Pérez-Reverte habló al terminar el partido de Copa de Europa (ahora, la Champions) e incendió Twitter. Así, al menos, titularon algunos periódicos digitales. “Qué entusiasmo y respeto de unos y otros, anoche. De qué no seríamos capaces en España si empleáramos tanta pasión y nobleza para todo”, tuiteó el maestro.
Pérez-Reverte sabe tocar la tecla de los que se sienten patriotas y están cansados de complejos y componendas. También sabe tocar la de los que escuchan la palabra “España” y les salen ronchas en la piel, los ojos les comienzan a lagrimear y el moquillo empieza a asomar por la nariz; máxime si la palabra va acompañada de algún comentario positivo. El propio titular de este artículo les parecerá gratuitamente franquista, fascista y no sé qué lindezas más. Hay que tener paciencia con acomplejados y amargados.
Qué entusiasmo y respeto de unos y otros, anoche. De qué no seríamos capaces en España si empleáramos tanta pasión y nobleza para todo.
— Arturo Pérez-Reverte (@perezreverte) 29 de mayo de 2016
Pero a lo que íbamos. Tiene razón Pérez-Reverte con lo que dice en su tuit. En el partido que enfrentó a los dos equipos madrileños hubo pasión, nobleza, tesón, caballerosidad, altura de miras, esfuerzo, sacrificio, respeto y entusiasmo. Que es, casualmente, lo que no suele abundar en el día a día de nuestra querida y atribulada España. No, al menos, entre sus figuras públicas y relevantes.
Nuestro país es capaz de grandes gestas, y no sólo a nivel deportivo. Lo hemos demostrado –y lo seguimos demostrando- en numerosos terrenos, y nuestro pasado acredita la nobleza y pasión del pueblo español. Pocas naciones tienen una historia más apasionante que la nuestra. En el siglo XVI, el señor de Brantôme, escritor y soldado francés, escribió en su estudio ‘Vida de los grandes capitanes extranjeros’:
“Con mucho gusto hablaría de los valientes generales y capitanes de infantería de España, pero sería una tarea interminable, porque hubo tantos que mi crónica se alargaría y alargaría y acabaría aburriendo en lugar de entretener, porque esa nación siempre ha sobresalido en la práctica militar, como ha demostrado con todo lo conseguido en los cien últimos años”.
Los españoles somos tacaños a la hora de reconocer el valor y el mérito de los nuestros
Los españoles somos, sin embargo, tacaños a la hora de reconocer el valor y el mérito de los nuestros. “En España no ha existido jamás una ética del patriotismo y, normalmente, al héroe se le ha negado un papel reconocible”, señala el historiador Henry Kamen. Por eso, muchos se han rebelado cuando Pérez-Reverte trata de azuzar los ánimos para mostrar el horizonte que, si actuásemos con la misma pasión y nobleza que en el partido de San Siro, seríamos capaces de alcanzar.
Los detractores tratan, de modo suicida e incomprensible, de negar cualquier mérito conjunto de los españoles que vaya más allá del fútbol. En el deporte rey se pueden desatar las pasiones y amores por la patria; fuera de él, no.
Sin embargo, ¿se imaginan a Rajoy luchando contra la corrupción en su partido con el mismo denuedo con que Cristiano Ronaldo busca el gol? ¿O a Puigdemont actuando con la misma nobleza y sinceridad que Juanfran? ¿A los presidentes autonómicos pensando más en el bien común que en su pequeño reino de taifas? ¿A los empresarios españoles conquistando cada vez más mercados, igual que los dos equipos buscaban conquistar la copa? ¿A nuestros artistas creando obras bellas y relevantes con la misma facilidad con que Marcelo crea una ocasión de gol?
En fin, que a Pérez-Reverte no le falta razón. Hay muchas finales de la Champions que se juegan cada día donde los españoles podríamos destacar igual que lo hacemos en el fútbol. Y ahí hay muchos héroes, muchos héroes anónimos españoles, ganando títulos a diario.
Comentarios
Comentarios