En enero de este año en Francia ya se hablaba de guerra, pero el presidente y el primer ministro hicieron puntualizaciones propias de dos líderes de la progresía europea. “No estamos en guerra contra una religión, sino contra una civilización”, aseguraba Manuel Valls el 9 de enero, tras la matanza de una docena de personas en la redacción de la revista satírica Charlie Hebdo.
Diez meses después, cuando el terrorismo islámico ha asesinado a 130 personas y herido a 200 en pleno centro de París, tanto Hollande como Valls han abandonado por completo la corrección política. “Francia está en guerra”, ha dicho el presidente socialista. “Y seremos inmisericordes en nuestra respuesta contra la barbarie”.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEstas palabras no han sido promesas huecas. Apenas 48 horas después del atentado del Viernes 13, el ejército francés comenzó a bombardear sin misericordia la ciudad siria de Raqa, capital autoproclamada del terrorismo yihadista.
Simultáneamente, en París y en el resto de Francia la policía está haciendo centenares de registros domiciliarios (muchos de ellos sin permiso judicial) y cerrando mezquitas casi a diario.
Por si a alguien le quedaran ganas de hablar de choque entre civilizaciones, Hollande ha zanjado ese asunto con la coherente nitidez que caracteriza su nueva etapa: “esto no es una guerra de civilizaciones, porque estos asesinos no son una civilización”.
El político socialista al que tachan de ‘blandito’ ha decidido aniquilar a su enemigo sin contemplaciones
En lo que la prensa mundial ha calificado unánimemente como un discurso histórico, el político socialista a quien se tachaba de ‘blandito’ se transformó de golpe en un líder decidido a aniquilar a su enemigo sin contemplaciones. “IS no es solo el enemigo de Francia. Es el enemigo de toda Europa”, dijo al cerrar su intervención ante las dos cámaras parlamentarias, reunidas en una sesión extraordinaria en el Palacio de Versalles.
Queda así inaugurada, oficialmente, la guerra entre el Islam yihadista y la civilización occidental, es decir, la guerra entre el Islam radical y todos aquellos que se niegan a someterse a sus dogmas y exigencias políticas.
Esta guerra global no va a ser un conflicto bélico tradicional. Será distinta de cualquiera otra guerra anterior, pero se llevará a cabo en el mundo entero, por tierra, por mar y por aire. Es –como bien ha dicho Hollande– una guerra entre la civilización y la barbarie.
La contienda terrestre se centrará en Siria e Irak, que serán asediadas por tropas y tanques estadounidenses, britanicos y franceses, aunque también afectará al resto del planeta, pues se reforzarán las fronteras y la labor de los servicios de inteligencia en países occidentales como Francia, Alemania, Reino Unido y España, pero también en China, Rusia, Filipinas o Túnez.
Esta batalla campal se librará en las aguas del Mediterráneo y en el espacio aéreo mundial, con bombarderos atacando las bases de IS y Al Qaeda en Asia y en África. Los ciudadanos inocentes del mundo entero sufrirán nuevos arrebatos de vigilancia e inspección en los aeropuertos y en los aviones comerciales.
El ataque de París se había adjudicado al Estado Islámico mucho antes que el grupo terrorista reivindicara el atentado del viernes 13 de noviembre, que lleva el sello del temido terrorismo de IS, especializado en actos multitudinarios de terror contra víctimas indefensas y con un escaso margen de error, buscando una victoria psicológica con el mínimo esfuerzo y riesgo.
Europa ha sido elegida de nuevo como cuna del cristianismo
Europa ha sido elegida de nuevo como cuna del cristianismo, pues el fundamentalismo islámico llama a Occidente la “Coalición de los Cruzados”, en referencia a las cruzadas cristianas de los siglos XI-XIII. Recordemos que esta guerra global entre la civilización y la barbarie es, de hecho, una batalla entre el futuro y el pasado de la humanidad.
Cuando Hollande negaba estar capitaneando una guerra entre civilizaciones se refería al ya mencionado choque de civilizaciones que vaticinó hace dos décadas el historiador estadounidense Samuel Huntington, convencido de que las identidades culturales y religiosas generarían conflictos mundiales tras la Guerra Fría.
El viernes 13 la prensa europea se refirió tenazmente a la carnicería de París como un ataque y un atentado, hasta que el sábado por la mañana Hollande lo bautizó como un “acto de guerra”.
Occidente se había estancado en un peligroso letargo buenista, al negarse a reconocer que el enfrentamiento con el Islam militante es una guerra. Aceptarlo, como ha hecho el presidente francés, es avanzar hacia una victoria hoy todavía lejana. Tras este brusco despertar, veremos si el siguiente paso consiste en hablar de la Tercera Guerra Mundial.