Italia renueva la ‘técnica del golpe de Estado’

    Un presidente de República parlamentaria veta a un presidente de Gobierno, un ministro por el ‘qué dirán’ en el extranjero. En el siglo XIX, por semejante acto de soberbia había destronamientos y revoluciones. En Italia, laboratorio político de Europa, han inventado una nueva técnica del golpe de Estado.

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    El nuevo primer ministro italiano, Giuseppe Conte (d), estrecha la mano del jefe del Estado,Sergio Mattarella, durante la ceremonia de toma de posesión de su cargo.
    El nuevo primer ministro italiano, Giuseppe Conte (d), estrecha la mano del jefe del Estado,Sergio Mattarella, durante la ceremonia de toma de posesión de su cargo.

    En Europa, continente de viejos, los golpes de Estado ahora se dan con mucha delicadeza: con llamadas de teléfono, SMS y caídas de la Bolsa. Los tanques y los soldados en las calles se quedan para África o Sudamérica.

    Acaba de pasar en Italia. Los dos partidos más votados, el Movimiento 5 Estrellas y la Liga Norte, que suman 352 diputados en una cámara de 630, y que cuentan con el respaldo de los aliados de la Liga, la Forza Italia de Berlusconi (104 diputados) y los Fratelli d’Italia (32), se pusieron de acuerdo en un programa de Gobierno para la legislatura de cinco años, presentaron un candidato a primer ministro, lo aceptó el presidente de la República… y la cosa se torció cuando el candidato, Giuseppe Conte, presentó la lista de sus ministros.

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    Uno de éstos, el economista octogenario Paolo Savona, en uso de su libertad como europeo y académico, definió el euro como “una jaula alemana” y “un error histórico”.

    Los dos partidos más votados de Italia no pueden elegir un ministro que moleste a los alemanes por su crítica al euro, la nueva Luftwaffe

    ¿La economía del tercer país por PIB de la zona euro dirigida por semejante blasfemo? Inadmisible. De modo que Berlín y Bruselas, de alguna manera, se lo comunicaron al presidente, el democristiano de izquierdas Sergio Mattarella, que vetó el nombramiento.

    A la cacicada se unió el recochineo de un comisario europeo, el de Presupuesto, encima alemán. Günther Oettinger dijo en una entrevista que esperaba que la reacción de los mercados financieros al nombre de Savona enseñase a los italianos que no debían votar partidos populistas.

    Unos germanos le dijeron a Monty Burns: “Los alemanes no somos solo simpatía y sonrisa”. Y los italianos lo han comprobado.

    Periódicos progresistas como el New York Times y El País, que han defendido la democracia (salvo en China y Cuba), aplaudieron la decisión de Herr Mattarella. Antes el golpe de Estado que el hundimiento del chiringuito del que cobran.

    Los golpes de Estado en Europa ya no sean con barricadas ni tanques, sino con la prima de riesgo

    Por fin, el estropicio se ha rehecho a la manera italiana y Conte será primer ministro con Savona en otro ministerio.

    Italia, que suele ser un laboratorio político europeo, desde la Marcha sobre Roma al ‘pentapartito’ (cinco partidos en el Gobierno para no contar ni con los comunistas ni con los neofascistas), nos ha dado una actualización de la técnica del golpe de Estado.

    Con este título, el escritor fascista Curzio Malaparte, que en la posguerra ingresó en el partido comunista italiano (¡lo que hace el miedo para salvar el pellejo y el chalé!) publicó en 1931 un libro que se leyó con fruición en la Europa de entreguerras.

    Malaparte analizaba la conquista violenta del poder mediante varios ejemplos: Lenin y Trotski, Bonaparte, Primo de Rivera, Mussolini… Y ponía como fracasado a Hitler, que dos años más tardes llegaría a la cancillería por vías legales y parlamentarias.

    El primer presidente de Gobierno que no era diputado y al que nadie había votado lo tuvieron los italianos en 2011; en España lo tenemos desde el 1 de junio

    Ahora tenemos otra técnica del golpe de Estado.

    Para comprender qué significa que un jefe de Estado de un régimen parlamentario vete ministros, recuerdo la discusión entre Alfonso XII y Cánovas del Castillo.

    En una de las ocasiones en que fue elegido presidente, Cánovas presentó al rey los decretos para nombrar a sus ministros. Alfonso XII quiso vetar el nombramiento del ingeniero José Elduayen porque, como gobernador civil de Madrid, había expulsado de España a una de sus amantes, la cantante italiana Biondina. Cánovas, que se lo había ordenado a Elduayen, le respondió que la selección de los ministros era competencia del presidente, no del rey. Éste se limitaba a proponer a las Cortes a un candidato a la presidencia.

    Al final Alfonso XII firmó el decreto a la vez que murmuraba una frase castiza que ha quedado en la historia: “Al que no quiere caldo, taza y media”.

    Antes, este tipo de conductas provocaba conmociones y hasta destronamientos. Ahora que las monarquías han sido sustituidas por repúblicas parlamentarias “donde el pueblo elige a sus gobernantes”, no pasa casi nada. Se hace subir la prima de riesgo, se hace una llamada, y crisis solucionada.

    En EE.UU., los progres tienen que tragar con Trump, pero la oligarquía política está consiguiendo corregir los ‘errores’ de sus pueblos al votar

    En Estados Unidos, un país por civilizar, el Imperio Progre tiene que tragarse a Donald Trump, y eso que han intentado todo contra él, hasta soliviantar al colegio electoral que le eligió en diciembre de 2016.

    En cambio, en Europa, mucho más avanzada, la oligarquía nos dirige a la desaparición de la disidencia política. En Alemania, da igual lo que voten los alemanes: la canciller siempre será Angela Merkel. En Francia, se ha creado un nuevo partido sobre las ruinas de la izquierda barrigona y la derecha castrada. Y en Italia, los Gobiernos los hace Berlín. El primer presidente de Gobierno no electo, es decir, sin acta de diputado y sin haberse presentado a las elecciones, impuesto por «el bien del euro» fue Mario Monti, en 2011.

    En España, donde solemos ir atrasados respecto a Italia, ya tenemos un presidente de Gobierno al que los españoles no han votado en unas elecciones y que también carece de acta.

    Como dijo Pablo Iglesias, “en democracia los mandatos se ganan en las urnas”; lo demás es un golpe. Ay, Pablo, tú antes molabas.

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    Cuando me digo por las mañanas que el periodismo es lo más importante, me entra la risa. Trato de tomarme la vida con buen humor y con ironía, porque tengo motivos para estar muy agradecido. Por eso he escrito un par de libros con mucha guasa: Bokabulario para hablar con nazionalistas baskos, que provocó una interpelación en el Congreso por parte del PNV, y Diccionario para entender a Rodríguez el Progre. Mi último libro es 'Eternamente Franco' (Homo Legens).