El espectáculo que tenemos preparado para mañana, con los aquelarres orquestados para celebrar el Día de la Mujer (antes, además, Trabajadora), promete.
La izquierda convoca una pretendida Huelga Feminista, que como casi la práctica totalidad de sus acciones, es mentira, de inicio a fin.
Lo de mañana, principal y primordialmente -y por su bien-, no es una huelga. Llama la atención que el espectro político que más se goza con este derecho constitucional, sea capaz de arrastrarlo por el barro de modo tan zafio. Pero, por ser práctica común por aquellos lares, no es noticia.
La huelga es un derecho «de los trabajadores para la defensa de sus intereses» (artículo 28.2 de la Constitución) que implica, entre otros aspectos, que el empleador no pueda sancionar a un trabajador por dejar de prestar sus servicios el día de su convocatoria.
En su regulación (que debiera ser por medio de Ley Orgánica) dada por el Real Decreto-Ley 17/1977, de 4 de marzo, sobre Relaciones de Trabajo, se define como ilegal cualquier huelga que se inicie «por motivos políticos o con cualquier otra finalidad ajena al interés profesional de los trabajadores afectados».
Asimismo, la huelga debe estar convocada por un sujeto con legitimidad para hacerlo -y, por mucho que le pese a más de una, las «mujeres», así entendidas, no lo son-; contar con un Comité de Huelga que negocie con el empresario -digamos, aquel ante quien se presenta la reclamación laboral, que por no existir en este caso, no puede plantearse- y finalizar -de ser exitosa- con un acuerdo entre las partes. Dígame usted a qué acuerdo pueden llegar las pretendidas huelguistas y resto de manifestantas con los empresarios, a saber, y según colegimos de la convocatoria, Don Heteropatriarcado, Don Opresor de Identidad Sexual o Don Violencia Invisibilizada.
¿La izquierda convocante ha informado a estas mujeres de los perjuicios que puede causarle embarcarse en esta absurda fanfarronada?
El circo de mañana, pues, no sólo no reúne ni uno sólo de los requisitos requeridos para convocar una huelga, sino que además es ilegal. De libro. ¿Algún gobierno va a hacer lo que debería para impedir que se vulnere la Ley? ¿Se aplicarán las sanciones oportunas a las que falten a sus deberes contractuales? ¿Se procederá a los despidos disciplinarios que corresponden para quienes participen activamente?
Más aún: ¿la izquierda convocante ha informado a estas mujeres de los perjuicios que puede causarle embarcarse en esta absurda fanfarronada? Por supuesto que no. Porque a la izquierda (masculina y femenina), las mujeres les importan sólo cuando cumple con ese papel por el que, irónicamente, protestan: cuando son mujeres objeto. Objetos arrojadizos que se reviente contra el suelo.
Es por ello que la batahola de mañana, ni es huelga, ni es feminista.
Y no lo es, porque no hay ni una reivindicación a favor de la mujer en su manifiesto.
Braman contra lo que llaman «violencia machista cotidiana», que no es, ni de lejos, la mayor causa de lesiones o mortandad entre las mujeres. Pero las reales les dan igual: esas no señalan al varón como un enemigo a aniquilar.
Ladran contra los cuidados que muchas mujeres brindan a sus padres ancianos o a sus hijos pequeños, y piden que, lo que es un gesto de entrega generosa y que nace del amor, sea retribuido
Berrean a favor de la ideología de género, como si los problemas femeninos fuesen los derivados de los vicios horizontales. Importa poco: lo que cuenta es arremeter contra el concepto de Varón, de Mujer y de Matrimonio.
Ladran contra los cuidados que muchas mujeres brindan a sus padres ancianos o a sus hijos pequeños, y piden que, lo que es un gesto de entrega generosa y que nace del amor, sea retribuido. ¿Por quién? ¿Qué precio tiene el amor? Les da igual. Lo importante es desfigurar la que, a mi juicio, es una de las características más envidiables de las mujeres, y que las pone para siempre por encima de la inmensa mayoría de nosotros, los varones. Su capacidad de darse sin medida.
Aúllan contra el uso de la imagen de la mujer como atractivo publicitario, sin pensar que ese éxito comercial es fruto de la hipersexualización social que su bando, el progre, lleva décadas imponiendo.
Mugen contra la jerarquía de la Iglesia Católica y contra el capitalismo, y abogan por el fin de lo que llaman «islamofobia» porque, como es sabido, los países donde rige la sharia musulmana, y la Rusia bolchevique, fuesen una especie de edén ginecomatriarcal, en los que todas las mujeres, especialmente las lesbianas, danzan y retozan a su libre albedrío.
Y terminan levantando el puño por una «educación pública y laica», en un reconocimiento descarado de que, ahora que ya estrangulan el cuello de toda la esfera pública con su ideología, necesitan que desaparezca Dios, para poder obligar a los niños a rendir pleitesía e hincar la rodilla ante sus deidades paganas. Que las tienen. Y son muchas.
Ninguna de las que mañana saldrán a la calle están preocupadas por la Mujer. Ni las ideólogas de izquierdas que convocan, ni las ingenuas que las secunden.
¿Habrá pancartas que recuerden los tormentos del síndrome post-aborto? ¿Corearán consignas contra la prostitución? ¿Se acordarán de las madres de esos hombres que viven auténticos calvarios judiciales por la inconstitucional Ley de Violencia de Género? ¿Alguna recordará que a muchas, muchísimas mujeres, les gusta y quieren ser madres, y que lo que hoy crea mayor brecha salarial no es el concepto que se tenga de la mujer, sino lo maldita y perseguida que está la maternidad -y la paternidad-? ¿Alzarán la voz contra la situación de la mujer en el mundo musulmán, y asaltarán a su paso alguna mezquita en señal de protesta contra las leyes, con plena vigencia, que permiten lapidar a una mujer hasta la muerte en todos los países islámicos?
Pierdan toda esperanza. Mañana, nadie va a hablar a favor de la Mujer. Nadie va a acordarse de ellas. Mañana, ellas mismas se convertirán en mujeres objeto, al servicio de la izquierda política, ideológica y mediática. Un objeto que va a ser proyectado con fuerza contra todos los que no forman parte del redil progre. Ellas serán, y se harán, mañana ese oscuro objeto de deseo. De la izquierda
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