Cuando el político está mandando y sucede una catástrofe o bien queda en ridículo, suele recurrir a los ‘sospechosos habituales’. El cambio climático es muy socorrido. Desde hace unos meses, no hay batacazo electoral que los mass-media no atribuyan a los ‘hackers rusos’. Y en España ya está tan gastada la excusa del franquismo que invocarlo por fin causa más risa que mido.
Un ‘sospechoso habitual’ desde hace siglos es la conspiración. ¿Hay desabastecimiento en Venezuela? Pues dice Maduro que se debe a que la burguesía acapara comida en sus casas. La misma excusa que dio en Chile en los 70 Salvador Allende. ¿Qué no se alcanza la producción fijada por el plan quinquenal? Es por culpa de los saboteadores a las órdenes de Trotski y Hitler. ¿Qué Hillary Clinton pierde unas elecciones que iba a ganar sin despeinarse? Pues la señora (que soporta a un marido adúltero) carga contra las mujeres que votan lo que sus novios y compañeros de trabajo les dicen. ¿Que aparece muerto el fiscal Nisman, que investigaba a Cristina Fernández de Kirchner? Pues ésta dice que fue asesinado para perjudicarle a ella.
La Xunta gallega ha recurrido a las ‘tramas organizadas’ para explicar la oleada de incendios que los días 14 y 15 de octubre quemaron más de 35.000 hectáreas y mataron a cuatro personas.
Ocurrencia de la Xunta de Fraga
Y yo, que como trabajo en el mundo del periodismo sé cómo se montan las campañas de desinformación, desconfío de toda declaración que viene de los políticos. Tanto más cuanto esta acusación de las conspiraciones la repiten desde hace casi treinta años los caciques de la Xunta, y sin que nunca se haya encontrado una sola prueba.
¿Puede ser que unos canallas se pongan de acuerdo para quemar bosques, como se ponen de acuerdo para asaltar bancos o robar ganado? Pues sí. Pero, ¿dónde están esas bandas?, ¿cómo es que no se desarticula a ninguna de ellas?, ¿es que los vecinos de las aldeas y parroquias no saben quién pega fuego?
Los primeros que hablaron de ‘tramas organizadas’ para quemar los montes gallegos fueron Manuel Fraga Iribarne, presidente de la Junta, y José Manuel Romay Beccaria, consejero de Agricultura, luego ministro y ahora presidente del Consejo de Estado.
Ante una oleada de incendios en el verano de 1990, Romay no se limitaba a dar el número de incendios activos y el de hectáreas quemadas, sino que además mostraba en las ruedas de prensa algunos paracaídas pequeños a los que, decía, que se ataban bengalas y se arrojaban desde avionetas.
Ya que no podemos parar la catástrofe, al menos encontremos un culpable, pensaría Romay, otro de esos altos funcionarios que ocupan la cúpula del PP y de cuya inteligencia tenemos pruebas en el Gobierno de Mariano Rajoy y de Soraya Sáenz de Santamaría.
A mediados de agosto de 1990, el fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Galicia dijo que los 55 presuntos incendiarios y pirómanos (son dos términos distintos, por favor) desde principios de año en la región, estaban todos en libertad por falta de pruebas.
Venganza contra la izquierda
Romay fue un innovador. Su explicación de que había bandas que pegaban fuego a los montes la recuperó la izquierda en 2006. El año anterior, una alianza entre los socialistas y los separatistas del BNG había llegado al poder y en el verano de 2006 ocurrió otra oleada de incendios que quemó 77.000 hectáreas como mínimo y en la que murieron cuatro personas.
Tanto los nuevos caciques como su aparato de propaganda recurrieron al ejemplo de Romay: hay que buscar un responsable y éste es una inmensa conspiración del PP y de quienes vivían de él.
Entre los cazadores de brujas destaco a dos escritores nacionalistas gallegos que entonces estaban con el PSOE y ahora apoyan a los separatistas catalanes, como puede comprobarse en sus respectivas cuentas de TW.
Suso de Toro atribuyó la causa de los incendios a un castigo a la gente por no haber votado al PP
Suso de Toro (El País, 11-6-2006): “El castigo es explícito: el fuego no quema masas arboladas, va directo contra las casas, contra la gente. La trama que actúa como guerrilla insurgente aquí y allí castiga a una sociedad que hace justo un verano ha tomado una decisión seria, jubilar dieciséis años de administración de la derecha.”
Manuel Rivas (agencias, 11-8-2006): “Para mí no tiene sentido pensar en una intencionalidad partidaria en el sentido clásico, ni en un grupo articulado con estructuras mafiosas tipo Al Capone. Pero sí, viendo la coincidencia de intereses, pensar que pueda tratarse de gente muy cabreada, que ha vivido el cambio en Galicia con rencor.”
José Blanco (12-9-2016): “Ahora sabemos que había una trama urdida en la sede del PP con los alcaldes para dificultar la eficacia en la extinción de incendios”.
Idiotas, chiflados, alcohólicos…
En unas semanas, tanto la Guardia Civil como la fiscalía gallega desmontaron la teoría ‘conspiranoica’ del bipartito de izquierdas y sus altavoces: no había pruebas de una trama oculta. También refutaron los bulos sobre fuegos prendidos por narcotraficantes para distraer a la policía mientras desembarcaban alijos. La mayoría de los detenidos eran personas marginales: alcoholizadas o perturbadas.
En 2017, de nuevo otra Xunta recurrió a la tesis de la conspiración. El presidente de ésta, Alberto Núñez Feijóo, dijo: “Galicia no arde, a Galicia la queman. Son terroristas”.
“Hasta ahora, tras muchos años investigando, no hemos encontrado nada parecido a una trama, ni siquiera en la oleada del 2006”
Estas palabras son sorprendentes si se recuerda que en 2006 el mismo partido negó que hubiese “tramas organizadas” y atribuyó la catástrofe no al número y la magnitud de los incendios, que eran las habituales, sino a la mala organización de la extinción de los fuegos. Entonces un diputado añadió: “Yo tengo mis dudas de que una señora de 76 años esté en una banda organizada”.
El fiscal delegado de Medio Ambiente en Galicia, Álvaro García Ortiz, ha vuelto a afirmar que no hay bandas ni misterios: “Hasta ahora, tras muchos años investigando, no hemos encontrado nada parecido a una trama, ni siquiera en la oleada del 2006”.
Uno de los detenidos es un funcionario judicial y ecologista que causó un incendio porque quiso asar unos chorizos en el campo.
Vista la conducta de los principales partidos gallegos, podemos concluir que dentro de unos años, cuando se produzca una nueva sequía, habrá una nueva oleada de incendios, con muertos, y, de nuevo, los políticos culparán a unas poderosas ‘manos negras’ que nunca aparecen.
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