El concepto de brecha salarial acaba de ser abolido en Islandia por ley. Aunque la ley se aprobó el pasado mes de abril en el Parlamento, ha sido al comenzar el año cuando la medida ha entrado en vigor.
Desde el 1 de enero, todas las empresas privadas y los organismos públicos que cuenten con más de 25 trabajadores deberán demostrar que sus empleados, sean hombres que mujeres, cobran el mismo salario por realizar el mismo trabajo.
La medida, que puede parecer normal y obvia -que las personas cobren lo mismo por el mismo trabajo, aunque luego siempre hay otros elementos fuero del salario base que marcan la diferencia, como son la antigüedad- lleva a uno a preguntarse si es una muestra más de heteropatriarcado, de micromachismo, etc.
Las mujeres no serían capaces de lograr el mismo salario y papá-Estado acude en su ayuda para que no haya desigualdad. Pero sobre todo, ¿dónde queda el mérito? Si una mujer trabaja mejor que un hombre, ¿empezará a trabajar peor, como su compañero? En definitiva, si hacen el mismo trabajo, qué más dará trabajar mejor que el otro si lo importante es cobrar lo mismo. En el fondo, igualar por lo bajo en vez de favorecer el esfuerzo y valorar los méritos, sin importar si se es hombre o mujer.
Y tener que legislar para ello más que una victoria, parece un fracaso.
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