A los valencianos les está saliendo por un ojo de la cara los fastos con los que el alcalde de izquierda Joan Ribó quiere conmemorar que hace 80 años, la capital de la II República se trasladó a Valencia.
Las distintas actividades han supuesto ya un gasto de 366.560 euros, salidos del bolsillo del ciudadano, como si Valencia no tuviera necesidades sociales o urbanísticas mucho más urgentes.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraLa cantidad incluye los 17.952 euros que costó un dossier de la Universitat de València para el cambio de medio centenar de calles en cumplimiento de la Ley de la Memoria Histórica.
El concejal popular Alfonso Novo reprocha al primer edil su “obsesión por dividir a la sociedad en bandos, reviviendo continuamente la Guerra Civil”, que siga “anclado en el rencor, mientras la mayoría de los españoles hizo un esfuerzo de reconciliación” y que todo eso lo haya hecho con el dinero del contribuyente.
Pero ¿qué es lo que pretende conmemorar exactamente el alcalde Joan Ribó?
Veamos:
Un régimen carente de legitimidad.-
La II República perdió su legitimidad cuando la Constitución de 1931 fue aprobada por las Cortes sin la derecha, y sin respaldo del pueblo, al no ser sometida a referéndum.
Y la perdió aún más cuando Azaña, hombre fuerte del Régimen, impulsó la llamada Ley de Defensa de la República, que resultó ser una ley mordaza: suspensión de periódicos, multas y hasta sanciones de hasta 10.000 pesetas para quien criticara al nuevo régimen.
La gota que colmó el vaso fueron las elecciones de febrero de 1936, que dieron el poder al Frente Popular, de forma fraudulenta. La gran sospecha que se tenía, desde hace tiempo, gracias a las investigaciones del historiador Xavier Tussell y a las Memorias del liberal Niceto Alcalá-Zamora, entonces presidente de la República, se han confirmado con la exhaustiva investigación de Alvarez Tardío y Roberto Villa, en el libro 1936, Fraude y violencia.
¿Qué legitimidad tiene un régimen que se dedica a asaltar al poder falseando y manipulando unos comicios?
Al menos 50 escaños fueron asignados de forma irregular a los partidos que componían la coalición de izquierdas, un amaño sin el cual habría resultado imposible formar Gobierno al Frente Popular.
El libro, aparecido a principios de este año, aporta documentos muy precisos: actas manipuladas -muchas con raspaduras- y cambios siempre en favor del Frente Popular.
¿Qué legitimidad tiene un régimen que se dedica a asaltar al poder falseando y manipulando unos comicios? ¿Se imagina el señor Ribó que pasaría si el PP hiciera eso mismo ahora?
Que fomentaba el odio y la violencia.–
Además olía a pólvora desde el minuto uno. El supuesto Régimen liberal resultó ser ferozmente represivo. Es el caso de Casas Viejas (Cádiz), en el que 23 campesinos fueron ejecutados, por orden del Gobierno republicano, por movilizarse para pedir mejoras agrarias. La noticia menoscabó la imagen de Azaña y Casares Quiroga, que aplicaron métodos expeditivos contra los levantiscos.
Después la Revolución de Asturias (1934) se saldó, en toda España, con 1.300 muertos y casi 3.000 heridos. Y con una dura represión, cuyas consecuencias se prolongarían hasta la Guerra Civil.
Y, finalmente, el jefe del Gobierno Casares Quiroga no supo atajar la peligrosa deriva hacia la confrontación civil que supuso la Guerra. Sus palabras dirigidas a José Calvo Sotelo, líder de la oposición, el 16 de junio de 1936, “de cualquier cosa que pudiera a ocurr ir haré responsable ante el país a Su Señoría”, se pueden interpretar como una amenaza.
Sólo un mes después, pistoleros derechistas mataban a un guardia de asalto; y al día siguiente, guardias de asalto detuvieron ilegal mente y asesinaron a Calvo Sotelo. Aquella fue la espita del Alzamiento militar de Franco, Malo y Sanjurjo, el 18 de julio de 1936.
Ir de católico por la vida equivalía a jugarse el pellejo. A partir de 1936 fueron ejecutados –y en muchos casos torturados- 4.184 sacerdotes diocesanos, 2.365 frailes
En el que te podían fusilar por ir misa.-
Ribó también conmemora, al reivindicar el legado de la II República, una persecución religiosa que no tuvo precedente en Europa occidental: más de 6.800 sacerdotes y religiosos fueron asesinados; las monjas expulsadas de los conventos o violadas; los lugares sagrados, profanados; iglesias y conventos, destruidos, las momias de los cementerios desenterradas.
Ir de católico por la vida equivalía jugarse el pellejo. En la Revolución de Asturias murieron asesinados 12 sacerdotes, siete seminaristas y 18 religiosos; y se quemaron 58 iglesias.
A partir de 1936 fueron ejecutados –y en muchos casos torturados- 4.184 sacerdotes diocesanos, 2.365 frailes, 283 monjas, 11 obispos… En total, 6.832 víctimas de la barbarie. “El mero hecho de ser católico” –recordaba Salvador de Madariaga– “bastaba para merecer la muerte”.
Pero ni siquiera se libraban las izquierdas. La República persiguió a heterodoxos de izquierda (como anarquistas o trotskistas)
El caso más sangrante fue la desaparición y muerte del marxista Andreu Nin, líder del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), en medio de salvajes torturas, a manos de agentes soviéticos. Y todo ello con la complicidad del Gobierno, que a la sazón dirigía el socialista Juan Negrín.
Y que terminó siendo marioneta del estanilismo.-
El régimen que tan alegremente reivindica Ribó, con el dinero del contribuyente, terminó siendo una marioneta, cuyos hilos manejaba el Kremlin.
Los gobiernos de la República actuaban al dictado de Stalin. Esto era así por el interés del dictador soviético por expandirse hacia el Sur; pero también por el indisimulable cariz marxista y totalitario de dirigentes como Largo Caballero, al que no en vano llamaban el Lenin español.
En la Revolución de Asturias (1934), amplios sectores del PSOE se definieron como pro-bolcheviques, frente a Julián Besteiro y los moderados: su órgano oficial –El Socialista– proclamaba: “¡Por la dictadura del proletariado!”.
La desclasificación de los archivos secretos del Kremlin, después de la caída del Muro, ha puesto en manos de los historiadores a partir de los años 90 un arsenal de documentación que muestra la estrecha dependencia de la II República con la Rusia de Stalin.