Un policía desarmado es como un bombero sin manguera o un hospital sin médicos. Un policía desarmado es el síntoma de la claudicación y la debilidad de una Europa que hace años renunció a defenderse porque hacerlo sería cuestionar la hegemonía progresista que desde hace más de medio siglo impregna nuestro continente.
No sabemos si el bueno de Keith Palmer, asesinado en nombre de Alá a los 48 años, se convertirá en el símbolo de la Europa que no se resigna a morir con las manos atadas, pero su muerte al menos nos recuerda que hay esperanza mientras haya un sólo hombre dispuesto a luchar. Aunque sea en desigualdad de condiciones. Aunque sea a cuerpo descubierto contra un yihadista que te cose a puñaladas.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraQuizá el retrato más certero de la decadencia de Europa es comprobar que la primera reacción del establishment tras el atentado de Londres fue alertar de la islamofobia (¿alguien conoce algún muerto por islamofobia?) y de la posible victoria de Le Pen en Francia. Todo eso con cuatro cadáveres aún calientes. Sin respeto alguno por las víctimas y sus familias.
Palmer, que sirvió en las Fuerzas Armadas antes de pasar 15 años en la policía metropolitana londinense, sabía que el mundo no es el lugar seguro y amable que a menudo dibujan los gobernantes que llevan décadas suministrando anestesia general a unos ciudadanos -los europeos- a los que se les ha arrebatado hasta la posibilidad de hacer el servicio militar.
Una metáfora brutal
Por eso las madres que desde hace medio siglo lloran a sus hijos caídos en combate están en Texas o Alabama. Nuestras élites decidieron que de la defensa y los intereses en el exterior se ocupen -eso sí, a muy buen precio- soldados extranjeros, que encima tienen que soportar campañas mediáticas difamatorias -sin rubor alguno- desde las mismas naciones que les apoyan casi de tapadillo.
No es probable que los europeos reaccionen contra sus élites por el desarme que padecen: cientos de muertos al año no son suficientes para despertar de su acomodado estilo de vida al ciudadano medio
Claro que todo esto tiene consecuencias: un pueblo que renuncia a luchar y se acostumbra a ver la guerra por televisión al final acaba creyendo que la seguridad de la que goza llueve del cielo. No es probable que a corto plazo los europeos reaccionen contra sus élites por el desarme que padecen, el terrorismo ha llegado para quedarse en nuestras calles y varios cientos de muertos cada año no son suficientes para despertar de su acomodado estilo de vida al ciudadano medio, más preocupado del viaje del próximo verano que del yihadismo.
Tan sólo en los dos últimos años Europa ha sido atacada por la llamada guerra asimétrica con bastante frecuencia: París -Charlie Hebdó y Bataclán-, Niza, Bruselas y Berlín han sido las ciudades más golpeadas por el yihadismo.
Pero ninguna de ellas representa una metáfora tan brutal como Londres: Keith Palmer iba desarmado cuando su país está en nivel «grave» de alerta antiterrorista. Si con riesgo alto de atentado hay policías sin pistolas no queremos ni imaginar lo que llevarían si el riesgo fuera mínimo.
Pero hubo quien luchó contra el trágico destino que aguardaba a Palmer. El diputado conservador Tobias Ellwood, encargado de las Relaciones Exteriores en el Reino Unido, corrió en dirección opuesta a todos para tratar de salvar la vida al policía acuchillado. Acto seguido presionó las heridas del agente y le practicó un boca a boca para que no se desangrase antes de que llegaran las ambulancias. Ya era demasiado tarde.
Será casualidad, pero Ellwood -que perdió a su hermano Jon en un ataque terrorista en Bali en 2002- ha demostrado ser el diputado más preparado del parlamento para salvar una vida. Quizá tenga algo que ver su pasado como oficial en el regimiento de infantería de la Armada Británica hasta 1996, cuando decidió retirarse siendo capitán. Es la gran lección que nos deja Londres.