Las medidas de tráfico de Carmena son absurdas e ineficaces

    Las draconianas medidas de la alcaldesa contra el tráfico rodado no sirven para reducir la contaminación, como demuestra César Sinde. Todo indica que es una cacicada más, propia de la izquierda, obsesionada por obtener dinero.

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    Manuela Carmena / Flickr Ahora Madrid
    Manuela Carmena / Flickr Ahora Madrid

    La izquierda madrileña tiene grandes aportaciones a la movilidad urbana cuyo común denominador es su aversión ideológica al transporte privado. Desde aquel insigne comunista, Eduardo Mangada, que allá por 1979 decía que “Madrid no necesita más carreteras porque no va a crecer más” hasta las prohibiciones al tráfico de la también comunista Carmena, la obsesión del rojerío patrio por decirle a la gente cómo tiene que moverse es palmaria.

    En estos días, los madrileños conductores añaden una dificultad más a la ya de por sí difícil actividad de desplazarse en coche por la capital: las absurdas e ineficaces medidas de Carmena.

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    La excusa que han encontrado ahora para decirle a la gente cómo tiene que desplazarse es la contaminación del aire. A más niveles de contaminantes, menos uso permitido del transporte particular.

     

    Una medida con ‘defectos’ secundarios

    En la Fase I de este plan se restringe la velocidad a 70 km/h en las grandes vías de circunvalación como la M-30. Ante esto hay que recordar varias cosas.

    En primer lugar, cuando en una vía de alta capacidad como la M-30 se reduce arbitrariamente la velocidad máxima, se acaba provocando o que la carretera se atasque antes o que las retenciones sean más grandes o las dos cosas.

    Que ocurra una, otra o las dos dependerá de cuantos vehículos quieran entrar en esa infraestructura al mismo tiempo.

    Además, una vez producido el atasco, se disparan las emisiones de CO2 y NOx porque los contínuos arranques y paradas de los vehículos incrementan su consumo de combustible y, por tanto, sus emisiones. Así que al final, lo que se consigue es lo contrario de lo que se pretendía.

    Cuando se disminuye la velocidad de circulación la carretera se colapsará antes

    Todas las carreteras tienen una capacidad de absorción de vehículos que viene dada por dos factores: el número de carriles por sentido que tenga y la velocidad máxima permitida.

    Todos hemos circulado por autopistas de 2 o más carriles por sentido y hemos sufrido retenciones cuando por un accidente u obras algún carril se cortaba al paso de vehículos. De igual forma, cuando se disminuye la velocidad de circulación la carretera se colapsará antes.

    Y es que al ir más despacio, los vehículos que circulan por la vía tardarán más en abandonarla. Al tiempo que eso ocurre y conforme avanza la hora punta, más cantidad de vehículos intentan acceder a la autopista. Por tanto, la carretera se satura antes de lo que debería.

    Es como en un río cuyo cauce está regulado por un embalse. Si la cantidad de agua que sale por las compuertas es menor que la que entra, la presa se desborda.

    Reducir la velocidad no disminuye necesariamente el consumo del vehículo ni mejora la calidad del aire

    Vista la inutilidad de reducir de la velocidad, es más que probable que al llevarla a cabo la calidad del aire no sólo no mejore, sino que sea peor

    En segundo lugar, reducir la velocidad no necesariamente disminuye el consumo de los vehículos ni, por tanto, sus emisiones.

    El consumo de un motor viene determinado en gran parte no por el ritmo al que circule el coche, sino por las revoluciones por minuto a las que ese motor esté girando internamente.

    Así, circular a 90 km/h en 5ª o 6ª marcha puede implicar un consumo menor que transitar a 70 km/h en 3ª. Por tanto, el gasto de combustible depende en buena medida de la forma de conducir. En concreto, según datos del RACE, esa diferencia puede ser de hasta un 30%.

    Vista la inutilidad de reducir de la velocidad, es más que probable que al llevarla a cabo la calidad del aire no sólo no mejore, sino que sea peor si las condiciones climáticas no cambian, que es lo que ha pasado en Madrid.

    Tras el primer día de reducción de velocidad y como no ha hecho viento ni ha llovido, el aire está más contaminado porque los atascos han incrementado las emisiones.

    Se prohíbe hacer justamente lo que deja de contaminar: aparcar y apagar el motor

    Por eso, hemos pasado a la Fase II, donde además de seguir restringiendo la velocidad, se prohíbe aparcar en superficie en el centro.

    Nuevamente, otra medida nefasta: se prohíbe hacer justamente lo que deja de contaminar: aparcar y apagar el motor.

    Atasco Madrid
    Atasco Madrid/ Wikipedia

    Además, al prohibir estacionar en la calle pero no en los aparcamientos subterráneos, muchos conductores entrarán igualmente en la ciudad en la creencia de que podrán usar esos emplazamientos para dejar el coche.

    Esto puede llevar a que los parkings estén llenos y muchos tengan que ir de un aparcamiento a otro hasta que encuentren plaza libre. Por tanto, se hace innecesariamente circular a unos vehículos que podrían estar estacionados y sin contaminar en la calle. También muy sensato.

    Por si todos estos despropósitos no fueran suficientes, en la Fase III se reduce a la mitad el número de vehículos que pueden circular por medio de las matrículas pares o impares donde los vehículos pueden circular en días alternos en función de su placa de matrícula.

    Si se activa esta fase, quien tenga que salir de la ciudad en coche no podrá hacerlo. Adiós, por ejemplo, a irte de fin de semana si cae en viernes.

    Pero aún puede ser peor porque la prohibición de circular podría pillar un domingo a muchas personas fuera de Madrid y los que estuvieran fuera no podrían regresar o tendrían que dejar su coche aparcado fuera de la ciudad y llegar hasta su casa en transporte público.

    Sin duda un escenario ideal en caso de llevar equipaje en el vehículo o tener que desplazar a personas de movilidad reducida como bebés o ancianos.

    Una empresa ubicada en Castellón ha desarrollado unas placas cerámicas que absorben contaminantes del aire

    Analizada la inutilidad de estas medidas y lo mucho que complican a la gente la vida, resulta que existe tecnología para limpiar el aire de partículas contaminantes de la misma forma que hay sistemas de depuración del agua.

    Así, por ejemplo, una empresa ubicada en Castellón ha desarrollado unas placas cerámicas que absorben contaminantes del aire. Según certifica la Universidad Politécnica de Valencia, si se recubriesen 200 edificios con este material, tendríamos aire limpio para 400.000 personas cada año.

    Limpiar el aire es lo sensato y eficaz

    En este mismo sentido, existe también un tipo de tejas especiales que realizan la misma función. Y por si esto no fuera poco, resulta que existen lonas para recubrimiento de edificios en obras que absorben polución del aire y hasta un tipo especial de asfalto que elimina C02.

    Respirar un aire lo más limpio en las ciudades es necesario. Pero también es necesario poder desplazarse con libertad y comodidad. Y la forma de conjugar esas dos necesidades no es prohibir o restringir una en beneficio de otra, sino adoptar medidas eficientes.

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