Durante la década repartida entre Sarkozy y Hollande, la opinión generalizada era que Francia ya no estaba en la primera fila de Europa. Con una izquierda tan protagonista como la española, parecía haber perdido una posición hegemónica que llevaba años intentando recuperar sin éxito.
Convertida en un eslabón casi olvidado entre las democracias de primera categoría y las de segunda, Francia insiste en mantener un gasto público disparatado, ha batido su propio récord de deuda, que ronda el 100% del PIB, y carga con un 10% de desempleo desde hace quince años.
Francia parecía haber perdido el estatus de país europeo serio que nadie discute a Reino Unido y Alemania
Pese a todo ello es la sexta economía mundial, con el Brexit jugando a su favor de momento, aunque Hollande pareciera haberse propuesto perder ese puesto con la estatización y el gasto público como ejes de su política económica.
En 2017 el desempleo galo destaca como uno de los más altos del cogollo de la Vieja Europa, pues el “triunfal” 9,6% actual contrasta con el 4,3% británico o el 3,4% alemán. Con la grandeur marchita, arrumbada en las sagas de Dumas y en los libros de colegio, Francia parecía haber perdido el estatus de país europeo serio que nadie discute a Reino Unido y Alemania.
Hace apenas 18 meses, cuando Emmanuel Macron fundó su movimiento En Marche, el actual presidente galo aseguró que iba a “desbloquear Francia”, poniendo fin a la división nacional generada por la confrontación entre izquierda y derecha. Cumpliendo su promesa de cerrar la brecha partidista, Macron tiene un gabinete ministerial que podría catalogarse como transversal, marcado por el equilibrio político, la paridad, la diversidad de ideologías y la eficacia.
Un día después de su toma de posesión del 14 de mayo, el líder francés nombraba al primer ministro Édouard Philippe, ex alcalde de centroderecha de Le Havre, para contrarrestarse, por así decirlo. Dos días después, Macron daba a conocer un equipo ministerial que aúna izquierda y derecha en un equipo variopinto de veteranos y neófitos.
El nombramiento de Philippe fue un giro inesperado, porque la mayoría de los partidarios de Macron procedían de la izquierda o del centro. En el partido Los Republicanos ―nuevo nombre de la UMP de Sarkozy― había despertado poco entusiasmo. Pero el ‘republicano’ Philippe, procedente del entorno de Alain Juppé y segundo en las últimas primarias de su partido, asegura compartir el 90% del ideario de Macron.
Ambos estudiaron en la prestigiosa y exclusiva Ecole Nationale d’Administration. Y el hecho de que carezca de experiencia gubernamental le convierte en idóneo para el proyecto de renovación política de Macron.
El fichaje de Philippe desencadenó más adhesiones procedentes de Los Republicanos. Entre ellos se están Bruno Le Maire ―ex ministro de Agricultura y de Europa con Sarkozy―, hoy al frente del Ministerio de Economía, y Gérald Darmanin, ex alcalde ‘republicano’ de Tourcoing y actual ministro de Hacienda.
Como ex ministro socialista, el nuevo presidente no ha descuidado a la vieja izquierda
Los tres hombres abandonaron su partido sin volver la vista atrás. La plataforma de Macron, rebautizado con el muy francés nombre “¡La República en Marcha!” obtuvo la mayoría absoluta en las legislativas de junio, pese a que las encuestas dudaban de que lo lograra.
La formación se resiste a dejarse llamar partido político, pero su imagen de centroderecha fue, al parecer, definitiva para la victoria. Sin embargo, como ex ministro socialista, el nuevo presidente no ha descuidado a la vieja izquierda.
Jean-Yves Le Drian, socialista de 69 años y ministro de Defensa con Hollande, es el ministro de Asuntos Exteriores; Gérard Collomb, ex alcalde socialista de Lyon, está al frente de Interior. Florence Parly, socialista del equipo de Lionel Jospin, es la ministra de Defensa. Nicole Belloubet, otra política socialista, está al frente de la Justicia.
Macron también ha fichado a expertos ajenos al mundo político. Agnès Buzyn, hematóloga y profesora universitaria, es la ministra de Salud; Muriel Pénicaud, ex alta ejecutiva de Danone, lleva la polémica cartera de Trabajo; Jean-Michel Blanquer, ex director de la escuela de negocios ESSEC, está al frente de Educación; y Nicholas Hulot, un activista ecologista, es el ministro de Medio Ambiente. El equipo es pragmático, europeísta y económicamente conservador.
El largo viaje de Occidente hacia el centro es, con permiso de O’Neill, como el largo viaje de la noche al día. En esta ocasión, Francia lleva la antorcha. El objetivo es poner fin al abismo paralizante entre la izquierda y la derecha. Todas las miradas de quienes aún confían en Occidente observan con atención el pospartidismo de Emmanuel Macron.
Comentarios
Comentarios