Gran Bretaña se va, ¿y ahora qué?

    El futuro de la UE no depende tanto del Brexit como de saber si es una muestra más del excepcionalismo británico o la gesta de un pionero. La UE no quiere que Gran Bretaña desbroce un camino que puedan luego transitar otros.

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    La negociación del Brexit entre el Reino Unido y la Unión Europea se alargará dos años.
    La negociación del Brexit entre el Reino Unido y la Unión Europea se alargará dos años.

    La salida de la Unión Europea por parte del Reino Unido va a decirnos muchas cosas sobre qué es y qué no es el macroestado comunitario. ¿Es un club de Estados? ¿Es democrático? ¿Representa los intereses del conjunto de los ciudadanos? ¿Es un panal de rica miel para los lobbies? ¿Es la encarnación de la paz perpetua kantiana?

    Esas y otras preguntas las tendremos que guardar en la montaña de perplejidades sobre la que vive el hombre actual, hasta que podamos empezar a despejarlas. Por el momento tendremos que dilucidar cuestiones de principio, en todos los sentidos de la palabra.

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    El ideológico: ¿Es un divorcio o la defección de un club? El práctico: ¿Qué normas y qué procedimiento asumen las dos partes para negociar? Dentro de este ámbito se contempla la posibilidad de un Brexfast: una salida precipitada y sin acuerdo, siguiendo las indicaciones del Libro blanco británico, que concluía: mejor una salida sin negociar que un mal acuerdo: un farol lanzado por Mr. Bean, y sin efecto.

    Lo que es fundamental para el Reino Unido es saber qué relación tendrá con la Unión Europea cuando sea uno de los ‘terceros países’

    También dentro del mismo está fijar cuál será la factura que tendrá que pagar Gran Bretaña por los compromisos ya adquiridos con sus socios europeos.

    Pero un quítame allá esos 62.000 millones de euros, que es la cifra que está sobre la mesa, no es lo más importante aquí. Lo que es fundamental para el Reino Unido es saber qué relación tendrá con la Unión Europea cuando sea uno de los ‘terceros países’, los que no tienen vínculo institucional con la UE.

    La UE querrá imponer su criterio sobre el de Gran Bretaña punto por punto, mientras que el Reino Unido dice que “no se acordará nada hasta que se acuerde todo”. Y como cada parte es libre de condicionar su compromiso en un punto con el acuerdo en otro, parece que en esto el Reino Unido tiene más probabilidades de imponer su modo de negociar.

    El acuerdo habrá de llegar antes de dos años después del pistoletazo del artículo 50 del Tratado de Lisboa, pero lo que no está claro es cuándo comenzarán las negociaciones. A mi modo de ver, más de alguna cuestión procedimental, no habrá nada serio hasta que no se descarte, como las enfermedades en el médico, la victoria de Marine Le Pen.

    «El Reino Unido quiere retener todos los beneficios: principalmente la cooperación en materia de seguridad y la libertad de bienes, servicios y capitales»

    La líder del Frente Nacional utilizaría el bate del Frexit para imponer sus criterios, sumiría a las instituciones comunitarias en una crisis aún mayor, y se empezaría ya a hablar del fracaso último del llamado “proyecto europeo”. El susto llegará, o no, en abril o en mayo.

    ¿Qué quiere cada parte? La UE no quiere que Gran Bretaña desbroce un camino que puedan luego transitar otros. El Reino Unido quiere desmbarazarse de todas las cargas de la UE: Facturas de los países pobres, regulaciones costosas concebidas para favorecer a otros países, asunción de políticas que puedan comprometer lo que de otro modo serían políticas nacionales… Pero por otro lado quiere retener todos los beneficios: principalmente la cooperación en materia de seguridad y la libertad de bienes, servicios y capitales.

    Pero no libertad de movimiento de personas. Gran Bretaña, como todo país desarrollado, necesitará albergar talento tanto nacional como extranjero, que ponga en marcha los sectores de alto valor añadido en los que tiene que especializarse su economía. Los bienes que exigen menos capital y, sobre todo, menos capital humano, los importará. Y a ese modelo se encamina por la vía del libre comercio que busca con la UE.

    Pero a lo que no está dispuesta es a albergar más trabajadores poco cualificados que los que tiene la propia sociedad británica. Quieren mantener el Estado de Bienestar, pero éste es inviable por sí mismo, y más con las fronteras abiertas. Podemos pensar lo que queramos de ese modelo de una economía muy competitiva y productiva al lado de otra sobre la que caen los despojos del sistema, pero es el que se impone en muchos países desarrollados, y Gran Bretaña quiere gestionarlo a su modo.

    «Europa observa autosatisfecha, pero impotente, cómo su porción del mundo económico es cada vez menor»

    El futuro de la UE no depende tanto del Brexit como de saber si es una muestra más del excepcionalismo británico o la gesta de un pionero. Otra cosa es lo que ocurra con Gran Bretaña. Pero en términos generales se puede atisbar un futuro más brillante que el del conjunto de sus futuros ex socios.

    PwC cree que su crecimiento económico en las próximas tres décadas será mayor que el de Francia (esa era fácil) o Alemania (eso es ya mucho prever). Europa observa autosatisfecha, pero impotente, cómo su porción del mundo económico es cada vez menor, y GB, libre de los compromisos con este continente cada vez más viejo, puede asir su economía a las nuevas áreas de crecimiento.

    Y, sobre todo, su política comercial, su regulación, sus impuestos, todo ello responderá a lo que quieran a largo plazo sus ciudadanos. En este momento, Gran Bretaña es un país más liberal que la Unión Europea, y puede desembarazarse de las imposiciones presentes y futuras (armonización fiscal), que están al servicio de otros países.

    Nosotros, el resto de los europeos, también saldremos ganando, al ver cómo el proyecto político del macroestado comunitario se estanca, y uno de sus hermanos triunfa después de haber abandonado la casa común.

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    José Carlos Rodríguez es periodista. Forma parte del equipo de ProducciONE, pero en otra vida ha sido redactor jefe de Internacional de La Gaceta, y ha trabajado en la prensa digital en medios como Factual.es, elimparcial.es y libertaddigital.com. También ha colaborado con el semanario Alba, Expresión Económica, La Ilustración Liberal, La Gaceta de los Negocios o la agencia APIE, entre otros.