España entera en el callejón del gato: del esperpento a la tragedia

    Pese a todo el esperpento y la tragedia, no es tiempo de bajar los brazos. Los españoles de todos los rincones tenemos el derecho y el deber de movilizarnos para ayudar a nuestros compatriotas de Cataluña.

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    España, en el callejón del gato /AMB - Actuall
    España, en el callejón del gato /AMB - Actuall

    El maestro Valle Inclán vió en los espejos del callejón del gato la deformación de la España de su época, el esperpento total de una nación decaída, desnortada y que aún arrastraba la desgracia finisecular del XIX ya entrado el siglo XX.

    El esperpento, el «hecho grotesco o desatinado» que define la Real Academia Española ha vuelto con toda su crudeza un sihglo después. El esperpento se ha instalado, de forma evidente y significativa en toda Cataluña, pero no solo. España entera está el callejón del gato. Y la cosa viene de largo. Y se está tornando en tragedia.

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    Cuarenta años de consentir y fomentar la pataleta del niño mimado lo ha convertido en un psicópata que ahora, suelto de manos, campa a sus anchas mientras el Gobierno, ni está ni se le espera.

    Es esperpéntico que un país permita y fomente, con un sistema electoral perverso, que existan partidos políticos secesionistas. Sus representantes, además, viven a costa del dinero de todos los españoles para romper España. Estamos pagando rufianes.

    «Es esperpéntico que hayamos tenido un Gobierno que no ha puesto en juego mayoría absoluta que ganó gracias al desastre de sus predecesores y a un capazo de promesas-unicornio que nunca pensó cumplir»

    Es esperpéntico que los partidos políticos mayoritarios, PP y PSOE, no hayan tenido un mínimo sentido del Estado en todos estos años. Han preferido enterrar en lodo España subastándola al peor postor posible. A su enemigo confeso, encarnado en los partidos secesionistas.

    Es esperpéntico que lo mismo PSOE que PP se hayan dado el relevo en la claudicación ante ETA, permitiendo a los terroristas tener más poder del que jamás soñaron. El PSOE lo empezó y el PP lo continuó. La sangre de cerca de mil muertos no significó nada para su cortoplacismo de moqueta. Ni aún poniendo los muertos.

    Es esperpéntico que no se haya detenido ya al jefe de banda, Carles Puigdemont y a todo su gobierno; a la presidenta del Parlamento catalán; al mayor de los Mozos de Escuadra, José Luis Trapero; al multimillonario comunista Jaume Roures, que ha colaborado con los golpistas; y a tantos otros que han secundado la ilegalidad.

    Es esperpéntico que las pocas detenciones de sediciosos que se han producido hayan sido por orden de un juez a instancias de una denuncia de un pequeño partido, Vox, sin representación parlamentaria y no por iniciativa del Gobierno.

    Es esperpéntico, que en la mayor crisis nacional de España desde el 23F de 1981, el Jefe del Estado haya tardado 48 horas en dirigirse a la Nación. El Príncipe de Gerona, Duque de Montblanc, Conde de Cervera y Señor de Balaguer debía hacerse presente antes. Hay que recordar que en España, república es sinónimo de Guerra.

    Es esperpéntico que hayamos tenido un Gobierno que no ha puesto en juego la mayoría absoluta que ganó gracias al desastre de sus predecesores y a un capazo de promesas-unicornio que nunca pensó cumplir: El aborto; la protección de la familia; la institución del matrimonio; el adoctrinamiento escolar contra el derecho de los padres; la imposición lingüística…

    El Gobierno de Rajoy se centró tanto en la economía, en el vil metal, que olvidó (siendo benevolentes) alimentar el alma de España. Economía a todas horas. La política abandonada. Así ahora no le quieren ni los propios ni los ajenos. ¿Cuánto más pretenden que se estire el chicle electoral del miedo? No entendieron que se puede vivir con escasez, pero con dignidad, mientras que sin honor la vida puede convertirse en una losa insufrible.

    Es esperpéntico también que haya sido el Gobierno del Partido Popular el que haya abonado el terreno mediático para que creciera la hidra neocomunista de Podemos, principal sostén de los golpistas catalanes en el resto de España.

    «Es esperpéntico que el obispo de Solsona, por muy menor que sea su diócesis, se permita el lujo de incitar a la comisión de un delito y, además, cometerlo él mismo»

    Es esperpéntico que muchos hayan trabajado desde dentro y desde fuera para apuntalar a un partido traidor a sus principios fundacionales y, sobre todo, a su electorado. Al igual que entre los políticos profesionales, también hay sociedad civil apesebrada.

