés, que doblan a muerto marcando un soneto de pies quebrados las de San Ginés (como lo describe su párroco). La última vez que sonaron las milagrosas en la espadaña de San Pedro el Viejo, el de Jesús el Pobre, fue el 2 de mayo de 1808, cuando aún había madrileños de oído fino.
El ruido y las prisas han roto el silencio de las campanas. Hay tanto ruido que no se oye nada. Madrid no se ve solo mirando, hay que escucharlo, pasearlo con todos los andares y sentidos (cuidado con el olfato), deprisa no se ve, despacio ya no se puede, te arrastran mareas humanas que no miran al cielo madrileño ni al nombre de sus calles. En Madrid nadie mira nada, nunca al cielo, casi nadie es de Madrid, se nota porque todos llevan un plano, y terminan preguntando… ¿La calle del Codo?, y le señalan el burger más cercano.
La capital, fiel a sí misma, que Madrid es de todos y de nadie, ha resistido el paso de sus regidores, pero no aguanta el manoseo impúdico de los que ni la ven ni la sienten, mientras meten sus narices en su callejero, que ni pisan ni conocen. El mejor alcalde, el Rey.
En primavera Madrid es de sol y sombra, depende de la hora, la edad y procedencia.
De la Almudena a Sol, por la calle Mayor, en su mediodía, tienes las dos cosas.
«Por muchas órdenes que se cursasen, nadie podría olvidar que un hombre, un soldado español, Millán-Astray, con la ayuda de su Rey, Alfonso XIII, iba a crear una unidad única y sin igual: La Legión española»
Decidí pasear por el lado de la sombra cuando sin darme cuenta no andaba, desfilaba… –Banderita tú eres roja, banderita tú eres gualda- Las Corsarias inundaban el cielo de Madrid, ¿de dónde venía esa música? Pensé en algún local cercano de donde pudiese salir la marcha española, militar, pero estaba en la calle, en el aire, sin procedencia concreta, sin origen y sin disminuir o aumentar su sonido mientras andaba. De Las Corsarias pasó a oírse Soldadito español, Los Voluntarios… No podía ser. Llegando a la Puerta del Sol descubrí la razón. La calle Mayor inundada de altavoces se preparaba para el 2 de mayo con el desfile de las tropas de Artillería, música del cielo, sin origen aparente hasta que vi a un joven manejando aquella megafonía desde una furgoneta que llevaba la matrícula ET. del Ejército de Tierra. Ya estaba todo claro. El Regimiento de Transmisiones nº 22 inundaba el Madrid de siempre con la música castiza de sus soldados mientras instalaba todo el sistema de altavoces para el día 2. Saludé y felicité a uno de los que lo instalaba, por la oportunidad de la música, ese día, sin que a nadie le extrañara, por las caras contentas, dependientes en las puertas de las tiendas, un grupo de orientales grababan pegados a un altavoz, algún viandante bromeaba marchando al paso militar…, la música daba sonido festivo al día. Lo único que desencajaba era que al margen de la matrícula de la furgoneta, ET., nadie podía saber que aquellos muchachos que alegraban el día eran soldados de España. Iban con un mono azul oscuro y sin ninguna identificación como militares. ¿Por qué? No lo sé y no me gustó. El centro de Madrid era militar esa mañana, sonaba su música, pero sin identificar.
Madrid pierde su identidad cuando entre unos y otros roban su esencia y su historia. El Ayuntamiento de Madrid ha comenzado a cambiar las 52 placas del callejero que molestaban a estos señores que dicen regir la ciudad. Tiempo les ha faltado para lanzarse con la hoz y el martillo a segar la historia; en cuanto han visto teñirse de rojo las cunetas con las amapolas de primavera. Alergia a la historia. El primer rótulo callejero en caer ha sido General Millán-Astray. Es como apagar la música militar, para siempre, hacer ruido que tape la incultura moral, echar tierra sobre el mar para ocultarlo. Por sus obras los conoceréis. El fundador de la Legión, general Millán-Astray no movería un dedo por defender que una calle llevara su nombre. Es más, estoy seguro que lo prohibiría, tajantemente. Lo que no podría, lo que nadie podría ocultar, minimizar o rechazar, es su obra. Por muchas calles que quiten su nombre. Por muchas órdenes que se cursasen, nadie podría olvidar que un hombre, un soldado español, Millán-Astray, con la ayuda de su Rey, Alfonso XIII, iba a crear una unidad única y sin igual: La Legión española. Cualquier nación del mundo estaría cantando sus glorias y abriendo las páginas de su historia militar.
No voy a darle ni un renglón a la regidora de Madrid. Solo deseo que termine pronto su regir. Lo que me preocupa, lo de las calles es incultura de hoy, cultura para mañana, que volverá el pasado y el hoy será un mal recuerdo, lo preocupante es que nadie responsable, de la Legión,de la historia militar, de la cultura militar, encabece el homenaje que se debe, por lo que dio aquel soldado, legionario, que sigue vivo en las unidades, al creador de la que hoy es la más conocida y nombrada unidad del Ejército español. ¿Habrá que evitar el nombre de Millán-Astray cuando se hable de la Legión española?
No me preocupa nada, pero nada, que cambien los nombres de las calles. Aumentará la fama y el honor de los nombres borrados. Lo que me preocupa es la ingratitud, el olvido, el silencio que se levanta vergonzoso entre tanto ruido. Que los que tenemos que hablar no hablemos. Que los que hemos vestido esa camisa verde no estemos unidos, no en la defensa de una calle más o menos, sino en la defensa de un nombre, de una obra.
Es por eso y no por unas placas en la pared por lo que las campanas marcan sonetos de pies quebrados y la música militar suena sin procedencia clara por las calles de Madrid, como escondiendo su origen.
Es la obra de un gran hombre, la Legión, el espíritu de los legionarios, los sencillos y entregados legionarios, los grandes hombres: «Para los hombres pequeños, los mausoleos. Para los grandes hombres, una piedra y un nombre».
Una piedra, a veces ni siquiera un nombre, es el mausoleo de la mayor parte de los soldados que han dado su vida por España.
«Os debemos todo, pero no os daremos nada«. Que iba a ser así, lo sabíamos todos.
* Publicado originalmente en el Blog del General Dávila.