El debate no es independencia sí o no, sino sobre su ilegalidad, por Luis del Pino

    Los independentistas están llevando el debate a su terreno olvidando que lo que aquí importa es que están cometiendo un delito, una ilegalidad, y no hay debate que valga.

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    Luis del Pino

    Luis del Pino escribe en su editorial de este domingo que se está enfocando mal el debate sobre la independencia de Cataluña porque no se trata de un debate sobre si lo buena o mala que puede ser la secesión (al menos no por ahora).

    La irracionalidad del debate radica en que no es un referéndum legal porque así lo dice la Constitución de todos los españoles. Punto. Nadie puede convocar ese referéndum a no ser que se modifique la Constitución, y como es ilegal no hay (por ahora) debate que valga. Por su interés reproducimos el artículo de Luis del Pino en Libertad Digital: 

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    Cuando eres consciente de que no tienes razón en una pelea, la única salida que te queda es cambiar el tema de discusión. Los separatistas aplican a rajatabla esa máxima: en la discusión sobre la situación en Cataluña, tratan de desviar siempre la conversación con el fin de no entrar en el verdadero fondo del asunto. Y es importante que diferenciemos los temas, para centrar el debate en sus justos términos.

    De lo que estamos hablando, de lo que debemos hablar en estos momentos, NO ES de la independencia de Cataluña. A estas alturas del partido, no podemos caer en la trampa de enzarzarnos con los separatistas en si la independencia de Cataluña es buena o mala. Eso es irrelevante, hoy por hoy.

    Se sienta lo que se sienta un separatista, está obligado a cumplir la ley, como todo hijo de vecino.

    De lo que hablamos es de legalidad. Si el referéndum del 1 de octubre no puede celebrarse NO ES PORQUE la independencia de Cataluña sea mala, sino PORQUE es ilegal. Punto. Todas las demás cuestiones son ajenas al tema de discusión.

    ¿Que un separatista dice que no se siente español? Irrelevante: se sienta lo que se sienta, está obligado a cumplir la ley, como todo hijo de vecino. ¿Que alguien dice desear la independencia de Cataluña? Pues estupendo: tendrá que buscarla por vías legales, porque por vías ilegales no se puede perseguir nada en un estado de derecho.

    La democracia no se basa, como sostienen algunos memos, en votar. Eso es solo una parte. La democracia se basa en poder votar SOBRE AQUELLO sobre lo que la ley autoriza a votar (por ejemplo, no se pueden someter a referéndum los impuestos) y PARA QUE se elaboren leyes que luego sean respetadas. Si las leyes aprobadas por el pueblo (bien directamente, o bien a través de sus representantes) no son respetadas, votar no sirve para absolutamente nada.

    Y en España tenemos una ley de leyes aprobada de forma directa por el pueblo español, la Constitución, que dice que son ilegales los referendos de secesión. No es que no pueda convocarlos un presidente autonómico, es que tampoco podría convocarlos, aunque quisiera, el propio Rajoy. No tiene competencias para ello.

    Ni el Rey, ni el Gobierno, ni el Parlamento español, pueden pactar que se celebre un referéndum de secesión

    La tontería que suele soltar Pablo Iglesias de «queremos un referéndum pactado», no es más que eso: una tontería. Ni el Rey, ni el Gobierno, ni el Parlamento español, pueden pactar que se celebre un referéndum de secesión, porque la Constitución aprobada por el pueblo español lo prohíbe. Y nadie puede saltarse esa prohibición sin consentimiento del pueblo.

    Si alguien quiere la secesión de un territorio, el único camino legal es proponer una reforma de la Constitución y convencer al pueblo español de que la apruebe. Todo lo que sea salirse de ahí es ilegal. Y por tanto, imposible.

    Los separatistas se han situado, hace mucho tiempo, fuera del terreno de juego. Por eso deben ser democráticamente erradicados: no por independentistas, sino por antidemócratas.

    Cuando el independentismo tenga a bien bajarse del monte y comprenda que la única vía posible para perseguir la independencia es seguir los cauces establecidos para una reforma de la Constitución, tendremos algo de lo que hablar. Entonces, y no antes, será el momento de discutir por qué la independencia de Cataluña es deseable o indeseable, o por qué es beneficiosa o perjudicial.

    Pero hasta que se bajen del monte y acepten las reglas del estado democrático, no hay nada de lo que discutir acerca de la independencia. Porque con delincuentes (y quien se salta la ley es un delincuente) no hay nada que negociar en un estado de derecho.

    Así que ya saben: cuando un separatista les diga «Quiero la independencia de Cataluña», la respuesta no es «Pues yo no», sino simplemente «Que la quieras o no, es irrelevante. Lo que yo te exijo, porque estoy en mi derecho democrático de exigírtelo, es que cumplas la ley».

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