La OTAN entra en el jardín de Rusia

    Putin ha forjado su estrategia sobre la reconstrucción de una nueva Gran Rusia, que frene la expansión occidental en lo que entiende que debe ser su zona de influencia.

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    Sesión en la OTAN/Fuente: OTAN.

    Los peores temores de Rusia están empezando a cumplirse. El próximo mes de julio la capital de Polonia, Varsovia, acogerá un congreso de la OTAN. Polonia, que ha sido objeto de saqueo o apropiación por parte de Rusia y Alemania, es una potencia media que se ha separado a toda velocidad de Moscú. Entre ese país y Rusia media una franja de países: Los Estados bálticos, Bielorrusia y Ucrania. En este enclave es donde la OTAN va a ofrecer a estos dos últimos países, Ucrania y Bielorrusia, un “acuerdo de asociación”, que es un penúltimo paso antes de la pertenencia de pleno derecho en la organización atlántica.

    Es el mismo proceso que se inició con los tres Estados bálticos: Estonia, Letonia y Lituania. Hoy son parte de los 28 miembros de pleno derecho de la Alianza Atlántica. Actuaron como un solo hombre al solicitar su inclusión tanto en la OTAN como en la Unión Europea, lo que consiguieron en 2004. Son tres democracias asentadas, que tienen los mismos problemas que cualquier otra democracia, y su renta per cápita (en dólares a precios actuales, según el FMI), no ha dejado de crecer: En Estonia de menos de 8.900 dólares a 18.600, y los otros dos del entorno de los 6.500 dólares a los 17.000 (Letonia) y 18.000 (Lituania).

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    Visto este antecedente, parecería que con bajar la mirada en el mapa, Bielorrusia y Ucrania caerán como frutas maduras al carro de la OTAN. Pero no está tan claro. Para empezar, tenemos que fijarnos en otro antecedente, el de Bielorrusia. Este país firmó un “Acuerdo por Paz” con la OTAN desde 1995, y ha mantenido una relación con esta institución desde entonces. Pero no puede ser un miembro de pleno derecho, ya que forma parte del Tratado de Organización de Seguridad Colectiva, que es la versión, corregida y disminuida, del antiguo Pacto de Varsovia.

    Georgia ha mostrado su entusiasmo por formar parte de la OTAN y, de hecho, este último paso adelante, el que se firmará en Varsovia, se ve desde Tiblisi con impaciencia y resignación. Vakhtag Maisaya, que presidió el departamento de Georgia de relaciones con la Alianza, ha precisado que este Acuerdo sería el cuarto paso de integración, previo al cuarto y último, como miembro de pleno derecho. Pero el alto representante de la organización en el Cáucaso y Asia Central, James Appathurai, reconocía recientemente que no había consenso entre los miembros de la OTAN sobre la conveniencia de tenerla como un socio más. Lo que se baraja, ahora, es la oferta a estos dos países, Georgia y Ucrania, de un acuerdo de colaboración en el Mar Rojo; una fórmula que ya se ensayó con Suecia y Finlandia.

    El intento de la Unión Europea de acercarse a Ucrania ha forzado la quiebra del país

    Georgia no es todavía una democracia como la de cualquier miembro de la Unión Europea, pero ha logrado progresar en los últimos años. No se puede decir lo mismo de Ucrania. Éste es, en realidad, dos países, uno ucraniano y otro, el más cercano al gigante vecino, ruso. El país fue ya rusificado en la época de Nicolás II, y luego de forma intermitente. El intento de la Unión Europea de acercarse a Ucrania ha forzado la quiebra del país, con una revolución popular que ha echado abajo un gobierno, pro ruso, democráticamente elegido.

    El nuevo gobierno vio cómo Rusia anexionó Crimea, con la vista puesta en Sevastopol, base de la flota rusa en el Mar Negro. Una vez abierta la crisis territorial, Rusia desató las tensiones secesionistas en las zonas afines. De este modo, Moscú puede asegurarse el control total de esas zonas, pero no le saldría gratis. Por un lado, no lo logrará sin una guerra, que sólo puede ganar con el consentimiento de los Estados Unidos y la Unión Europea. Y si lo logra, será a costa de perder definitivamente la influencia sobre el resto del país, ya que el equilibrio demográfico caería del lado ucraniano, por lo que habría siempre gobiernos pro occidentales en Kiev.

    Si estos son los problemas para Rusia, Ucrania no deja de crearle problemas a la UE y la OTAN. Tiene un régimen cleptocrático y la democracia se debate entre la elección de una u otra trama oligárquica. La facilidad con la que han logrado echar abajo al anterior gobierno es muestra suficiente de que la fibra democrática del país es muy escasa; de otro modo un gobierno elegido en las urnas no caería tan fácilmente.

    Un gobierno estructuralmente corrupto, como es el de Ucrania, puede ser más o menos de fiar por una autocracia con ropajes democráticos como es Rusia

    Un gobierno estructuralmente corrupto, como es el de Ucrania, puede ser más o menos de fiar por una autocracia con ropajes democráticos como es Rusia, pero en el caso de la OTAN la situación sería más turbia.

    Y aún queda por mirar a un actor fundamental en todo esto que es, por supuesto, Rusia. Putin ha forjado su estrategia sobre la reconstrucción de una nueva Gran Rusia, que frene la expansión occidental en lo que entiende que debe ser su zona de influencia. Pero para tener opciones de lograrlo, tiene que tener una estabilidad y una pujanza económica de la que carece. Parte del progreso económico viene de la cooperación con otras economías, y su política exterior le lleva a chocar con quienes serían sus principales clientes e inversores, excepción hecha de China. De modo que Rusia está atrapada en una estrategia que, sencillamente, no puede triunfar.

    Así las cosas, la OTAN entra en el jardín de Rusia, y ésta no puede hacer nada al respecto, que no sea jugárselo todo a un conflicto de largo alcance que sería negativo para todos, y para ella especialmente.

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    José Carlos Rodríguez es periodista. Forma parte del equipo de ProducciONE, pero en otra vida ha sido redactor jefe de Internacional de La Gaceta, y ha trabajado en la prensa digital en medios como Factual.es, elimparcial.es y libertaddigital.com. También ha colaborado con el semanario Alba, Expresión Económica, La Ilustración Liberal, La Gaceta de los Negocios o la agencia APIE, entre otros.