El testículo de Franco y la ‘fimosis’ de Pilar Eyre

    Cuando se cumplen 40 años de la muerte del general, nuestro colaborador José María Zavala recopila anécdotas curiosas o desconocidas del personaje en el libro “Franco con franqueza”. En esta líneas cuenta para Actuall una de las más pintorescas.

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    Franco y Millán-Astray
    El teniente coronel Millán Astray junto al coronel Franco durante la Guerra de Marruecos

    Mañana llega a las librerías Franco con Franqueza (Plaza y Janés), una obra distinta dedicada al personaje español del siglo XX sobre el que más ríos de tinta han corrido hasta hoy, lo cual parece una empresa imposible a estas alturas.

    Pero no lo es. En sus 512 páginas, incluidos anexos documentales, se ofrece en primicia una treintena de ‘secretos históricos’ de Franco. Detengámonos ahora en uno de ellos: su monorquidia.

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    En enero de 2009 sostuve una reveladora conversación con Ana Puigvert, nieta del célebre urólogo Antonio Puigvert, que tantos entresijos médicos conocía sobre la familia Franco, algunos de ellos inconfesables.

    Su nieta sigue hoy, desde hace más de treinta años, los expertos pasos del abuelo. Presidía hasta hace poco la Asociación Española de Andrología y es socia fundadora de la prestigiosa Clínica Iandroms de Barcelona.

    Franco era monórquido, tenía solo un testículo

    Fue ella la que, durante nuestra charla informal en su casa de Barcelona, destapó inopinadamente la caja de los truenos. Investigaba yo entonces la vida y milagros de Ramón Franco, el hermano maldito del Caudillo, cuando de repente ella me espetó, como si tal cosa:

    -Francisco Franco era monórquido.

    El comentario me pareció una perogrullada.

    -Sí, claro –asentí. Alfonso XIII aceptó ser su padrino de boda y además le nombró gentilhombre de cámara…

    Pero ella enseguida me corrigió, silabeando:

    -Le digo que era mo-nór-qui-do.

    -¿Y eso qué significa? –pregunté desconcertado.

    -Pues que Franco sólo tenía un testículo.

    -¡Uno sólo! ¿Está segura de lo que dice?

    -Completamente, me lo dijo mi abuelo varias veces.

    Cuatro años y medio después de publicar la insólita conversación con Ana Puigvert en mi libro Franco, el republicano (2009), la escritora Pilar Eyre abordó el mismo asunto en el suyo Franco Confidencial (2013).

    Pilar Eyre/Fuente:EFE

    Me sorprendió al principio que lo hiciese sin citar, francamente, pues ningún autor hasta la publicación de mi estudio, desde Preston hasta Suárez, Payne o De la Cierva mismo, se había pronunciado sobre ese delicado asunto de la monorquidia por falta de información contrastada. Pero Eyre, como digo, lo hizo a su manera.

    Huelga decir que el secreto desvelado en mi trabajo de investigación dio la vuelta al mundo, de modo que Eyre no podía alegar ignorancia en este caso: desde El Mundo donde ella sigue colaborando hoy y La Vanguardia en España, hasta la BBC británica o el mismísimo Pravda de Moscú se hicieron eco de la noticia, entre otros grandes periódicos de Estados Unidos, Alemania, Francia o Italia.

    Según un médico que atendió a Franco en su últimos días, era monórquido, debido a sus heridas de guerra

    ¿Qué decía, pues, Eyre en su libro?

    Ni más ni menos que esto:

    “He tenido la suerte –escribía- de encontrar un médico que atendió a Franco en sus últimos años de vida”.

    Sin facilitar su nombre en un tema de semejante trascendencia, ni siquiera casi cuarenta años después de la muerte del afectado, consignaba a continuación lo que el enigmático doctor le había confesado sobre Franco: “Era monórquido, es decir, tenía un solo testículo a resultas de su herida de guerra, aunque tal circunstancia no impide ni engendrar ni sentir deseo sexual”.

