Cualquiera que sepa algo de política sabe que el resultado de las generales lo suele decidir una masa tornadiza de votantes jovenes cuya principal fuente de información es la televisión, pero que representan lo que podríamos llamar la esencia urgente del país.
Impasibles ante este hecho, los partidos nacionales –salvo Ciudadanos– y la prensa escrita insisten en ofrecernos a diario un torneo de egos individuales, con políticos y periodistas ensimismados en una cansina refriega para dilucidar quién sabe más, quién mola más o quién grita más. Nadie intenta explicar nada que el español medio pueda entender. Lo que realmente se busca es dar una lección al compañero profesional, enemigo auténtico o sospechado.
Putin y Asad
Si encendemos la televisión y nos ponemos a zapear cual universitario español, hay muchas posibilidades de toparse con una tropilla de tertulianos perorando sobre el presidente ruso Vladimir Putin y el presidente sirio Bashar Asad, dando por hecho que los televidentes conocen y entienden los antecedentes del conflicto.
Los lazos entre Rusia y Siria no son un capricho reciente, sino que tienen más de cuatro décadas de antigüedad. Durante la Guerra Fría, una Siria recién independizada de Francia, se alineó con el Bloque del Este.
A partir de 1970 Asad Sénior dio el golpe de Estado con el que se inició la saga familiar
Hafez Asad –padre de Bashar–, aprendió a pilotar bombarderos en la Unión Soviética. A partir de 1970, cuando Asad Sénior dio el golpe de Estado con el que se inició la saga familiar, Rusia se convirtió en el principal proveedor de armas de Siria, cosa que Bashar afianzó al suceder a su padre. Como lógica deriva de estos intereses estratégicos políticos y comerciales, con los años ha surgido una estrecha relación cultural, con intercambios estudiantiles y familias mezcladas.
Obsesión patológica con Occidente
Sin embargo, el apoyo de Putin a Asad tiene menos que ver con Siria como nación amiga que con Occidente como obsesión casi patológica. Rusia vio llegar la primavera árabe con horror, al considerarla una conspiración organizada por Estados Unidos.
A ojos de Putin, Asad encarnaría la resistencia a los cambios de régimen impuestos por Occidente en el resto del mundo. Además, el protagonismo de Putin en la crisis siria le sirve para desviar la atención del fiasco de Ucrania al tiempo que le hace ganar enteros en el tablero mundial.
En cuanto a Bashar Asad, en abril de este año aseguraba que los atentados terroristas de Madrid y Londres hace una década y el reciente atentado contra la revista Charlie Hebdo en París son una parte minúscula de la campaña de terror islamista en Europa. Según el tirano sirio –responsable de la guerra civil que ha provocado la crisis de los refugiados– el terrorismo no puede considerarse un problema regional que sólo afecte a Oriente Medio. Es una emergencia mundial.
La tiranía de Asad
¿Y por qué salen los sirios en masa de su país? Es comprensible que huyan –la mayoría hacia Europa, aunque el 85% de ellos no logre llegar más allá de Turquía–, ya que el régimen de Asad los asedia desde 2011 con armas químicas y bombas de barril; ISIS los asesina, tortura y crucifica a diario, sometiendo a las mujeres a la esclavitud sexual entre otras brutalidades inenarrables; y los frentes yihadistas menores –como Al-Nusra– también están masacrando a la ciudadanía. A día de hoy 250.000 personas han muerto en una guerra civil que ha desplazado a la mitad de la poblacion, llevando a uno de cada cinco sirios (4 millones de personas) a abandonar su país.
El antiyihadismo español
Recientemente, en una serie de operaciones antiterroristas en todo el país, la policía española detuvo en Cataluña a 11 personas que estaban preparando una ofensiva islamista en la región. En febrero de 2015 los dos principales partidos políticos de España –incapaces de pactar nada por el bien de su país, pero excepcionalmente unidos tras el atentado contra Charlie Hebdo– firmaron un acuerdo para frenar el terrorismo islámico, incluyendo una actualización de la legislación anti-yihadista.
La España ausente
Hace dos años España había anunciado oficialmente el envío de «material de defensa» a los rebeldes sirios que luchan contra las fuerzas de Asad, por lo que ahora es difícil entender por qué el ministro de Exteriores, José Manuel Margallo ha anunciado que «es el momento de negociar con el enemigo» –es decir, el presidente de Siria–, sobre todo cuando el Reino Unido y Francia no solo han prometido someter a Asad, sino que están atacando los enclaves del Estado Islámico en Siria junto con Estados Unidos, Turquía y Arabia Saudí.
Otros países que están participando en esta ofensiva son Reino Unido, Francia, Israel, Canadá, Australia, Jordania, Bahréin y los Emiratos Árabes. Ayer Italia lanzó sus primeros ataques contra ISIS en territorio sirio.
Oportunidades perdidas
Esta hubiera sido una gran oportunidad para que España tomara parte en los conflictos internacionales como un país democrático adulto.
Pero… un momento. ¿Recuerdan lo que pasó cuando un presidente español intentó participar en el devenir mundial como cualquier otro líder occidental? Sí, hubo un misterioso atentado tres días antes de su reelección, en su lugar salió elegido un presidente fantoche que aseguró que el país que le había votado no era una nación… y… hoy tenemos al Ministro de Asuntos Exteriores dedicado al nacionalismo en Cataluña. Claro. Si ya lo decía Franco. España no quiere injerencias. España se basta a sí misma. Y va sobrada.
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