Pablo Echenique Robba, el número tres de Podemos, confesaba en un blog, hace algo menos de tres años, haber militado en sus tiempos en Ciudadanos, e incluso haber apoyado la guerra de Irak. “Yo antes era neoliberal”, admite. Tras su ascenso en la dirección neocomunista, algunos medios han tenido el bonito detalle de reeditar esos entrañables recuerdos.
En su confesión, Echenique no deja lugar a dudas de que aquella es una etapa superada, pues empieza preguntándose cómo puede haber quien vote a un partido “capitalista” (desde el PP hasta el PSOE). Sin duda, el genio se manifiesta por los interrogantes que formula.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraPodría haber caído en la vulgaridad de preguntarse cómo puede haber más de seis millones de españoles que voten a partidos comunistas, casi cien años y cien millones de víctimas después de la revolución rusa. Por el contrario, él se siente estimulado por el enigma de que no todo el mundo los vote.
Echenique, haciendo gala de su generosidad, condesciende a explicarnos lo obvio, lo que cualquiera puede saber en cinco segundos utilizando Google. Resulta que estamos siendo explotados y manipulados por una élite económica escandalosamente rica, a la que denomina “los señores de la chistera”. Aunque ya se comprende que es una forma de hablar, repite el término sombreril ocho veces en un escrito de tres páginas y media. Pienso que se trata de un homenaje a 1984, donde los capitalistas anteriores a la revolución son descritos de un modo absurdamente anacrónico, como una especie de señores feudales ataviados con sombreros de copa.
Echenique alcanza cotas de verdadero lirismo cuando trata de indagar en las causas por las cuales él mismo cayó en el neoliberalismo
La tesis de que los políticos no son más que títeres de los ricos, etc., no es muy sofisticada, ciertamente, pero tiene a su favor una decisiva ventaja psicológica, y es que cualquiera que la tache de grosera simplificación queda automáticamente catalogado como un lacayo defensor de los ricos. El marxismo (incluso el marxismo de todo a un euro que nos vende Podemos) es irrefutable, porque integra la propia refutación en la teoría. Por eso está blindado ante la realidad.
¿Que el Occidente capitalista ha alcanzado unas cotas de “bienestar envidiable”, como reconoce el propio Echenique? Eso no quiere decir nada. Si los capitalistas no nos robaran en los salarios y no defraudaran al fisco, todos tendríamos una renta básica y hasta un chalecito básico.
Pero el número tres de Podemos alcanza cotas de verdadero lirismo cuando trata de indagar en las causas por las cuales él mismo cayó en el neoliberalismo. En realidad, nos dice, fue una víctima más de la propaganda omnipresente del sistema. No debe sorprendernos que una mente joven e impresionable, escuchando constantemente mensajes de que vivimos en el mejor de los mundos, que “los ricos son buenos y trabajadores”, que “el capitalismo es bienestar, libertad y amor”, y así por el estilo, acabe entonando vivas al capital. Lo observamos a diario en esos jovenes desnortados que forran sus carpetas del instituto con imágenes de sus héroes Bill Gates y Warren Buffett, los pobrecillos. Como dice Echenique, “lo fácil era sucumbir”.
Jamás oí, ni recibí a través de la televisión, un sólo elogio o reflexión francamente favorable al capitalismo
Permítanme ahora hacer mi propia confesión: sospecho que yo provengo de otro planeta, pues en mi juventud no padecí en absoluto esa machacona propaganda capitalista, y eso que tengo diez años más que Pablo Echenique. Que yo recuerde, jamás oí de labios de mis mayores, ni recibí a través de la televisión en blanco y negro, un sólo elogio o reflexión francamente favorable al capitalismo. Por el contrario, lo que uno escuchaba desde la más tierna infancia era aquello tan socorrido de que “nadie se hace rico honradamente”.
Por lo demás, la mayoría de los medios nos retrataban a Ronald Reagan como un cow-boy loco, y a Margaret Thatcher como una madrastra mala de cuento.
Luego, en el instituto y en la universidad, un buen número de mis profesores fueron más o menos declaradamente comunistas. En el bachillerato tuve unos libros de ciencias sociales de la editorial Akal, furibundamente anticapitalistas, y repletos de ilustraciones de los “señores de la chistera” asfixiando a los pobres. Recuerdo a un profesor que se burlaba de Lech Walesa, insinuando que recibía en la cárcel un trato de hotel de lujo. Y a otro, bastante conocido, que se refería a los terroristas del GRAPO como “compañeros”. Podría contar mil anécdotas más de mi planeta.
En mi caso, lo raro hubiera sido que no hubiera sucumbido a las ideas comunistas, y vaya si sucumbí. Mi evolución fue exactamente la inversa a la de Pablo Echenique: pasé, gradualmente, del socialismo al liberalismo conservador. Él nos cuenta que se liberó de la propaganda capitalista de su planeta (insisto en que no podemos haber crecido en el mismo) gracias a la lectura: “Es que he leído”, afirma con sencillez. ¡Qué causalidad, lo mismo que me ocurrió a mí! Pero indudablemente tenemos que haber leído libros distintos.
Solzhenitsyn, Koestler, Hayek, Revel y un tal George Orwell, … Ignoro si en el planeta de Echenique también existe este tipo de literatura
Por suerte, Echenique nos proporciona útiles pistas al respeto. Nos revela que, antes de interesarse por la historia y la economía, sólo leía física y ciencia-ficción. ¿Será aventurado deducir que pasó directamente de Isaac Asimov a Naomi Klein, de la fantasía científica a la fantasía política?
De nino fui también bastante aficionado a la ciencia-ficción. Después me interné en la filosofía, y hacia la mayoría de edad empecé a leer autores marxistas. Mi preferido era Herbert Marcuse, del que me embaulé casi todos sus libros: Razón y revolución, El hombre unidimensional, Eros y civilización… Y seguí leyendo y leyendo, y descubriendo a otros autores, como Solzhenitsyn, Koestler, Hayek, Revel y un tal George Orwell, entre otros. Ignoro si en el planeta de Echenique también existe este tipo de literatura. Sería interesante saberlo, porque nos ayudaría a comprender un poco más a sus singulares habitantes.