Unas horas antes de que nos comiéramos las uvas de este 2015-16, la Guardia Civil hallaba el cuerpo sin vida de un bebé de ocho meses y el de su madre, de 31 años. Ambas habían muerto por asfixia a manos, presuntamente, de su padre y pareja, respectivamente.
De confirmarse que éste es un caso de violencia machista –junto a otro que se investiga en Almería- las muertes por la llamada violencia de género en España este 2015 se elevarían a 55, aunque podrían ser más porque aún hay otros tantos casos abiertos. De momento, la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad tiene constatados oficialmente un total de 55.
La ley orgánica de medidas de protección integral contra la violencia de género, la primera aprobada por Zapatero, ha cumplido once años el pasado 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes.
Es una ley que no ha servido, desgraciadamente, para erradicar esta lacra de nuestra sociedad y ni siquiera para estar orgullosos del balance de víctimas asesinadas a manos de sus parejas: 71 mujeres en 2003; 72, en 2004; 57, en 2005; 69, en 2006; 71, en 2007; 76, en 2008; 56, en 2009; 73, en 2010; 61, en 2011; 52, en 2012; 54, en 2013; 54, en 2014 y 55 en este año 2015.
La ley socialista de violencia de género es una tropelía contra la Constitución Española, que en su artículo 14 proclama la igualdad de todos
Cuando digo víctimas asesinadas a manos de sus parejas me refiero sólo a mujeres. ¿Y saben por qué? Porque esta ley socialista está basada en el principio de que la violencia sólo la ejercen los seres humanos de sexo masculino sobre los de sexo femenino.
Se trata ello de una nueva tropelía contra la Constitución Española, que en su artículo 14 proclama la igualdad de todos los ciudadanos, independientemente de su “nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”.
Y saben ustedes por qué no se reforma esta ley: porque se justifica sobre la base de que la realidad social la avala. ¿Se discriminan otros delitos en función del sexo de quién los cometen? La respuesta es: no.
Entonces, ¿por qué lo hacemos cuando hablamos de malos tratos en el ámbito de pareja? Pues porque seguimos asumiendo la ideología de género impuesta por el Gobierno de Zapatero.
Y así se ha puesto de manifiesto durante la pasada campaña electoral cuando Marta Rivera (Ciudadanos) ha sido literalmente linchada por decir que la violencia no tiene sexo. Señores (incluyo a las señoras, claro está), escuchen bien: la violencia del hombre hacia la mujer es deleznable pero igual de intolerable lo es a la inversa.
La sociedad ha de reivindicar la derogación o reforma de esta ley injusta no sólo por los datos. ¿O les parecería bien que una terrorista no sea juzgada igual que un terrorista por su condición de mujer?
Las palabras tienen género y las personas tienen sexo. Así pues, hablar de violencia de género es un sinsentido
Y además, hablemos con propiedad. Las personas tenemos como género –como mucho- el ser ‘homo’; como especie, el ser ‘sapiens’ y como sexo el masculino o el femenino. Las palabras tienen género y las personas tienen sexo. Así pues, hablar de violencia de género es un sinsentido.
Violencia machista es la que ha dado como resultado que desde el año 2003 hayan muerto asesinadas en España un total de 821 mujeres víctimas de un hombre con el que tienen relación de pareja.
Si el género es el homo, la violencia de género es aquella ejercida por un homo contra otro homo, independientemente de su sexo. Si seguimos sin reformar la ley de violencia de género, incluyan ustedes, gobernantes, el balance de mujeres que asesinan a sus parejas. Desde la perspectiva del género entendida por los socialistas en su ley y asumida por Rajoy han de incluir al ‘género’ masculino para no discriminar entre sexos.
Y perdonen, que también empezamos el año con un caso de violencia que no es de ‘género’ -o, mejor dicho, de sexo-: una mujer de 91 años mató a su hermana, de 86, clavándole un cuchillo en el cuello en el domicilio que ambas compartían en Bilbao. Esto es claramente un caso de violencia doméstica o en el ámbito familiar, al igual que es el primero de los casos que he citado en este artículo. Dejemos de hablar del ‘sexo de los ángeles’ y acometamos el problema: legislemos para todos.
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