    Es esperpéntico que, cuando la sociedad civil que no le debe nada al Gobierno toma la iniciativa, la primera reacción del Partido Popular sea boicotear por tierra, mar y aire las convocatorias en defensa de lo que sus boabdiles no supieron defender.

    Es esperpéntico que, después de la intentona el 9 de noviembre de 2015, el Gobierno haya permitido la rebelión de Cataluña desde el 1 de octubre de 2017. Porque es rebelión: actuar de forma «violenta y públicamente» para desobedecer la ley, declarando «la independencia de una parte del territorio nacional».

    Es esperpéntico que el obispo de Solsona, por muy menor que sea su diócesis, se permita el lujo de incitar a la comisión de un delito y, además, cometerlo él mismo. En la misma línea, sobrepasa el esperpento la visión del recuento de papeletas dentro de una iglesia, mientras se entona la versión profanada de catalanismo del virolai.

    El obispo de Solsona, Xavier Novell, participa del referéndum ilegal para la secesión de Cataluña.
    El obispo de Solsona, Xavier Novell, participa del referéndum ilegal para la secesión de Cataluña.

    Es esperpéntico que alguien dé por democrática una votación inusitada: se podía votar todas las veces que uno quisiera, sin controles, sin documentación, sin censo, sin voto secreto… Con total impunidad.

    Es esperpéntico que un cuerpo policial como el de los Mozos de Escuadra desobedezca de forma descarada las órdenes de un juez. Y aún más que, parte de sus miembros, se enfrente a la Guardia Civil y a la Policía Nacional, a los que el Gobierno ha enviado a la boca del lobo.

    Es esperpéntico que todo el cuerpo de Bomberos de Barcelona encabece las concentraciones de acoso a la Policía Nacional y la Guardia Civil y haga de parapeto a los golpistas, con uniforme y casco.

    «Los españoles hemos sabido ser un pueblo fiel a nuestra esencia a lo largo de los siglos. Siempre hemos sido buenos vasallos. Los que han fallado, en ocasiones, han sido los señores»

    Es esperpéntico ver a la vicetodo Soraya Sáenz de Santamaría negando la obviedad una y otra vez. En su estrechez y mezquindad, lo que no es legal no existe. Abogados del Estado que actúan como parvularios.

    Es esperpéntico, por supuesto, que todo un ayuntamiento extorsione a los empresarios que dan trabajo a sus vecinos para que echen de sus hoteles a los Guardias Civiles y Policías Nacionales desplazados para hacer cumplir la ley.

    Es esperpéntico que los ciudadanos tengan que verse en la situación de ofrecer sus casas para alojar a los garantes de la ley, los agentes sobre los que toda la sociedad ha depositado el legítimo uso de la fuerza para preservar la paz y la seguridad.

    La Guardia Civil, a un hombre que ofrece su casa: «No os vamos a abandonar»

    Gerard Piqué también es esperpéntico. Punto.

    Y tras tanto esperpento, llega la tragedia. En la tarde del martes ya se registraron los primeros enfrentamientos callejeros entre jóvenes, a patadas y puñetazos. La violencia directa ya no es ejercida por quien tiene legitimidad, sino por cualquiera.

    El ambiénte de rebelión, de revolución en su más acorde tradición leninista, ya está entre nosotros. ¿Cuánto más va a esperar el Gobierno para poner pie en pared? ¿Cuánto más va a aguantar la sociedad democrática de toda España, incluida Cataluña, en formas y modos democráticos?

    Pese a todo el esperpento y la tragedia, no es tiempo de bajar los brazos. Los españoles de todos los rincones tenemos el derecho y el deber de movilizarnos para ayudar a nuestros compatriotas de Cataluña.

    Los españoles hemos sabido ser un pueblo fiel a nuestra esencia a lo largo de los siglos. Siempre hemos sido buenos vasallos. Los que han fallado, en ocasiones, han sido los señores.

    Es el momento de que vuelva a vibrar ese espíritu. Es el momento de que vuelva a chisporrotear el rescoldo y salga llama. Es la hora en que ha de recordarse la gesta que fue de Covadonga a las Navas y de Palos a Guanahaní. La de la España generosa y con orgullo que ha pervivido a lo largo de los siglos.

    Ha de sonar, de nuevo, el tambor del Bruc. ¡Viva España!

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    Nicolás de Cárdenas fue inoculado por el virus del periodismo de día, en el colegio, donde cada mañana leía en su puerta que “la verdad os hará libres”. Y de noche, devorando los tebeos de Tintín. Ha arribado en su periplo profesional a puertos periodísticos de papel, internet, televisión así como a asociaciones cívicas. Aspira a morir diciendo: "He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe".