¿Hay opciones militares en Corea del Norte?

    Una acción por parte de los Estados Unidos, o de forma conjunta con Japón y Corea del Sur, podría neutralizar en unas horas al régimen comunista. Pero los riesgos son importantes.

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    El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump y el dictador comunista norcoreano Kim Jong-un.
    El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump y el dictador comunista norcoreano Kim Jong-un.

    Vivimos todos en un ay, pensando si la última prueba balística de Corea del Norte será la que dé paso a una inminente guerra nuclear. La Guerra Fría, más caldeada que lo que sugiere su nombre, no llegó a mayores por la doctrina de la Destrucción Mutua Asegurada, la constatación de que un intercambio de pareceres es mejor que un intercambio de cabezas nucleares.

    Ese es el problema; las cabezas. Especialmente las de Kim Jong-un y Donald Trump. No porque el presidente de los Estados Unidos pueda compararse con el devorador de queso suizo, sino porque él tiene el poder de destruir al régimen con sólo apretar unos cuantos botones.

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    Claro que la cuestión no es tan sencilla, aunque sí peligrosa. El régimen norcoreano ha anunciado que ha lanzado con éxito una bomba de hidrógeno. Es un tipo de bomba nuclear, tanto o más potente que una bomba atómica, o de fisión. En el discurso de Pyongyang, los lanzamientos se cuentan por éxitos, pero está claro que no es así. Mas la reacción de preocupación de China, Rusia, Corea del Sur y los Estados Unidos hacen pensar lo peor.

    «Corea del Norte necesita tener enemigos existenciales, alimentar su temor o su reacción si es necesario, y por otro lado demostrar su fuerza»

    ¿Por qué destina el régimen monárquico comunista tantos recursos a amenazar a sus vecinos e incluso al territorio de los Estados Unidos en el Pacífico? Hay varios motivos. El primero es que el origen de Corea del Norte, como el del Sur, es una guerra. En ella tuvo un papel determinante los Estados Unidos. El régimen impuesto por Kim Il-sung es de un comunismo extremo, ahormado por la cultura nacional.

    Los Estados Unidos han demostrado que pueden cambiar regímenes en todo el mundo, por lo que el de los Kim ve en ellos una amenaza permanente. Y la situación de conflicto eterno le otorga a Pyongyang una justificación orwelliana para imponer su brutal régimen de terror sobre la propia sociedad. De modo que ese conflicto es uno de los pilares fundamentales del kimnato.

    Necesita tener enemigos existenciales, alimentar su temor o su reacción si es necesario, y por otro lado demostrar su fuerza para evitar que, efectivamente, haya una segunda guerra de Corea. Y luego está China, sostén de Pyongyang, al que utiliza como perro sin bozal y sujeta con mano firme, para utilizarlo como amenaza al resto de potencias.

    Estas son las reglas del juego. Luego hay que ver cómo mover las fichas del Risk teniendo en cuenta que está en juego el cálculo de muertes, con un orden de magnitud alarmante. Kin Jong-un está en una situación interna que parece ser muy inestable. Ha acelerado el ritmo de las purgas, y ha llegado a extremos cómico-trágicos como ejecutar a su tío, y número dos del régimen, con un misil antiaéreo.

    «Otra opción es amedrantar a China para que calme a su perrito, pero no es razonable. China tiene demasiado poder. Es potente y belicosa, y no se va a dejar amedrentar»

    Por otro lado, la clase dirigente norcoreana, la que tiene derecho a vivir en Pyongyang, parece haber perdido la confianza en el pequeño de los Kim. Esto es lo que puede estar detrás del asesinato de su hermanastro; una persona alejada del régimen pero que podría encajar en una operación para desbancarle. Además, según la FAO, Corea del Norte sufre la peor sequía desde 2001. Quizás ha querido trocar la inestabilidad interna por la externa.

    A partir de aquí, ¿qué opciones hay? La más atractiva es mantener el statu quo. No le gusta a nadie, con la excepción de China. Nos mantiene al borde del precipicio, pero al menos no saltamos sin saber si se abrirá el parapente, o no. Otra opción es amedrantar a China para que calme a su perrito, pero no es razonable. China tiene demasiado poder. Es potente y belicosa, y no se va a dejar amedrentar.

    Aún otra opción es lanzar una guerra preventiva contra la mitad comunista de la península de Corea. Que esta posibilidad se está barajando es evidente. Donald Trump ha dicho que se acabó el tiempo de las palabras, y Steve Bannon ha salido entre otros motivos porque, contrariamente a Trump, cree que “no hay opciones militares” en el conflicto con el régimen de los Kim. Y el secretario de Defensa, James Mattis, ha tenido que salir al paso de las palabras del presidente y decir que sigue habiendo opciones diplomáticas.

    «Siempre existe la posibilidad de que todo salga mal y hablemos de millones de muertos»

    Los Estados Unidos han instalado sistemas anti aéreos tanto en Japón como en Corea del Sur. Trump avisó al presidente chino en Abril, en Palm Beach, que si su país no metía en cintura al régimen de Kim Jong-un, lo haría él mismo. Una acción por parte de los Estados Unidos, o de forma conjunta con Japón y Corea del Sur, podría neutralizar en unas horas al régimen comunista.

    Es verdad que habría una respuesta inmediata sobre Seúl, y que morirían miles de personas. El ataque debería ser devastador, sin darle ninguna opción de respuesta a Pyongyang. Y la pérdida de vidas en Corea del Norte sería muy elevada. Pero considérese el resultado final.

    Primero, el fin del régimen comunista. Su pérdida de control por parte de China. La unificación de las dos coreas. Y la liberación de 25 millones de personas. De un sólo golpe, Donald Trump cambiaría por completo la situación en Asia, humillaría a China en sus narices, y eliminaría uno de los principales focos de inestabilidad internacional.

    Pero los riesgos son imporantes. Primero, los EEUU seguirían cambiando regímenes a voluntad, lo que da razones a Irán y otros para seguir el camino del armamento nuclear. Y siempre existe la posibilidad de que todo salga mal y hablemos de millones de muertos.

    Lo cierto es que incluso el statu quo se agota y que parece que los hechos se van a acelerar en un plazo no muy largo.

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    José Carlos Rodríguez es periodista. Forma parte del equipo de ProducciONE, pero en otra vida ha sido redactor jefe de Internacional de La Gaceta, y ha trabajado en la prensa digital en medios como Factual.es, elimparcial.es y libertaddigital.com. También ha colaborado con el semanario Alba, Expresión Económica, La Ilustración Liberal, La Gaceta de los Negocios o la agencia APIE, entre otros.