Los abuelos no son útiles

    Seguramente a muchos de mis lectores les parecerá que esta forma de pensar es una barbaridad, y no les falta razón. Pero no deberían sorprenderse tanto, porque el pensamiento utilitarista.

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    Pintura contemporánea pareja de ancianos, óleo sobre lienzo/Castelao 74.

    Puede sonar un tanto duro, pero es así: los abuelos no son útiles. No son útiles porque no producen riqueza, no generan beneficios y sólo acumulan gastos. Unas rémoras, en definitiva, para nuestra sociedad de consumo y bienestar ilimitado.

    Seguramente a muchos de mis lectores les parecerá que esta forma de pensar es una barbaridad, y no les falta razón. Pero no deberían sorprenderse tanto, porque el pensamiento utilitarista (donde las cosas o las personas son útiles en cuanto que aportan un valor económico) permea toda nuestra sociedad occidental.

    Algunas personas creen que La Sexta da información.

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    Afecta a los mayores y ancianos, sí, porque ya no cotizan para la Seguridad Social y no son productivos. En algunas sociedades “avanzadas”, como la holandesa, a muchos de ellos se les aplica la eutanasia. Cuando te has visto durante toda la vida como una persona de éxito, donde eras alabado por lo que hacías y no por lo que eras, la consecuencia lógica es que dejes de verle un sentido a la vida cuando te ves limitado de movimientos y llevando pañales para la incontinencia.

    No compensa mantener con vida a ese anciano inútil. No aporta. No es rentable.

    “He tenido una vida de éxito profesional, he generado riqueza, pero mírame ahora: impedido en una silla de ruedas. No tiene sentido que siga viviendo”. Y ese anciano inútil, improductivo, oneroso para nuestra sociedad opulenta, es eliminado. No compensa mantenerle con vida. No aporta. No es rentable.

    Insisto en que puede sonar frío y cruel (y lo es), pero es el pensamiento de muchos de nuestros coetáneos.

    Lo mismo ocurre con los niños. La escuela de hoy educa “para el futuro”, esto es, para el mercado laboral. No es necesario que el hombre piense, reflexione, tenga inquietudes o se haga preguntas incómodas, es decir, que sea un homo sapiens. No; lo verdaderamente importante es que sea un homo faber, un hombre apto para el trabajo, eficaz, rentable, preparado.

    Como todas las grandes mentiras, ésta viene envuelta en un manto de verdad. Por supuesto que la escuela debe preparar para el futuro y lograr jóvenes instruidos y capaces, pero no a costa de hacer de ellos unas piezas del engranaje de la inmensa máquina consumista que es nuestra sociedad.

    Hoy se educa a los niños para que sean un ciudadano perfecto: perfectamente mediocre, gris, maleable, influenciable y de la masa

    Un joven al que no se le enseña a pensar será un adulto manipulable, que seguirá las modas e ideologías del momento y que consumirá lo que el mercado establezca que hay que consumir. Es decir, será un ciudadano perfecto: perfectamente mediocre, gris, maleable, influenciable y de la masa.

    Pero este pensamiento lo vemos también, por ejemplo, en el asunto catalán. Es frustrante ver al presidente del Gobierno exponer como principal argumento de la unidad de España las ventajas económicas que conlleva el permanecer unidos. Es decir, es útil continuar siendo un único país y no dos porque “somos más fuertes” y “tenemos más peso” en Europa.

    Pocas veces le vemos esgrimiendo razones históricas, sociales, culturales y hasta morales. No; debemos permanecer unidos porque así seremos más prósperos y el bolsillo nos irá mejor. Un partido como el Popular, que es incapaz de elaborar un plan educativo para fomentar que los alumnos piensen, tampoco va a ser capaz de ver más allá de sus anteojos económicos en materia de la unidad de España.

    Muchas de las cosas más valiosas son, curiosamente, las menos útiles. Ya decía el Principito que “lo esencial es invisible a los ojos. Sólo se ve bien con el corazón”. El amor de un abuelo por sus nietos; la belleza de una puesta de sol; el padre que se queda una noche en vela cuidando de su hijo enfermo; el profesor que atiende con delicadeza y dedicación a sus alumnos; la enfermera que no se limita a cumplir el protocolo de atención a los pacientes, sino que va más allá y pone lo mejor de ella para que sus enfermos se sientan acogidos… Son todas ellas cosas inútiles, en cuanto que no producen ni son “rentables” económicamente. Pero, ¡qué frío sería el mundo si sólo hiciésemos cosas “útiles”, medibles, contables, cuantificables, rentables, beneficiosas económicamente!

    Benditos sean todos aquellos que hacen cosas “que no son útiles”. Que sigan muchos años adelante con su extraordinaria labor repartiendo cariño a su alrededor. Quizás tengamos un mundo algo menos rentable, pero mucho más humano.

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