El PSOE necesita un debate entre tres naderías para saber con qué líder acomodarse en la irrelevancia política. Debatieron sobre la limpieza. Pedro Sánchez se postula como el candidato más pulcro, puesto que no tiene mancha alguna por haber transigido con el Partido Popular. Su argumento no es que no quiera saber nada de un partido corrupto.
¡Si aspira a ser el mandamás del PSOE! Que la corrupción no le incomoda lo demuestra que no le echó en cara a Susana Díaz la lacerante corrupción del régimen andaluz. O que la persona que designó el partido para defender la inocencia de dos conspicuos corruptos, como Chávez y Griñán, en los medios de comunicación, fue precisamente Sánchez.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
Suscríbete a Actuall y así no caerás nunca en la tentación.
Suscríbete ahoraNo. La mancha es puramente política. Tratar con el PP, votar a su favor, abstenerse, incluso hacerlo cuando no hay alternativa viable, supone hacer una concesión excesiva al PP. Supone hacerle el juego, asumir que puede actuar dentro del juego democrático. Él no ha caído en esa infamia. Es el candidato del «no es no»; un lema a la altura intelectual de Pedro Sánchez, que él puede manejar sin excesivo esfuerzo.
De hecho, este ha sido su principal argumento en el debate; el único en realidad. De hecho, el principal argumento de Díez fue mostrar lo mal que se maneja Sánchez cuando tiene que lidiar con una idea que no sea tan tautológica como «no es no». Esa dificultad le ha llevado a dar bandazos: de recordar que el PSOE es un partido de voluntad mayoritaria a asumir que tiene que pactar con Podemos.
¿Cuál es la posición del PSOE ante el resurgimiento del nacionalismo? ¿Profundizaría en las relaciones de España con sus socios de la UE y de la OTAN? ¿Facilitará el comercio internacional, desmintiendo la segunda de sus siglas?
De hablar de España con una bandera de 14 metros a decir que para naciones, la de Cataluña. De defender a Sánchez y Griñán a decir que él no transige con la corrupción. El hombre se lía. Y Susana Díez se lo ha echado en cara. Incluso Patxi López, de apodo «nadie», le ha dicho en una ocasión: «Me parece bien que si no tenías ideas, cojas las mías». Demoledor.
Un desierto de ideas
¿Cuál es la posición del PSOE ante el resurgimiento del nacionalismo? ¿Profundizaría el PSOE en las relaciones de España con sus socios de la UE y de la OTAN? ¿Facilitará el comercio internacional, desmintiendo la segunda de sus siglas, y contra las proposiciones de los Trump, Iglesias y Le Pen de este mundo?
¿Cómo nos enfrentamos a los riesgos de una inmigración musulmana en un momento en el que el extremismo puede llegar a cualquiera que tenga una conexión a internet? ¿Cuál es el equilibrio sostenible entre el gasto social y el crecimiento económico? ¿Cómo va a responder la educación española a la constatación de que el número de puestos sin cubrir en proyectos de alto valor añadido crecía incluso cuando subía el paro, ya que nuestros jovenes no están preparados? ¿Cómo va a responder España al cambio tecnológico? ¿Qué postura debe adoptar ante conflictos como el choque de un gobierno dictatorial, como el de Venezuela, contra su pueblo?
No lo sabemos. El PSOE es un desierto de ideas, y los debates se quedan el el tacticismo: tú pactas con el PP, pues tú pierdes elección tras elección, pues vosotros os peleáis como dos gallos y eso nos perjudica electoralmente. Y para de contar.
Los militantes, más politizados que los votantes, han reaccionado al desconcierto echándose a su izquierda, y eligen líderes más a la izquierda que lo que quiere la grey que votaba habitualmente al partido
Muy probablemente ganará Pedro Sánchez. Los números cantan. Susana y Pedro están más o menos igualados, con una ligera ventaja numérica de Díaz y una clarísima ventaja geográfica de Sánchez (ha ganado en apoyos en toda España menos en Andalucía). El “discurso”, llamémosle así, de Patxi López, es mimético al de Sánchez, o vice versa. Y todo su equipo le ha abandonado por Sánchez, excepción hecha de César Luna.
Recobrar la credibilidad
De este modo, se confirmará la ley de hierro del declive socialdemócrata. Su programa se ha extendido por todo el mundo y las metástasis alcanzan nuestros huesos. Respiramos socialdemocracia, por lo que su mensaje se confunde con el ambiente, hasta desaparecer. Es tan peligroso e indistinguible como el Depredador de Arnold Swartzenegger.
Este hecho le resta efectividad política. Por otro lado, se basa en las promesas basadas en la renta y la riqueza de los demás. La crisis ha arruinado el dinero de los demás (que es su dinero, no se engañe), y ha arruinado, como corolario, el crédito de las instituciones y de la socialdemocracia. Los partidos que representan esta ideología pandémica han reaccionado recurriendo a las primarias entre sus militantes para recobrar algo de credibilidad.
Los militantes, más politizados que los votantes, han reaccionado al desconcierto echándose a su izquierda, y eligen líderes escorados más a la izquierda que lo que quiere la grey que votaba habitualmente al partido. Por otro lado, los órganos del partido elegían a líderes expertos en cifrar los mensajes que dan votos y ganan elecciones, y ahora han sido sustituidos por Jeremy Corbyn, Bernoit Hamon, y quizás Pedro Sánchez.