El holograma Macron

    Para evitar la victoria de una derecha dura –Fillon o Marine Le Pen- “los estatalistas intentan una última perestroika de su socialismo de posguerra agonizante, intentando proporcionarle un rostro joven y humano”.

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    Emmanuel Macron saluda a la concurrencia durante un mitin en Marsella /Efe
    Emmanuel Macron saluda a la concurrencia durante un mitin en Marsella /Efe

    Con un índice de popularidad abisal, el más bajo de la Quinta República, François Hollande hacía las maletas para dejar el Elíseo por la puerta de atrás, mientras la izquierda francesa parecía llamada a confirmar la tendencia europea más inequívoca en los últimos años, que no es el ascenso del populismo de ultraderecha o ultraizquierda, sino más bien el hundimiento de los partidos socialistas. Pero un cúmulo de circunstancias abracadabrantes se han conjurado para que el sucesor de Hollande vaya a ser con toda probabilidad… el ministro de Economía de su desprestigiadísimo gabinete: Emmanuel Macron. El favorito absoluto hasta hace dos meses, François Fillon, parece noqueado por el “Penelopegate”. Sus corruptelas han sido destapadas –e investigadas por jueces celosísimos- con sospechoso sentido de la oportunidad: justo cuando podían arruinar su campaña y ya no había tiempo para que Los Republicanos repitiesen sus primarias.

    El que fuera director de Le Figaro, Philippe Villin, lo tiene claro: “Macron es el candidato del “Siglo”

    Fillon iba a ser el Thatcher francés: el suyo es un programa duro de liberalización y contención del gasto público. No pocos interpretan el desempolvamiento del “Penelopegate” y el rápido lanzamiento de Macron como una maniobra defensiva del establishment corporativo-funcionarial, amenazado en sus inercias y privilegios. El que fuera director de Le Figaro, Philippe Villin, lo tiene claro: “Macron es el candidato del “Siglo”, ese club que, desde la Liberación [de 1944], reúne a la flor de la élite administrativa del país”. Para evitar la victoria de una derecha dura –Fillon o Marine Le Pen- “los estatalistas intentan una última perestroika de su socialismo de posguerra agonizante, intentando proporcionarle un rostro joven y humano”.

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    En realidad, se puede argumentar que Fillon es el único candidato de la derecha clásica: liberal en lo económico; relativamente conservador en lo sociétal (los asuntos de bioética, modelo de familia, etc.); moderadamente identitario, sin llegar al “Franxit”. Marine Le Pen, en cambio, combina el conservadurismo moral (es contraria al matrimonio gay y a los vientres de alquiler) y un apasionado nacionalismo euroescéptico con un programa económico demagógico y estatalista, que incluye medidas como la rebaja de la edad de jubilación a los 60 años o la ampliación del número de funcionarios.

    En realidad, el programa de Macron es “su sonrisa”, su aura de hombre providencial, tecnócrata redentor

    La segunda vuelta enfrentará probablemente, pues, a dos candidatos que trascienden la bipolaridad clásica derecha vs. izquierda. Le Pen lo hace combinando el identitarismo con el intervencionismo económico; Macron, con un programa gaseoso lleno de generalidades estudiadamente equidistantes. Se le ha llamado “Monsieur Et En Même Temps”: “Necesitamos flexibilizar el mercado de trabajo, y al mismo tiempo garantizar los derechos de los trabajadores”; “debemos estar orgullosos de ser franceses”, pero al mismo tiempo “no existe la cultura francesa” (sic) y “Francia cometió crímenes contra la humanidad en Argelia” (unos declaraciones que le han ganado la indignación de cientos de miles de descendientes de los pieds noirs y harkis); “no soy socialista”, pero al mismo tiempo “es evidente que soy de izquierdas”, y unos días más tarde: “no soy ni de izquierdas ni de derechas”. Ambigüedades vacuas, siempre con un toque moderno-ecologista y high tech, con un énfasis especial en la digitalización (“le numérique”) y la internacionalización como panacea. En realidad, “su programa es su sonrisa”, su aura de hombre providencial, tecnócrata redentor (la prensa habla de “figura crística” a cuenta de una célebre foto de Macron en éxtasis mitinero con los brazos en cruz) descendido de la élite enárquico-bancaria para salvar al país de una victoria de Marine Le Pen.

    Pero la vacuidad funciona: Macron está consiguiendo recabar apoyos tan heterogéneos como los del ultraliberal Alain Madelin, el comunista Robert Hue, el ecologista e icono de mayo del 68 Daniel Cohn-Bendit, el exprimer ministro socialista Manuel Valls, el fundador de Médicos Sin Fronteras y exministro (con Mitterand) Bernard Kouchner… La prensa apuesta descaradamente por él. Puede decirse que ha comenzado ya –sin esperar a la segunda vuelta- el efecto “todos contra Le Pen”.

    Francia tiene dos graves problemas: el peso de un Estado elefantiásico que absorbe más del 50% del PIB, y la fracasada integración de una poblacion árabe cada vez más tentada por el Islam radical, engrosada por la continua llegada de más inmigrantes (unos 200.000 al año). Fillon propone una terapia de choque para el primero, Le Pen cree tener la solución para el segundo. Pero va a ganar Macron, cuyo verdadero mensaje, más allá de los celofanes y el marketing, es la continuidad: no pasa nada, sigamos como estamos; la tecnología y la globalización lo resolverán todo. Macron es el Rajoy francés: un gestor sin ideología. Es su vacuidad ideológica la que le servirá en bandeja la victoria, presentándose como valladar frente al Frente Nacional. Le votarán por ser joven y simpático. “Amable y simpático –ha escrito Denis Tillinac– hasta el momento en que la realidad se vengue. Entonces se revelará la inconsistencia del macronismo, y la Historia saldará sus cuentas en la calle, sin ninguna amabilidad”.

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    Francisco J. Contreras Peláez (Sevilla, 1964) es catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de Sevilla. Autor de los libros: Derechos sociales: teoría e ideología (1994), Defensa del Estado social (1996), La filosofía de la historia de Johann G. Herder (2004), Savigny y el historicismo jurídico (2004), Tribunal de la razón: El pensamiento jurídico de Kant (2004), Kant y la guerra (2007), Nueva izquierda y cristianismo (2011, con Diego Poole), Liberalismo, catolicismo y ley natural (2013) y La filosofía del Derecho en la historia (2014). Editor de siete libros colectivos; entre ellos, The Threads of Natural Law (2013), Debate sobre el concepto de familia (2013) y ¿Democracia sin religión? (2014, con Martin Kugler). Ha recibido los premios Legaz Lacambra (1999), Diego de Covarrubias (2013) y Hazte Oír (2014). Diputado de Vox por Sevilla en la XIV Legislatura.