Le Pen y Macron matarán la V República

    Los europeos se han hartado de los partidos populares y socialistas que les han gobernado desde los años 50. Francia es la siguiente nación donde la partitocracia va a desmoronarse. Pero en este país parece que se está montando un partido único en torno a Emmanuel Macron.

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    Elecciones Presidenciales, Francia 2017

    Aunque los políticos y los editorialistas se empecinen en negarlo, los europeos estamos entrando en un tiempo nuevo. Esta semana, el Reino Unido ha presentado en Bruselas su solicitud de abandonar la Unión Europea, una alianza a la que una rampante Turquía ya no quiere adherirse.

    Y las elecciones que se están celebrando en Alemania, Holanda y, sobre todo, Austria están destrozando el eje político formado alrededor a un partido de centro-derecha y otro de centro-izquierda.

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    En las elecciones presidenciales de Francia, que se celebrarán entre el 23 de abril y el 7 de mayo, la gastada partitocracia recibirá otro golpe demoledor: los dos candidatos que pasarán a la segunda vuelta, según todas las encuestas, no pertenecerán a ninguno de los partidos que han gobernado Francia en las últimas décadas.

    Pero el cataclismo no acabará entonces, sino que producirá otra conmoción en la primera quincena de junio, cuando se elija la nueva Asamblea Nacional.

    Presidentes sin diputados

    Si el ganador en la segunda vuelta fuera Macron, estaríamos ante un presidente sin partido. Su ¡En marcha! es una plataforma para estas elecciones y él se presenta como alguien que no es ni de izquierdas ni de derechas. En una entrevista en El País, declaró que su “movimiento es una amplia coalición de socialdemócratas, liberales, centristas, ecologistas y, sobre todo, de ciudadanos que nunca han tenido un compromiso político”.

    Pero Macron, ex ministro de un Gobierno socialista, sí que tiene ideología, la de la destrucción de las identidades nacionales: es partidario de diluir la soberanía francesa en la UE, de la culpabilidad de los europeos por su pasado colonial, de la supresión de fronteras, de combatir el cambio climático, de promover el multiculturalismo y del “deber” de acoger a los refugiados.

    «Marine Le Pen tiene un partido detrás de ella, el más popular de Francia, el preferido por los obreros y los jovenes»

    Marine Le Pen tiene un partido detrás de ella, el más popular de Francia, el preferido por los obreros y los jovenes, pero con una minúscula representación parlamentaria; sólo dos escaños en una Asamblea de 577 diputados.

    Si pasan estos dos candidatos a la segunda vuelta, ¿qué puede suceder en las elecciones legislativas?

    Primero hay que recordar el sistema electoral para la Asamblea: distritos uninominales con dos vueltas. Si en la primera, un candidato obtiene más de la mitad de los votos queda elegido; en caso contrario, a la segunda vuelta pasan los que hayan superado el 12,5% de los votos y gana el más votado.

    Desde que la izquierda comprobó que el Frente Nacional crecía a costa de su electorado, funciona entre ella y el centro-derecha un llamado ‘pacto republicano’, por el que en las segundas vueltas se retira el candidato menos votado de los dos grandes bloques y pide el voto para el otro para frenar a la “extrema derecha”.

    El partido único de Macron

    Macron podría obtener una mayoría parlamentaria formando un nuevo partido con los centristas de François Bayrou, los Republicanos como Alain Juppé (condenado a 18 meses de cárcel por empleos ficticios), los ecologistas y los socialistas estilo Manuel Valls; es decir, a costa de devorar el PSF y Los Republicanos.

    Las adhesiones a Macron siguen creciendo en estos días: el socialista y masón Manuel Valls, todavía primer ministro; el comunista Robert Hue; el liberal (de verdad) y pro-estadounidense Alain Madelin; el ‘enarca’ (graduado en la elitista Escuela Nacional de la Administración, forjadora de los funcionarios que gobiernan Francia) Dominique de Villepin, primer ministro de Jacques Chirac; el financiero y ‘oenegero’ Jacques Attali; etc. El antiguo empleado de la Banca Rothschild atrae a todo tipo de personalidades, por contradictorias que sean sus ideas y profesiones. Da la impresión de que asistimos a la formación de un partido único en torno a Macron.