    Nadie, insisto, hasta la aparición de mi libro había aludido a la monorquidia de Franco, ni muchos menos relacionándola con su gravísima herida en la Guerra de África. ¿Casualidad entonces que Eyre lo hiciera, respaldándose en el testimonio de un joven médico, para colmo anónimo e inexperto entonces quien, según ella, había atendido a Franco en sus últimos años de vida?

    En junio de 2015 volví a pulsar la opinión de la doctora Puigvert, y esta vez ella quiso ratificarse por escrito en su testimonio registrado seis años atrás en cinta magnetofónica con una argumentación científica que, pese a su extensión, vale la pena reproducir en su integridad.

    Sentencia así ahora Ana Puigvert, a propósito de la versión tan sui generis de Pilar Eyre:

    “La monorquidia del general Franco fue producto de un grave traumatismo durante la campaña de África de 1916, en la batalla del Biutz; concretamente, en las Lomas de Dar Riffien.

    Franco visita a los soldados heridos en África/Fuente:EFE

    “Se trató de un accidente provocado al parecer por un disparo en el bajo vientre; por lo tanto, de elevado índice de gravedad, ya que afectó a múltiples áreas de la zona pélvica.

    “Advirtamos que en 1916 cualquier traumatismo en el área pélvica o en el hipogastrio representaba un elevado índice de mortalidad, dadas las características de la medicina y cirugía que se practicaba entonces.

    “Según la bibliografía revisada, en los campos de batalla se seleccionaba a los heridos de acuerdo con la gravedad de sus lesiones de la siguiente forma: no se trasladaba a los moribundos, se administraban primeros auxilios a los heridos, se trataba en el mismo campo de batalla a quienes podían recuperarse, y finalmente se trasladaba a los que tenían posibilidades de sobrevivir».

    “Esta pauta de actuación se instauró a inicios de la Gran Guerra (1914-1916), lo cual permitió aumentar la supervivencia de los heridos más graves.

    “Este fue precisamente el caso de Francisco Franco, quien, sin ser un moribundo, podía recuperarse mediante una intervención quirúrgica. De esta forma, se decidió trasladarle al hospital de la Plaza de los Reyes, en Ceuta».

    La extirpación de un testículo le salvo la vida a Franco

    “Solamente hay que imaginarse el contexto médico de aquella época, en la que no existían antibióticos y sí, por el contrario, precarios métodos de asepsia y antisepsia. Para colmo, la actuación quirúrgica se realizaba a destajo por la presión asistencial de los heridos de guerra, y la cirugía resultaba muy agresiva, hasta el punto de extirparse cualquier órgano o extremidad que pudiera empeorar la salud y recuperación del paciente».

    “Franco fue atendido, entre otros, por el doctor Blasco Salas, quien informó enseguida de la gravedad del paciente, lo cual explicaría con contundencia las posibles secuelas que conservó a cambio de salvar la vida de milagro”.

    “Las heridas quirúrgicas en el tejido blando podían afectar a todo el área anatómico y a los órganos vecinos, provocando un proceso de fibrosis y/o adherencias que además de culminar con la pérdida de un testículo, afectaban a la vía seminal contralateral y al sistema vascular peneano dada su proximidad. De este modo, el paciente quedaba imposibilitado para fertilizar por la afectación de la gónada restante y de su vía seminal, provocándose, como digo, una infertilidad secretora y una disfunción eréctil coeundi”.

    Retomemos ahora el testimonio, o más bien elucubración poco o nada científica, recabado por Pilar Eyre del misterioso doctor que incluye, como si fuera un fantasma, en su libro:

    “Pero [Franco] –agregaba el presunto especialista- tenía otra característica que sí nos ayuda a entender cómo había sido su vida sexual: tenía una fimosis acentuada, el prepucio muy cerrado, lo que me permite deducir, por mi larga experiencia en estos casos, que su vida sexual fue inactiva. Que después de conseguir engendrar a su hija, que era inequívocamente suya, no volvió a tener relaciones sexuales con su mujer, y, si lo hizo, fue de forma muy esporádica.

