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Nos han declarado la guerra santa y aún no nos hemos enterado

Estado Islámico / Wikipedia

Hasta hace nada las guerras con los moros parecían algo que no iba con nosotros los europeos, algo alejado en el espacio (Beirut o Bagdad en el telediario de la noche) y en el tiempo (la Edad Media, las cruzadas, las Navas de Tolosa).

No nos podíamos creer, los europeos del siglo XXI, que las guerras de religión -esa fiera disecada en los manuales de Bachiller- volverían a rugir amenazando nuestro plácido ‘carpe diem’ y nuestra autosuficiencia de racionalistas bien alimentados.

No acabamos de creer que ya tenemos el enemigo a las puertas, en una III Guerra Mundial, cuyo campo de batalla ya no son las trincheras de Verdún sino el suburbano, las estaciones de trenes, los estadios de fútbol y las discotecas de nuestras ciudades.

Seguimos en nuestro sueño, a pesar de que sus cañones ya han comenzado a derruir la muralla: primero fueron las Torres Gemelas, luego la matanza de Atocha (discrepo de la versión etarra, soy de los que creo que fue la Yihad, otro día se lo explico), luego el metro de Londres, luego el ataque a Charlie Hebdo, ahora París.

A pesar de que ellos mismos han expuesto sus objetivos – «los países cruzados»- e intenciones -«No viviréis en paz. Sentiréis miedo de ir al mercado»-, declarándonos formalmente esta guerra nada convencional: «Este es el principio de la tormenta».

El asedio de Khartoum / Wikipedia

Pero el acuse de recibo del presidente Hollande «Francia será implacable contra los bárbaros del Estado Islámico«, se antoja retórico y nada convincente. Como las reacciones de Obama, Cameron, Merkel o Rajoy. Ni el primero es precisamente Carlos Martel deteniendo a la horda musulmana en la batalla de Poitiers, ni los otros gobernantes son los reyes de la Reconquista ni tienen su valor, su determinación y sobre todo la lucidez para saber de qué tipo de guerra estamos hablando.

Hollande y Obama creen que se conjura la amenaza islamista exhibiendo perros policía por aeropuertos, y deteniendo a cuatro barbudos cuando se acercan unas elecciones

Creen que la amenaza islamista se conjura desestabilizando Oriente Medio, cuando lo único que hacen es remover el avispero de donde brotan nuevas legiones de terroristas; creen que todo se resuelve con vigilar más estrechamente las fronteras, controlar las mezquitas ilegales, exhibir perros policía por aeropuertos y estaciones, y detener a cuatro barbudos cuando se acercan unas elecciones.

Todo eso, como los tardíos bombardeos de Francia sobre Siria son una forma como otra cualquiera de marear la perdiz. La estrategia antiterorrista que se usó para luchar contra las Brigadas Rojas o la Baader-Meinhof no sirve, o no es suficiente, para luchar contra el terrorismo yihadista, porque esta otra es una guerra cultural, de religión.

François Hollande / Agencias

Y mientras Europa no vuelva a sus raíces cristianas tiene la batalla perdida de antemano. No se olvide que el principal arma de los yihadistas no es el kalashnikov o el chaleco preñado de granadas sino el hedonismo, el relativismo y la falta de ideales de los occidentales. Parte del trabajo se lo hemos dado hecho nosotros al abrazar la cultura de la muerte, propia de quienes creen que nada vale la pena, y diezmarnos a nosotros mismos mediante el aborto y la anticoncepción. De la manera más tonta.

La solución la dio Juan Pablo II en Santiago de Compostela: “Europa vuelve a encontrarte, aviva tus raíces”

No es casual que los líderes mundiales que mejor han diagnosticado el problema y apuntado la solución no hayan sido politólogos, ni presidentes sino pontífices. De forma más genérica el Papa Francisco al advertir que estamos en una III Guerra Mundial; y más precisa, Benedicto XVI al exponer la raíz violenta del Islam (en su discurso de Ratisbona) y Juan Pablo II al señalar el antídodo (en su discurso de Santiago de Compostela): “Europa, Vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces”).

Juan Pablo II / Flickr

Y ¿cuáles son estas raíces? Como él mismo detallaba son: “la dignidad de la persona humana, el profundo sentimiento de justicia y libertad, de laboriosidad, de espíritu de iniciativa, de amor a la familia, de respeto a la vida”. Pero me temo que Europa las ha olvidado en un dramático Alzheimer.

Cuando los yihadistas de El Mahdi derrotaron al ejército anglo-egipcio en la campaña del Nilo, año 1885, los parlamentarios se preguntaban en Londres La como un ejército de desharrapados medio salvajes habían podido aniquilar a una fuerza expedicionaria moderna y equipada. La respuesta la dio Lord Gladstone, primer ministro de la reina Victoria. Porque nuestros soldados –vino a decir- luchan por una paga, y los yihadistas por una idea.

Quizá esa siga siendo la clave, siglo y pico más tarde. Nadie está dispuesto a dar la vida por dinero. Sobre todo si es tan poca cosa como el euro.

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