    Los nuevos votantes de Macron: desde un comunista a un financiero.
    Los nuevos votantes de Macron: desde un comunista a un financiero.

    Le Pen lo tiene más difícil, porque, aparte de que Macron está captando ahora a los votantes del mainstream, además en las legislativas se repetirá la habitual alianza de “todos contra el Frente Nacional”.

    Es cierto que su investidura como presidenta aumentaría su electorado y captaría a candidatos veteranos deseosos de garantizarse su escaño con ella, pero es muy improbable que en estas elecciones el FN sustituyera a uno de los partidos tradicionales, por falta de tiempo y de organización.

    En esta hipótesis, sería una sorpresa que la presidenta Le Pen pudiera armar un grupo parlamentario superior al centenar de diputados.

    Por tanto, a mediados de junio habrá un presidente sin mayoría en la Asamblea o, en el mejor de los casos, con una mayoría vacilante.

    Una disolución imposible durante un año

    En una república presidencialista como la francesa, este enfrentamiento se soluciona con la disolución del Parlamento y nuevas elecciones. Lo hizo Mitterrand en 1981, después de acceder a la presidencia, para no gobernar con una Asamblea donde el centro-derecha tenía mayoría absoluta. En menos de seis semanas, los socialistas se hicieron con todo el poder en Francia: en mayo la presidencia y en junio la Asamblea.

    Pero las reformas constitucionales de 2000 y posteriores han reducido el poder del presidente sobre el Parlamento. El septenio presidencial se redujo a quinquenio, la misma duración de las legislaturas, para evitar la cohabitación entre dos poderes de distinto signo político.

    Mitterrand disolvió la Asamblea nada más alcanzar la presidencia para fabricarse una a su medida, pero, según la Constitución, el presidente electo esta primavera deberá esperar un año entero antes de hacerlo con la Asamblea votada en mayo y junio.

    Si seguimos con las especulaciones, las posibilidades son diversas. Se podría cambiar el sistema electoral de mayoritario a proporcional, como hizo Mitterrand para las elecciones de 1986 a fin de introducir al FN en el Parlamento y debilitar al centro-derecha (sólo consiguió lo primero: Jean-Marie Le Pen obtuvo 35 diputados); pero eso necesitaría el acuerdo de una mayoría en la Asamblea.

    ¿Estarían los diputados dispuestos a hacerse el ‘harakiri’ como los procuradores de las Cortes de Franco para que la presidenta elegida por los franceses dispusiera de una mayoría parlamentaria correspondiente a su popularidad? ¿Podría recurrir Le Pen (o Macron) al referéndum para modificar el sistema electoral?

    «La V República que instauró Charles de Gaulle (el general europeo del siglo XX que más derrotas padeció) va a concluir casi como la IV República»

    También se podrían deshacerse los viejos partidos y fundarse unos nuevos, como ocurrió en Italia con el socialista y la democracia-cristiana, a lo largo de ese año entre las disoluciones. Las pocas separaciones están difuminándose.

    En esta campaña, Los Republicanos se han dividido entre las bases, que respaldan a François Fillon, y la cúpula, que se vuelca con Macron. El Partido Socialista se ha escindido, no en horizontal, sino en vertical: un pedazo se va con reformista-liberal-progresista Macron y otro se enroca en la izquierda y, luego, probablemente derivará hacia la unión con la extrema izquierda de Jean-Luc Mélenchon.

    Lo seguro es que asistiremos a un largo funeral. La V República que instauró Charles de Gaulle (el general europeo del siglo XX que más derrotas padeció) va a concluir casi como la IV República: desafíos entre el Ejecutivo y el Parlamento, partidos que se forman y desaparecen, jefes de grupos parlamentarios que se entregan al presidente por un puesto de ministro…

    Y mientras tanto, la vieja Inglaterra, al otro lado del canal de La Mancha, y el sultán turco, en su capital asiática, sonríen.

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    Cuando me digo por las mañanas que el periodismo es lo más importante, me entra la risa. Trato de tomarme la vida con buen humor y con ironía, porque tengo motivos para estar muy agradecido. Por eso he escrito un par de libros con mucha guasa: Bokabulario para hablar con nazionalistas baskos, que provocó una interpelación en el Congreso por parte del PNV, y Diccionario para entender a Rodríguez el Progre. Mi último libro es 'Eternamente Franco' (Homo Legens).