Las denuncias falsas: no existen, pero haberlas, haylas

    Decir que hay denuncias falsas en materia de ‘violencia de género’ es peor que decir que has visto un OVNI cuando estabas de excursión en el monte. Pero por mucho que el Poder se empeñe en perseguir a los ‘herejes’ de la corrección política, las hay, y están destrozando muchas vidas.

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    Portada de Ideal
    Portada de Ideal

    ¿Se ha dado cuenta de que ahora que todo el mundo lleva un teléfono con una magnífica cámara de vídeo y de fotos han desaparecido las noticias de OVNIS, antes tan frecuentes? ¿O será que los exploradores extraterrestres ya se han cansado de observarnos?

    Fuera como fuese, como todavía no hay un ‘lobby’ suficientemente poderoso para defender a los ‘contactados’, quien diga que ha estado en un platillo volante o similar queda apartado de la sensatez dominante y marcado como un tipo extravagante y chiflado del que conviene apartarse.

    Algunas personas creen que La Sexta da información.

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    Los abogados, jueces, políticos y periodistas que digan que muchas de las denuncias por la llamada ‘violencia de género’ (casi 143.000 el año 2016, según el Consejo General del Poder Judicial) son falsas o inconsistentes quedan en una situación peor que la de los avistadores de OVNIS, pues a éstos no se les montan escraches.

    Y da igual que, aparte de los testimonios de los juristas que se atreven a hablar, los números lo demuestren: en el 87,7% de los casos, los supuestos delitos denunciados no se prueban, son archivados o sobreseídos o se trata de denuncias falsas o simulaciones de delito, como publicó Actuall.

    La última denuncia falsa que hemos conocido es la de la mujer que se echó pegamento en la vagina y culpó de ello a su antiguo novio, al que consiguió que se le encarcelase hasta que se descubrió su engaño.

    ¿Sólo un 0,4% de denuncias falsas?

    No se admite la existencia de la denuncia falsa. Como en el siglo XVII se daba fiabilidad absoluta en Centroeuropa a las denuncias de brujería y en el siglo XX en la URSS a las denuncias de trotskismo, las clases dominantes de la sociedad española actual creen -o hacen como que creen-, que una mujer no miente cuando denuncia maltrato o un adolescente denuncia un abuso sexual.

    Para eludir cosa tan machista como los medios de prueba tradicionales, se está introduciendo en el ordenamiento jurídico la ‘inversión de la carga de la prueba’

    El mismo Consejo del Poder Judicial asegura que sólo un 0,4% de las denuncias por violencia machista son falsas. Entonces, ¿por qué no hay más condenas? Ah, explican los nuevos nkvdistas, porque no se ha podido probar fehacientemente. Por eso, para eludir cosa tan burguesa o machista como los medios de prueba tradicionales, se está introduciendo en el ordenamiento jurídico aberraciones como la ‘inversión de la carga de la prueba’ y la ‘perspectiva de género’.

    Este último concepto, que me temo que acabará convirtiéndose uno de los principios generales del Derecho, lo acaba de usar un tribunal en Canarias para conceder una pensión de viudedad a una mujer que denunció varias veces a su ex marido sin que se probase nunca que éste la maltrató y del que se divorció diez años antes de que el hombre falleciese.

    Petición de 26 años de cárcel

    Otro caso flagrante de denuncia falsa ha sido la realizada contra el sacerdote Roman Rodríguez, al que la Audiencia de Granda acaba de absolver después de varios meses de calvario judicial.

    Un veinteañero denunció por carta al papa Francisco que había sufrido abusos sexuales por parte de este sacerdote y otros más cuando tenía entre 14 y 17 años. ¡Gran escándalo! ¡Portadas, reportajes y odio, mucho odio, en la sociedad y las redes, reavivado con la absolución!

    Y al final, en Semana Santa, el tribunal absolvió por unanimidad al acusado, procesado y juzgado; y encima cargó con las costas del proceso al denunciante. Además de la falta de pruebas objetivas, el motivo de la absolución, según la sentencia, es la “inconsistencia del relato” del denunciante, que contenía “graves contradicciones” y aspectos “absolutamente inverosímiles”.

    O sea, que el joven mintió y, gracias a Dios, mintió tan mal que se cumplió la frase popular de que “antes se pilla a un mentiroso que a un cojo”. La acusación particular pedía 26 años de prisión para el sacerdote.

    De todos los medios que llevaron el caso en portada, sólo he visto que Ideal dedicase el mismo espacio a la absolución

    Y de todos los periódicos que llevaron en su portada las diferentes fases del proceso y el juicio (acudió a declarar como testigo el arzobispo de Granada) sólo he visto que Ideal dedicase el mismo espacio a la absolución.

    Supuestos expertos en información eclesiástica, daban por sentada la condena de Roman Rodríguez:

    “¿Habrá condena para Roman? Todo parece indicar que sí pues, pese a que la defensa ha llamado a declarar a todos los miembros del clan inicialmente imputados, la jurisprudencia en los casos de abusos a menores tiene especialmente en cuenta el testimonio de la víctima”

    En España la denuncia falsa sale gratis

    Además, hace unos días por Actuall he conocido que el Tribunal Supremo ha rechazado el recurso de casación contra la sentencia absolutoria de un salesiano director de un colegio en Cádiz, también acusado de abusos sexuales y agresiones físicas a distintos alumnos, y no sólo por los supuestos afectados, sino por la Junta de Andalucía, presidida por la catequista Susana Díaz.

    Un periodicucho británico, el Daily Mail, publicó que la esposa del presidente de EEUU, Melania Trump, había sido prostituta de lujo y ésta demandó a la cabecera y le reclamó 140 millones de euros. Al final, los editores han aceptado un acuerdo de indemnización y disculpas públicas para evitar la condena por difamación y falsedad.

    Puesto que en España mentir ante los tribunales sale gratis, aunque esa mentira pueda hundir el honor de una persona y llevarla a la cárcel, y hasta el suicidio, la única manera de parar a estos canallas y a quienes les incitan es mediante denuncias amparadas en los artículos 456 y 457 del Código Penal. El perdón cristiano no puede servir para que haya impunidad.

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    Cuando me digo por las mañanas que el periodismo es lo más importante, me entra la risa. Trato de tomarme la vida con buen humor y con ironía, porque tengo motivos para estar muy agradecido. Por eso he escrito un par de libros con mucha guasa: Bokabulario para hablar con nazionalistas baskos, que provocó una interpelación en el Congreso por parte del PNV, y Diccionario para entender a Rodríguez el Progre. Mi último libro es 'Eternamente Franco' (Homo Legens).