El acontecimiento más discutido y manipulado de la guerra civil española es el bombardeo de Guernica, realizado por las aviaciones italiana y alemana el 26 de abril de 1937.
Este hecho revela que, si bien la derecha ganó militarmente la guerra, la perdió en el campo de la propaganda y hasta la historiografía.
A partir de los años 60 del siglo XX la izquierda impuso su versión de los hechos, que la propia derecha ha aceptado, y la doctrina oficial sólo ha empezado a desmoronarse en los últimos años gracias al esfuerzo de unos pocos historiadores, la mayoría de los cuales no trabaja en las universidades públicas españolas, que se han ensuciado las manos en los archivos.
Sobre el bombardeo de Guernica la pila de mentiras es inmensa:
- se trataba de una ciudad abierta y sin interés militar;
- era un castigo a los nacionalistas vascos por no haberse unido a los sublevados;
- el pueblo lo quemaron los rojos para culpar a los franquistas;
- no había industrias militares ni tropas…
Y, por supuesto, el número de víctimas. Éste tenía que ser elevado para demostrar la maldad del general Franco y de sus aliados, los alemanes de Adolf Hitler.
Las informaciones provenientes de Bilbao calculaban los muertos entre 500 y más de un millar.
La agencia de noticias francesa HAVAS publicó que los muertos ascendieron a 800 y el Gobierno vasco, en un primer momento, comunicó que fueron más de 500. En el paroxismo propagandístico se llegó a hablar de 3.000 muertos; luego la cifra se redujo a 1.654, que sigue apareciendo en algunos ensayos.
La negación por parte del mando rebelde del bombardeo realizado por sus aliados enconó la disputa. Uno de los principales creadores del mito del holocausto de Guernica fue el periodista sudafricano George L. Steer, cuyas crónicas, publicadas en el The Times de Londres, buscaban asustar a la opinión pública británica para que reclamase al Gobierno un rearme frente al poderoso III Reich.
Anasagasti (PNV) llegó a calificar el bombardeo de “antecedente del ataque a las Torres Gemelas”
El PNV empleó el mito para destacar el carácter pacífico del nacionalismo vasco, y su diferencia con los violentos españoles, y para obtener simpatías internacionales. En esta línea de exageración y mentira, Iñaki Anasagasti calificó en 2001 el bombardeo de “antecedente primigenio del ataque a las Torres Gemelas” de Nueva York.
No hubo día de mercado
El primer investigador que aportó datos objetivos sobre el bombardeo fue el periodista Vicente Talón, en su libro (1970) demuestra que el tradicional mercado de los lunes fue suspendido por el delegado del Gobierno vasco en el pueblo. Desapareció así la poblacion flotante que habría acudido al mercado y habría justificado las cifras de cientos de muertos.
Más exhaustivo fue el de Jesús Salas Larrazábal (1925-2016), doctor ingeniero y oficial del Ejército del Aire, que investigó el bombardeo y publicó sus conclusiones en otro libro titulado Guernica (1987).
Salas Larrazábal contó en los registros civiles los muertos enterrados después del ataque aéreo a Guernica
Acudió a los registros civiles para contar los muertos enterrados en los días posteriores a la acción bélica y también a las hemerotecas. Su conclusión es que las víctimas mortales fueron sólo 126.
Cada vez que en los grandes medios de comunicación se citaba este número o se entrevistaba a Salas Larrazábal, miembro de una amplia familia de militares e historiadores, los guardianes de la verdad oficial saltaban airados.
Sin embargo, la asociación local Gernikazarra Historia Taldea, fundada en 1985, se ha dedicado a documentar el bombardeo y en 2012 sus miembros declararon que situaban el número de fallecidos en 153.
En todo caso, los muertos en Guernica son inferiores a los causados por otro bombardeo aéreo, ejecutado por los italianos, en Durango el 31 de marzo, que superaron los 250.
La cifra de muertos de Guernica es inferior a los 224 presos indefensos asesinados por milicias de izquierda en el asalto a cárceles de Bilbao
Todos hablan de Guernica, pero nadie recuerda el asalto a las cárceles de Bilbao. Fue un ataque de las milicias de izquierdas a las cárceles, el 4 de enero de 1937, donde se asesinó a 224 presos indefensos.
Pese a estos descubrimientos, hechos por aficionados, muchos historiadores académicos siguen empeñados en repetir mentiras propagandísticas ya desmontadas.
Entre éstos puedo citar a Judith Keene, profesora en la Universidad de Sidney, que en su libro Luchando por Franco (Salvat), prologado por Gabriel Jackson, uno de los historiadores antifranquistas más conocidos, escribe que el número de muertos en Guernica superó los mil.
Salas buscó la verdad, trabajando sobre el terreno, con entrevistas, viajes y visitas a archivos, mientras otros se limitan a repetir consignas o tópicos, sea por comodidad o por ideología. Sólo por esto merece agradecimiento.
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