Andan las redes todo alborotadas porque la ministra sale en unas grabaciones de la ministra Delgado llamando ‘maricón’ a su compañero de Consejo de Ministros, Grande Marlaska, y otras lindezas por el estilo, como que prefiere un tribunal ‘de tíos’, porque no se fía de sus congéneres, y que pilló a miembros del supremo en Colombia con lo que parecían ser menores de edad, imagino que no en actitud de impartir jurisprudencia.
Y yo, que aspiro ya al título de Cínica Mayor de esta su publicación, solo puedo extrañarme de una cosa en esta colosal bufonada, y es que alguien pueda ser tan ingenua de cenar con el Comisario Villarejo y hable de otra cosa que del tiempo, que parece que el otoño se retrasa este año.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Son así, hablan así, piensan así y quienes crean que sus estríctos códigos de lenguaje postmoderno son otra cosa que instrumento de dominación puede contar con mi conmiseración. Lo siento, pero soy incapaz de escandalizarme o de indignarme siquiera.
Naturalmente, si a un miembro de la no izquierda -porque son ellos y todos los demás, no hay otra- le pillaran musitando una milésima parte de lo que larga Delgado, no digo que arderían las calles, que por supuesto, sino que no descarto medidas aún más tajantes.
Y aún leo y releo en redes sociales al personal preguntándose que dónde están los grupos LGBTI ante este «Marlaska es maricón» a bocajarro, que cuándo se manifiestan las feministas de pro ante la preferencia de la ministra por los jurados masculinos, añadiendo tan despectivo comentario sobre los compuestos por miembros de su sexo.
«No, todos estos colectivos, y bastantes más que me dejo en el tintero, son meros tentáculos de la izquierda, existen para servir a la izquierda y funcionan como mamporreros/policías del pensamiento de la izquierda»
La respuesta es ya tan obvia que deberíamos dejar de hacernos la pregunta, porque ni como retórica tiene ya sentido. Pero lo repetiré, porque mi paciencia es legendaria:
Los grupos ecologistas, defensores del medio ambiente, no están para defender el medio ambiente.
Los grupos feministas, esas reinas y profetas del empoderamiento, no existen para representar a las mujeres.
Las ONG de defensa del inmigrante no tienen como función primordial el bienestar de los llegados de lejanas costas.
Y, por supuesto, los distintos ‘colectivos’ LGBTI no representan a los gays, las lesbianas y todas las demás personas con orientaciones sexuales atípicas.
No, todos estos colectivos, y bastantes más que me dejo en el tintero, son meros tentáculos de la izquierda, existen para servir a la izquierda y funcionan como mamporreros/policías del pensamiento de la izquierda.
Ni hemos nacido ayer ni es, de lejos, la primera vez que ocurre. Un mulato como Ignacio Garriga Vaz de Concicao sabe perfectamente que jamás va a contar con el apoyo de los antirracistas, porque es directivo de VOX. Inés Arrimadas no puede recurrir a las feministas cuando decenas de vociferantes indepes declaran abiertamente su deseo de que la violen, porque es líder de Ciudadanos. Quien no votara a Hillary Clinton era un machista, pero no sucedía en absoluto lo mismo, al contrario, con Esperanza Aguirre, porque era del PP.
Iré más lejos. Aunque una mujer, un homosexual, un inmigrante, un negro o un amante de los animales no sea de derechas, los odiarán todos estos grupos sencillamente si declara que no los necesita, que no se sienten oprimidos o representados.
Por eso Delgado puede soltar todo eso por esa boquita que Dios le ha dado y aquí no se mueve una hoja en la calle, como ninguna feminista dijo esta boca es mía cuando se hicieron públicos los desconcertantes anhelos de Pablo Iglesias de azotar hasta el sangrado a una conocida periodista televisiva.
Son la izquierda, son los buenos, tienen bula para defender a «los de abajo» y comprarse un casoplón o irse a vivir al Barrio de Salamanca. Equivale, eso de ser de izquierdas, a uno de los superpoderes que tan de moda están ahora en el cine. Si a Superman las balas le rebotan, a estos les rebotan los comentarios de la derecha que, al final, solo tiene legitimidad para morirse de una vez y dejar que esta banda se lleve el santo y la limosna.
Ignoro si esto le costará el puesto a Delgado. Debería, aunque solo sea porque, por muy diplomático -o servil- que se haya puesto Marlaska al comentarlo, no debe de ser demasiado fácil un consejo de ministros con alguien que mostraba tantos deseos de contar al comisario Villarejo, no ya tu orientación sexual, sino nombrarla con apelativo tan políticamente denostado.
Pero da un poco igual si se va o se queda mientras siga este disparatado presidente del gobierno que salta de ocurrencia disparatada en idea de bombero para disimular su falta de escaños y lo vendido que está a los enemigos de España.
Puede, eso sí, abrir un poco los ojos a los últimos ingenuos que piensan que estos están aquí porque se creen lo que dicen, y no para vivir tan ricamente de nuestra estupidez colectiva.