    Familia Franco
    Familia Franco

    “Y añade: Si tardó tres años en tener un hijo no fue porque su mujer no se quedara embarazada, sino porque seguramente apenas tuvieron relaciones. Y después de que naciera, el asunto se terminó para siempre».

    “Le pregunté al médico cómo es posible tal cosa, y me contestó, rotundamente: “Se puede permanecer casto toda la vida…”.

    Veamos a continuación cómo rebate hoy Ana Puigvert el diagnóstico de “fimosis acentuada” atribuido por Eyre al presunto especialista.

    Tras aclarar de modo científico que la fimosis “es la situación en la que se produce una dificultad o imposibilidad de retraer el prepucio hasta por debajo del surco balano prepucial”, la doctora Puigvert explica que aquélla puede ser “congénita, desde la infancia”, o surgir en “la edad adulta, como consecuencia de procesos infecciosos o inflamatorios”.

    Sea como fuere, Ana Puigvert advierte que el término “fimosis acentuada” al que alude Eyre “no existe en el léxico médico”.

    Y añade, rotunda:

    “En cuanto al concepto de “prepucio muy cerrado”, cualquier médico sabe perfectamente que es la descripción de una fimosis anular, la cual tampoco impide la actividad sexual.

    “En la práctica clínica diaria, hoy en día vemos muchos casos de fimosis anulares no intervenidas en la edad adulta que tampoco limitan la capacidad fértil del individuo; si bien pueden producir procesos infecciosos locales, motivo por el cual el paciente acude a la consulta».

    “Ante esta situación, el paciente refiere dolor tanto en estado de flacidez como de erección. La solución es quirúrgica. La cirugía ha quedado establecida nada menos que desde el siglo XVIII, siendo hoy la técnica de Treves de 1903 [del doctor británico Frederick Treves] la más habitual”.

    Y sobre el caso concreto de Franco, la doctora Puigvert advierte que “la cirugía de fimosis cuando el futuro Caudillo prestaba sus servicios en el Ejército era ya un protocolo de actuación muy habitual”, tal y como refiere a su vez en sus escritos el comandante médico Juan León Taboada, que la efectuaba entonces.

    “Por lo tanto –concluye Ana Puigvert-, queda absolutamente claro que en aquella época ya se practicaba de forma sistemática en el entorno militar, y por varios motivos, la cirugía de la fimosis denominada “postectomía”. Si el general Franco hubiese presentado una fimosis anular severa, podría haber afectado a su estado de salud como consecuencia de procesos infecciosos locales y del tracto urinario que habrían  mermado su calidad de vida. No hay duda entonces de que durante su vida militar, y ante la supervisión médica, si le hubieran detectado dicha fimosis el doctor le habría intervenido sin dudarlo.

    “Si la fimosis hubiera sido posterior a la vida militar, sería una fimosis 2º y, como informaba el doctor Juan León Taboada, bien podría ser secundaria a causa de un proceso infeccioso venéreo, cosa que dudo mucho ante la personalidad religiosa de Franco”.

    “Finalmente, como informa Pilar Eyre, la “fimosis acentuada le provocaba [a Franco] que su vida sexual fuese inactiva”. Estoy de acuerdo con esa afirmación. Por lo tanto, sin capacidad de engendrar, aunque no fuera en su caso la fimosis el motivo de dicha inactividad sexual, difícilmente hubiese podido tener una hija”.

    Más claro, agua.

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    Con cerca de treinta libros, José María Zavala, periodista y escritor de larga trayectoria, ha investigado sobre la Guerra Civil, los Borbones, Isabel la Católica y el fundador de la Falange, con el bestseller 'Las últimas horas de José Antonio'. También ha publicado un libro revelador sobre el Padre Pío de Pietrelcina, el santo de los estigmas. Actualmente colabora en 'La Razón', tiene un blog en Religión en Libertad y participa en el programa Cuarto Milenio (Cuatro) con Iker Jiménez.