Estridencias

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    Ada Colau (alcaldesa de Barcelona) y Manuela Carmena (alcaldesa de Madrid)/Fuente EFE.

    Desde la Revolución Cultural se sabe que las estridencias se permiten fundamentalmente en el mundo de la cultura y a los jovenes guardias se les consienten ahí los comportamientos que en cuestiones más nucleares, por ejemplo en China la defensa o la producción militar, serían impensables. Por ello no puede sorprender que quienes ocupan el poder con propósito “revolucionario” permitan en esta área estridencias que frenan en otras, por lo menos temporalmente.

    Como los viejos jovenes guardias rojos, los nuestros a veces se pasan y son reconvenidos por quienes juegan a aparentar la facción moderada mientras son protegidos por los radicales. Así se explica la aparente tensión Carmena-Colau, tensión que a estas alturas ya no debería engañar a casi nadie.

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    La estridencia es útil, sin embargo, para mostrar casi como anécdota la categoría subyacente. Que un botarate escandalice a unos ninos con escenas de brutal violencia tiene su gravedad, que lo haga financiado por un ayuntamiento como el de Madrid es sintomático e indignante, pero lo que debería indignarnos mas es que esta representación es apenas la estridencia que prueba la lectura instaurada en quienes gobiernan en buena parte de España sobre lo que fue ETA y sobre su acción.

    Cartel de la obra La Bruja y Don Cristóbal / Títeres desde Abajo.
    Cartel de la obra La Bruja y Don Cristóbal / Títeres desde Abajo.

    La acción exterminadora de ETA contra los políticos primero ucedianos y luego peperos o socialistas, su ataque constante a militares y fuerzas de orden público, fundamentalmente después de iniciada la Transición, no se olvide nunca este dato, obedecía a su interpretación de que el Estado enemigo era una máscara que ocultaba el verdadero poder militar y que la Transición, las elecciones, la Constitución etc no eran sino un truco que impedía el verdadero poder popular y por supuesto la independencia y ocupación de una parte de España.

    Lo grave es que esta lectura por la que la mayoría de los gobiernos desde el 75 son ilegítimos en cuanto no son totalmente revanchistas y no han superado las “garantías formales” de la democracia burguesa es la que sustenta el discurso podemita y de una parte fundamental de la izquierda. Se entiende así la búsqueda de la salida honrosa a la ETA totalmente derrotada, el escarnio de las víctimas que no son por la democracia sino por la no democracia, e incluso si se apura las estridencias en la aplicación de la llamada “Ley de Memoria Histórica”, realmente “Ley de deslegitimación del adversario político y relectura del pasado” que inexplicablemente ha sido mantenida en vigor por los verdaderos destinatarios políticos de la misma, que no son evidentemente los ministros de los años cuarenta.

    La estridencia del títere asesino o de la placa de los carmelitas es un síntoma que deberíamos agradecer. Nos avisa de aquello que se afirmó con clarividencia en la Alemania Federal respecto a la llamada República Democrática Alemana: la crítica del no-totalitarismo sirve para encubrir la no-crítica del Totalitarismo.

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